La importancia de contar con las personas inmigrantes en el cooperativismo y la economía solidaria

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¿Por qué hay que estimular a las personas inmigrantes a crear cooperativas de trabajo?
[Enrique del Río – Revista Nexe] Son varias las razones que nos llevan a desear la incorporación de personas inmigrantes al movimiento cooperativo:
Primero porque los necesitamos. Es evidente que durante el proceso de desarrollo económico que se ha experimentado en España desde los años 80, según las cifras oficiales, las personas inmigrantes han colaborado de manera significativa a lo largo y ancho de nuestro territorio. Y los cálculos que se hacen desde círculos económicos, al margen de los discursos políticos populistas interesados, de cara a los votos, son que seguiremos necesitando a esas personas inmigrantes para mantener ese nivel de desarrollo

Algunos incluso llegan a afirmar que esa cifra necesita aumentar para responder a las necesidades que el proceso productivo económico europeo va creando (desconozco los datos en los que se basan para tales afirmaciones), y que en cualquier caso chirrían con los discursos políticos antimigratorios que destilan desde las altas esferas.
Ante este panorama, el planteamiento es obvio, si están aquí, y además parece que vendrán más, es mejor que estén del lado de la economía social y no al servicio de las empresas especulativas convencionales al uso. Estas personas compañeras inmigrantes significan un porcentaje no desdeñable, para reforzar nuestro movimiento cooperativo y compartir nuestra filosofía de desarrollo al servicio de las personas.
Segundo, porque estas personas son las más afectadas por la crisis del mercado laboral, lo que las sitúa en la imperiosa necesidad de hacer algo para salir de esa situación.
Muchas de ellas necesitan salir de la situación injusta en que se encuentran y el cooperativismo es una alternativa realista para ellos. Por una parte es un despilfarro de conocimientos y experiencias que traen acumuladas y aquí no pueden ejercerlas, y por otra porque es un menosprecio a su dignidad de personas el que ciudadanos/as latinoamericanos, subsaharianos, magrebíes, palestinos, europeos del Este, que vienen con una preparación de ingenieros/as, bibliotecarios/as, albañiles, periodistas, dentistas, soldadores, abogados/as, profesores/as, diseñadores, cocineros/as, médicos, físicos, matemáticos, pastores, carniceros, sicólogas/os… Y que aquí trabajan de camareros/as, empleadas de hogar, limpieza, mozos de carga, peones de obras y del campo, acompañantes, vendedores/as por la calle y por las casas, vigilantes, de lo que sea…
Está demostrado que el autoempleo es la forma más estable de empleo, siempre y cuando la empresa sea viable y que a su vez es la mejor manera de dar salida a las capacidades e intereses de las personas. Eso redundaría en beneficio de una mayor satisfacción del trabajo realizado, y como consecuencia en una mejor respuesta a las necesidades de la población a través del trabajo bien hecho.
Tercero, este colectivo de personas inmigrantes tienen muy buena predisposición para emprender y muchas ganas de mejorar, a la vez que tienen una capacidad ya demostrada de habilidades para asumir riesgos, dejando su pueblo y su país, empezando una nueva vida en otro lugar lejano, desconocido y ajeno.
Hay que ser muy emprendedor para dejar tu tierra y pasar por cantidad de vicisitudes dolorosas e incluso en algunos casos arriesgando la vida para venir a buscar soluciones a tierras lejanas (muchos subsaharianos pasan dos años a pie por diversos países donde les roban y les maltratan hasta llegar a Marruecos, donde repiten la misma penosa aventura y otros tantos años para pasar a Melilla, etc.).
De hecho, según un informe de la Fundación La Caixa, uno de cada seis inmigrantes se lanza a montar una empresa en España. La prueba está en la cantidad de empresas ya creadas en casi todos los sectores económicos: bares, restaurantes, reformas de casas, peluquerías, empresas de limpieza, pinturas, pequeños comercios, cuidados a personas mayores, transportes y mudanzas, locutorios, vendedores ambulantes, atención a domicilio, artesanías, asesorías, envíos de dinero… Además, las páginas amarillas y guías telefónicas de las ciudades, reflejan la cantidad de apellidos que no son de aquí y que están registrados como servicios de todo tipo…
Lo que nos pueden aportar estas personas al movimiento cooperativo
Muchas de estas personas, inmigrantes o refugiados están muy preparadas, como ya hemos señalado antes, tanto desde el punto de vista académico , como profesional y además vienen de experiencias de “economía popular” o “economía informal” practicada en sus países como modo de subsistencia.
No hay que olvidar que, por ejemplo, en Perú más del 60% de la economía del país está basada en la economía “popular”. O sea una economía gestionada por la población que se auto organiza para vender de todo y prestar servicios; o, la Argentina de los años 60 con un porcentaje altísimo de población organizada en lo económico y político y que durante el reciente “corralito” la población organizada y coordinada, daba respuestas a las necesidades de consumo de bienes de primera necesidad y servicios de todo tipo para sustituir el funcionamiento del Estado; o el enorme potencial cooperativo de Uruguay; o la auto organización del pueblo chileno en la época previa a Allende con un 43% de la población organizada en todo tipo de formas económicas y sociales.
Igualmente, este tipo de economía está muy presente en países africanos y asiáticos, donde destaca la infinita inventiva de los senegaleses, para organizar servicios entre sus propios conciudadanos en la emigración o en su mismo país; o el extendido movimiento cooperativo en India, así como la iniciativa del pueblo hindú y paquistaní para montar comercios y paliar así las millonarias cifras de desempleo que sufren en sus respectivos países.
