Cooperación internacional y sostenibilidad. Un replanteamiento a la luz del decrecimiento selectivo y justo

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Preservar el planeta y garantizar una justicia ambiental y social hoy y mañana tanto en el Norte como en el Sur, debería ser un objetivo prioritario de la cooperación internacional.
Este artículo se propone revisar esta última bajo el prisma del decrecimiento y sus 8Rs: “revaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar” (Latouche, 2009).

1. Revaluar y reconceptualizar
A pesar de la existencia del ‘desarrollo humano sostenible’, no se da dentro de la cooperación internacional una reflexión y materialización sistematizada para introducir la crisis ecológica, las interacciones pobreza/medioambiente o derechos humanos/medioambiente, la visión transgeneracional o la clara relación entre el bienestar humano y los ecosistemas (Marcellesi, Palacios, 2008). Además, en un mundo marcado por la interdependencia ecológica Norte-Sur, el grado de crecimiento que han alcanzado los países del Norte —y su actual mantenimiento— no habría sido posible sin la explotación del espacio ambiental y recursos humanos de los países del Sur. Así, la cooperación centrada en la sostenibilidad y basada en la economía ecológica es tanto una obligación ética como una verdadera necesidad para los países del Norte.En este contexto, la cooperación internacional tiene que girar en torno a un “modelo de contracción y convergencia” donde todos los países se marquen un horizonte común: una producción y un consumo material y energético circunscrito a la capacidad de carga de la biosfera y repartido per capita de manera justa.(1) Eso implica:

  • Un decrecimiento selectivo y justo (o ajuste estructural) de los países en contracción en el Norte como condición necesaria –pero no suficiente– para ayudar de forma solidaria y sostenible al Sur.
  • Una evolución socio-ecológicamente eficiente para los países en convergencia, sin pasar por la casilla del mal-desarrollo occidental pero con un derecho al crecimiento donde sea posible y deseable.

2. Reestructurar la cooperación internacional
Además de reciclar y reutilizar la cooperación Norte-Sur (véase punto 6), es importante apostar por la multidireccionalidad de la cooperación. Para descolonizar —sin romantismos— el imaginario cooperante, es imprescindible potenciar de forma estructurada un nuevo flujo de cooperación Sur-Norte (“a la inversa”) que directa o indirectamente realizan las poblaciones del Sur a las poblaciones del Norte y que pueden facilitar a estas últimas otras formas de relacionarse entre sí y con su entorno.
En esta senda, son de sumo interés las experiencias como los bancos de semillas en la India, la gestión sostenible de los bienes comunes por las comunidades indígenas,(2) los conceptos de “buen vivir” o “des-desarrollo” que nos llegan desde Ecuador, los conocimientos astronómicos, biológicos y geográficos del campesinado mexicano para sistemas agroecológicos o la representación democrática de la naturaleza y seres vivos en las poblaciones autóctonas de América del Norte. La cooperación Sur-Norte puede tomar muchas formas, que quedan en gran parte por explorar: seminarios, capacitaciones, inclusión dentro las organizaciones del Norte de representantes del Sur con voz y voto, etc.
Además, esta reestructuración pasa por la aplicación real del principio de “coherencia de políticas” para que todas las iniciativas de un país vayan en un mismo sentido justo y sostenible. Supone poner fin a la “anticooperación” (Llistar, 2009), es decir, a todas aquellas actuaciones realizadas en y desde el Norte cuyos efectos sean directa o indirectamente perniciosos para el Sur. Hoy día, esta anticooperación es muy superior a los efectos positivos de la cooperación cuyo verdadero sentido, basado en una aportación global positiva del Norte al Sur (y vice-versa), tenemos que recuperar.
3. Redistribuir la deuda ecológica
Los países del Norte han contraído una deuda ecológica y de crecimiento (Mosangini, 2007) con los países del Sur que supera con creces la deuda externa económica que el Sur debe pagar al Norte. Además de las reivindicaciones clásicas (el 0.7, la cancelación de la deuda externa), eso nos obliga a remodelar la financiación de la cooperación internacional a través de varias vías complementarias:

  • No inversión en proyectos de anticooperación por parte de los países del Norte.
  • Un 20% de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) para proyectos centrados en la crisis ecológica.
  • No inversión en proyectos que no incorporen de forma transversal el factor ecológico.
  • Un 5% de la AOD para proyectos Sur-Norte.
  • La puesta en marcha de mecanismos de compensación de la deuda ecológica diferenciados del 0.7 tradicional.(3)
  • Un presupuesto para la cooperación Norte-Norte orientado al «ajuste estructural occidental».

