¿El problema de la RGI?

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HACE más ruido un árbol que cae que todo un bosque que crece”. Resuena esta frase en mi mente cada vez que de alguna u otra forma se nos trasmiten las dificultades y problemas que surgen de la gestión de la Renta de Garantía de Ingresos, la conocida RGI. Noticias y rumores que van generando un imaginario social en el que el problema de la RGI está presente en los diálogos y conversaciones de café de muchos rincones. Y me resisto, somos muchas personas las que lo hacemos, nos resistimos, a pensar que la RGI es el problema, más bien tenemos la convicción de que la RGI es la solución. La solución para las dificultades que muchas personas sufren por no poder disponer de unos recursos mínimos que les permitan llevar una vida con dignidad, y una gran oportunidad para construir una sociedad cohesionada y que apuesta por la solidaridad y el bien común.

Se nos presentan los grandes retos de las sociedades de hoy en día desde la clave de crecimiento que, automáticamente, asociamos a crecimiento económico. Y nos empeñamos en asociar el crecimiento económico con el progreso y desarrollo del conjunto de la sociedad. Pero esta lógica, un tanto perversa, queda demostrado que no nos funciona. Ahora que parece que la crisis se hace invisible, aunque sus consecuencias no desaparezcan, podremos observar cómo el PIB va creciendo de forma sostenida y muchas personas de nuestra sociedad, que conviven en nuestros pueblos y barrios, se quedan ancladas en una espiral de pobreza y vulnerabilidad social de la que es muy difícil apearse.

Debemos incorporar otra perspectiva a los desafíos del crecimiento y del desarrollo. No vale solo con la mirada económica, con medir desde la clave del PIB, es necesario incorporar otros indicadores que favorezcan la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. Y la RGI en estos casi treinta años de historia (en sus diferentes modalidades) ha demostrado sus bondades y virtudes. Ha posibilitado la reducción de las tasas de pobreza y la desigualdad, manteniendo puestos de trabajo, favoreciendo el consumo y, por supuesto, apoyando la cohesión social. Logros que no valoramos suficientemente como sociedad y que, sin embargo, se demuestran en numerosos estudios.

No podemos obviar que, como todo sistema público, tiene sus áreas de mejora. Es necesario reconocerlas e identificarlas para poder incorporar avances. Ampliar el alcance de la protección, mejorar en su gestión así como desarrollar mecanismos e iniciativas que favorezcan la inclusión, no solo desde la dimensión laboral, pueden ser algunos de los retos.

En estos días, el Parlamento ha debatido las propuestas del Gobierno vasco para la reforma de una de las principales leyes del sistema de protección social de Euskadi, la ley de garantía de ingresos y para la inclusión social. La RGI. Por tanto, se nos abre, a la sociedad vasca, una gran oportunidad: la de apostar por un sistema de protección social que promueva una sociedad cada vez más cohesionada y que garantiza a toda su ciudadanía mecanismos de participación (de inclusión) y recursos para vivir con dignidad.

Depositamos nuestra confianza en el debate político, alejando falsos estereotipos y con la esperanza de que se centre en el compromiso social con las personas que más sufren. En que se apueste por luchar y reducir las tasas de pobreza y exclusión social, por construir una sociedad cada vez más justa y solidaria donde las personas en situación de pobreza y exclusión no sean culpabilizadas de la realidad que viven, donde se trabaje por los derechos de todas las personas.

Es el momento de mirar la RGI no como el problema, sino como una solución y una oportunidad para combatir las problemáticas sociales y construir una sociedad de valores, una sociedad de futuro.