Turismo responsable ¿un término usurpado por el capital transnacional?…

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Artículo de Jordi Gascón de Acció per un Turisme Responsable, en el boletín Turismo y Desarrollo de la Asociación Alternativas
Se van a cumplir treinta años de la instauración del Día Mundial del Turismo por parte de la Organización Mundial del Turismo (OMT). La decisión se tomó en una asamblea general de esta organización que tuvo lugar en la ciudad española de Torremolinos, un icono del desarrollismo turístico durante la dictadura del general Franco.
Según reza el acta de esa asamblea, «la principal finalidad del Día Mundial del Turismo es fomentar el conocimiento entre la comunidad internacional de la importancia del turismo y sus valores sociales, culturales, políticos y económicos».

Pero es difícil no considerar que, bajo este objetivo declarado, habían otros no tan explícitos, como el deseo de dar cobertura propagandística a una industria cuyo crecimiento dependía del apoyo gubernamental y de instituciones multilaterales, o el afán de favorecer las aspiraciones políticas de la OMT.
Si consideramos el Día Mundial del Turismo como un instrumento de apoyo al desarrollo del sector, se ha de decir que ha formado parte de una política exitosa. En 2003 la OMT alcanzó su meta de entrar en la estructura de Naciones Unidas como organismo especializado, con lo que esto conlleva de obtención de legitimidad y aumento de influencia política. Y en estas tres décadas el crecimiento de la industria turística ha sido expectacular.
Las caras oscuras del turismo
Pero también en este periodo se empezó a evidenciar el aspecto más oscuro del sector turistico: destrucción de ecosistemas, acaparamiento de recursos (tierra, agua, fondos públicos,…) necesarios para el funcionamiento de otros sectores productivos, condiciones laborales deplorables, especulación urbanística, facilidades para la corrupción, etc. Estos aspectos quedaron inicialmente circunscritos a zonas de los países del Norte o vecinas, como la costa norte mediterránea. Pero que con el abaratamiento del transporte aéreo pronto se exportaron a otros territorios más “exóticos” desde el punto de vista occidental como el Sudeste Asiático, la Polinesia o el Caribe. Aparecen, entonces, las primeras críticas. Textos hoy considerados clásicos de la sociología del turismo como “Tourism: Pass-port to Development?” de Emanuel de Kadt (1979) o, en el mundo hispano, la colección de libros Turismo y Sociedad publicada por la editorial Endymion, empiezan a analizar y difundir esos impactos negativos.
En la industria turística surgió la necesidad de enfrentar estas críticas. Y para ello, en un hábil movimiento estratégico no exento de cinismo, la industria fue capaz de asumir como propio los términos que manejaban aquellos sectores sociales que denunciaban los impactos negativos del turismo: sostenibilidad, responsabilidad o lucha contra la pobreza se han convertido en términos comunes en su discurso corporativo.
Turismo Responsable: ¿un modelo alternativo?
En este sentido, el concepto Turismo Responsable se ha convertido en lo que W. B. Gallie denomina “Essentially Contested Concept”. Es decir, un concepto alrededor del cual se genera un debate inacabable sobre su definición ya que pueden dar pie a definiciones incompatibles pero válidas, dependiendo de los aspectos que se enfaticen y el contexto en el que se planteen.
Sin embargo, esto no fue siempre así. Inicialmente el Turismo Responsable surgió como una propuesta que afirmaba que era posible plantear modelos turísticos alternativos capaces de respetar el medioambiente, favorecer primordialmente la economía local, y en el que la población anfitriona tuviera un papel significativo en la gestión. Incluso más allá de promover modelos turísticos alternativos, el Turismo Responsable aparecía también como un movimiento social que combatía las consecuencias de los modelos turísticos dominantes y que denunciaba a sus principales agentes: el sector empresarial transnacional (su principal beneficiario) y las instancias gubernamentales y multilaterales que los apoyaban.
Pero actualmente el concepto Turismo Responsable está siendo utilizado precisamente por los agentes que promueven y se benefician de los modelos turísticos dominantes: el sector empresarial transnacional. Y para ello cuenta con el inestimable apoyo de agentes autodefinidos como sociedad civil (fundaciones, institutos, etc.) o como profesionales especializados (consultores, centros de investigación,…), que proponen acciones destinadas a maquillar la industria pero sin tocar sus fundamentos y, por tanto, sin enfrentar las raices de los problemas que genera.