4. Relocalización de la cooperación: Sur-Sur / Norte-Norte
La cooperación Sur-Sur permite pensar y construir una relocalización de los procesos de (pos)desarrollo a través de una cooperación reforzada a nivel regional, entre (ex)periferias autónomas del (ex)centro. Es un camino para recuperar las técnicas y saberes tradicionales, y construir su propio camino sin injerencias del Norte Global.
En cuanto a la cooperación Norte-Norte y puesto que la urgencia pasa por un ajuste estructural en los países industrializados, es necesario pensar en A) una reformulación de la “educación al desarrollo” hacia una “educación al vivir mejor con menos”; B) el intercambio cooperativo de iniciativas, como el movimiento de transición para pensar en clave post-petróleo.
5. Reducir la huella ecológica… manteniendo el IDH
En la cooperación domina el índice de desarrollo humano (IDH). A pesar de ser más completo que el PIB gracias a aspectos relevantes como la educación y la esperanza de vida de la población, el IDH no es suficiente porque no tiene en cuenta la problemática ecológica. Por lo cual se plantea un doble reto: que los países del Norte sean capaces de mantener un índice de Desarrollo Humano (IDH) superior a 0,8 con una huella ecológica debajo de 2,1 hectáreas globales por habitantes y que los países del Sur consigan aumentar su IDH hasta niveles superiores a 0,8 y mantengan su huella ecológica por debajo de 2,1 hag/hb (4) (véase gráfico 1).

6. Reutilizar y reciclar la cooperación tradicional Norte-Sur
Teniendo en cuenta los puntos más arriba explicitados y con el fin de permitir una convergencia desde el Sur, es necesario integrar en las prácticas diarias de la cooperación Norte-Sur la sostenibilidad, tanto de forma sectorial como horizontal.
Desde lo sectorial, la puesta en marcha de proyectos, cuyos principales objetivos son la lucha contra la crisis ecológica —y su mitigación—, se perfila como un eje estratégico de cualquier política de cooperación internacional adecuada a los retos socio-ecológicos del siglo XXI. Para que esos proyectos adquieran el protagonismo que les corresponde, es de suma importancia que se considere la protección y mejora de los ecosistemas —y de forma más amplia los conflictos ecológico-distributivos— como objetivo en sí mismo de la cooperación internacional.
Por otra parte, es preciso asegurar de forma horizontal que la sostenibilidad quede incluida de forma integral en todos los proyectos de desarrollo. Se trata de dar la misma importancia a la ecología que a otras cuestiones horizontales clásicas como el enfoque de género o los derechos humanos. La transversalidad de la sostenibilidad implica que todos los planes, programas y proyectos (en todos sus ciclos: identificación, formulación, ejecución y evaluación) tengan en cuenta algunos conceptos y principios básicos: relación entre bienestar humano y servicios de los ecosistemas, respeto de los límites biofísicos, capacidades de regeneración y asimilación de los ecosistemas, utilización de indicadores adaptados, evaluación de impacto medioambiental, etc.
Artículo publicado en El Ecologista, nº 65.
Florent Marcellesi es experto en cooperación internacional y sostenibilidad. Es también coordinador del centro Ecopolítica y miembro de Bakeaz.
Referencias:

  • Latouche Serge (2009): Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Barcelona, Icaria
  • Llistar David, (2009): Anticooperación. Interferencias Norte-Sur: los problemas del Sur Global no se resuelven con más ayuda internacional, Icaria, Barcelona
  • Marcellesi Florent, Palacios Igone (2008): Integración de consideraciones de sostenibilidad en la cooperación para el desarrollo, Bakeaz, Bilbao.
  • Mosangini, Giorgio (2007): La deuda del crecimiento, Col.lectiu d´Estudis sobre Cooperació i Desenvolupament.

Notas:
(1) Por ejemplo, todas las personas tienen el mismo derecho a emitir CO2 dentro de la capacidad de absorción del planeta: 0,5tCO2 anual per capita (emisiones totales en 1990: 3.350 millones de tCO2). Sin embargo, a modo de ejemplo, en 2006 un estadounidense emitió 19t per capita, un español 8t y un mozambiqueño tan solo 0,1t.
(2) Véase los trabajos de Elinor Ostrom, premio Nobel de economía del 2009.
(3) Cuidado con no confundir con las compensaciones voluntarias de CO2 que en ningún caso pueden « compensar » emisiones pasadas (véase Marcellesi, Pérez Dueñas (2010): “Pensar antes de compensar, pequeña guía para el mercado voluntario de emisiones”, en Ecología política, n39)
(4) Según el PNUD, un país con “desarrollo humano alto” tiene que tener un IDH superior a 0,8. Por otro lado, existen solamente 2,1 hectáreas de espacio biológicamente productivo disponible para cada persona en la Tierra. Para ser más exacto, sería necesario también tener en cuenta la biocapacidad de cada zona y región para saber si es deudor o creditor ecológico. Más información: Informe Planeta Vivo 2008, WWF.

Créditos imagen:
matilde.m.s