La aportación de esa multiplicidad de experiencias puede enriquecernos al aportarnos otras formas de hacer y entender el trabajo cooperativo. Por otra parte, sus vivencias de estar acostumbrados a enfrentar permanentemente situaciones difíciles y adversas, puede ayudarnos a vislumbrar más salidas y encontrar nuevas vetas de posibles trabajos a realizar.
Es decir, que la colaboración mutua es un verdadero enriquecimiento de saberes, una ampliación cultural para ambas partes y una experiencia práctica de multiculturalidad.
Lo ideal sería hacer cooperativas mixtas entre inmigrantes y españoles
Abrir caminos alternativos. La población autóctona también está sujeta a las consecuencias de la crisis, que agudiza su ya precaria situación laboral, y por tanto necesitada de salidas alternativas que palien de alguna manera sus carencias. Por ello cabría poner en marcha experiencias de empresas mixtas, compuestas por emigrantes y españoles, que abrieran caminos alternativos a la actual situación de desempleo grave que afecta a estos segmentos de población más desfavorecida y fragilizada.
Las ventajas de la colaboración. La mezcla y colaboración de personas inmigrantes y autóctonas además de enriquecer mutuamente sus diversos saberes y destrezas (que redundaría en una perfeccionamiento de la actividad productiva que realicen), tendría el plus añadido de una imagen “autóctona” para salvar las barreras de las posibles y potenciales reticencias de los clientes.
Mayores dificultades que los autóctonos. Las personas inmigrantes tienen en su contra el desconocimiento de las leyes laborales y fiscales españolas, lo que en parte les acompleja y les hace de barrera para lanzarse, o les deja en manos de gestorías a las que no conocen. Hay que añadir que, para ciertos trabajos de cara al público como puede ser el hacer reformas en casas, reparaciones de electrodomésticos, etc., la población española con frecuencia manifiesta ciertas reticencias, a no ser que vea en ello la oportunidad de aprovecharse para tener un servicio por mucho menos dinero.
Estimular, fomentar y experimentar la convivencia y la interculturalidad práctica, cotidiana, a través de la actividad económica, para vencer los prejuicios y los mitos existentes, generando ejemplos positivos a replicar.
Posibles pasos a dar
Localización de personas sensibles e interesadas
Inmigrantes: se trata de detectar aquellas personas que tienen alguna inquietud o iniciativa para emprender cualquier actividad económica. Bien partiendo de la vinculación que ya tenemos con la población inmigrante, o tomando contacto con sus propias asociaciones que son bastantes para reunirse con ellas y hablar de este tema ofreciéndoles nuestro apoyo e interés. O también podemos tomar contacto (que seguro ya lo tendremos por varias vías), con las entidades que desde hace años están comprometidas con el apoyo y asistencia a las personas inmigrantes, y que han demostrado su solidaridad sincera con ellas. Hay que tener en cuenta que algunas de ellas ya tienen alguna experiencia en este sentido, de apoyo a iniciativas emprendedoras de esta población.
Seguro que de esos contactos salen personas interesadas, con las que se puede iniciar un proceso de reuniones grupales que refuercen y aclaren la motivación.
A partir de estos posibles candidatos, conviene mantener entrevistas individuales y hacer un borrador inicial o pequeño inventario de experiencias, destrezas técnicas y capacidades que tienen esas personas para ver cómo se pueden adecuar a las posibilidades de mercado existentes (mercado patente), o para inventarse y crear respuestas a las necesidades de la población que aún están sin satisfacer (mercado latente).
Autóctonas: igual que en el caso anterior, se trata de detectar quienes están en situación de emprender su propio proyecto, bien porque sea su ilusión o bien porque dada la grave situación de desempleo ven la posibilidad de involucrarse en este tipo de alternativas de manera realista y no desesperada.
Este proceso podemos simplificarle en colaboración con otras entidades que se dedican a la promoción del autoempleo entre la población española. Una vez detectadas las personas dispuestas a elaborar un proyecto de autoempleo, hay que iniciar igualmente un proceso de reuniones grupales de motivación y entrevistas individuales como se hace con las personas inmigrantes y detectar sus experiencias y capacidades.
Composición de grupos humanos a partir de sus propias capacidades, experiencias y afinidades
Con el resultado de las entrevistas individuales de las personas que en principio están interesadas, conviene hacer un inventario amplio de todas sus capacidades, destrezas, experiencias, inquietudes, etc. que permita vislumbrar las posibilidades reales de producir un bien o un servicio que sea útil y necesario a la población.
Y ahí empieza un proceso de formación de grupos por homogeneidades (ya sean sólo personas inmigrantes o mezcladas con autóctonos), para complementarse en equipo, teniendo en cuenta sus afinidades y entendimientos. Una especie de “noviazgo” para ver si se complementan y se entienden bien, sin imponerles nada, con el máximo respeto.
Se trata de combinar, por un lado sus afinidades para componer los grupos, y por otro el realismo de posibilidades de crear la empresa cooperativa viable en el mercado.
Nuestro compromiso solidario práctico
Si empezamos este tipo de procesos, tiene que haber un compromiso por parte del movimiento cooperativo para estar cercanos, apoyar y prestar la asistencia técnica necesaria, a la vez que servir de puente para vincular a estos grupos de personas a los sistemas financieros alternativos y solidarios.
Alianzas estratégicas
Como ya se ha dicho anteriormente, para descubrir las personas sensibles e interesadas, es clave contar con buenas y estrechas colaboraciones con otras entidades que sirven de cantera de invitación, promoción y estímulo al autoempleo, tanto con la población autóctona, como inmigrante.
Donde haya personas dispuestas a emprender una actividad económica, es necesario contar con equipos técnicos adecuados accesibles, con un lenguaje cercano, de preferencia que ya estén relacionados con el mundo de la economía social. Y quizás haya lugares donde el movimiento cooperativo no llegue, y pueda tener pactos con equipos que hagan esa tarea.