Responsabilidad Social Corporativa: la cobertura perfecta
Es así que surgen, bajo el paraguas de Turismo Responsable, líneas de actuación en Responsabilidad Social Corporativa (RSC). En pleno periodo neoliberal, en el que el Estado ha ido cediendo su soberanía presionado por el capital corporativo, el sector empresarial ha querido tranquilizar a la ciudadanía asegurando que eso no es ningún problema. La RSC, que no es más que la aceptación voluntaria de una serie de medidas autorreguladoras, ha surgido como la estrategia ideal para generar esa tranquilidad y confianza.
Pero algo no parece funcionar en este instrumento de autorregulación cuando una multinacional del turismo como Sol Meliá, la principal cadena hotelera de capital español y la que más invierte en promocionar y potenciar su línea de RSC (“El compromiso hacia la responsabilidad social, medioambiental y cultural es hoy un valor esencial en nuestra compañía”, afirma en su web), presiona a los gobiernos e instituciones públicas de países del Sur para poder construir en zonas de alto valor ecológico (como el caso del Costa Esmerald Resort en Quintana Roo, México), se dedica a enajenar el agua a la población local para cubrir las necesidades de sus campos de golf (el caso del resort Paradisus Playa Conchal en Guanacaste, Costa Rica), devasta bosque de manglar, primera y única línea defensiva efectiva frente a huracanes y tsunamis, como bien sabe la población indonesia (los casos del Paradisus Resorts Playa del Carmen y del Paradisus Riviera Cancún en México), o es denunciado por sus políticas contra los derechos laborales de sus trabajadores (ver el informe “Las cadenas hoteleras españolas en América Latina y las libertades sindicales” elaborado y editado por la plataforma sindical latinoamericana Rel-UITA en el 2008).
Y es que la idea de que el sector empresarial turístico, causante de esos impactos no deseados, sea quien establezca sus propias medidas de corrección, parece contradictoria. El objetivo de la empresa es obtener beneficios económicos para sus propietarios en un espacio de libre competencia. Difícilmente, de forma voluntaria, una empresa aceptará reducir esas ganancias si nadie le obli-ga a ello. Aunque el mantra de la RSC, repetido una y otra vez, intente convencer de lo contrario, cualquier regulación y control efectiva de los efectos perniciosos de la actividad turística ha de ser externa: debe proceder de unas instituciones gubernamentales y multilaterales soberanas con capacidad de establecer normativas y hacerlas cumplir. Sin embargo, bajo la definición de Turismo Responsable predominan hoy las propuestas de RSC y no acciones de incidencia política dirigidas a obligar al Estado a asumir su papel regulador. Sin esa regulación y normativa externa, la RSC se convierte en un instrumento más de márketing a favor de los objetivos empresariales de las corporaciones turísticas.
Pro-Poor Tourism
Pero el ejemplo más extremo que evidencia cómo el sector empresarial a subordinado el concepto Turismo Responsable es la propuesta de convertir el capital transnacional turístico en agente de cooperación al desarrollo.
Este es el caso de la metodología Pro-Poor Tourism (PPT), surgida de la cooperación británica. PPT parte de la premisa de que el turismo siempre es positivo si supone un incremento de los ingresos de los sectores más desfavorecidos de la población, aunque estas ganacias sean marginales, se distribuyan inequitativamente, y sean otros (la industria turística transnacional) quienes acaparen la mayor parte de los beneficios que genera la actividad.
Con una concepción limitada de la pobreza (PPT la define simplemente como escasez de ingresos monetarios), la solución pasa por aumentar los ingresos de los pobres, lo que se puede lograr a partir de alguna actividad marginal (producción y venta de arte-sanías, guías locales, etc.). No hace falta, así, plantear mecanismos de redestribución de los beneficios que puedan afectar negativamente al sector empresarial turístico.
Se ha de señalar que propuestas como PPT no niegan que los modelos turísticos dominantes generen distorsiones (insostenibilidad, empobrecimiento), pero considera que el problema no está en el modelo, sino en su gestión. Para PPT, estableciendo algunos mecanismos correctores oportunos esos modelos turísticos dominantes y las corporaciones transnacionales que los controlan no aparecen como parte del problema. Es más, se convierten en aliados en la lucha contra la pobreza en el Sur: se convierten en agentes de cooperación.
No es extraño, pues, que entre los principales valedores de PPT encontremos a la World Travel and Tourism Council (WTTC), la plataforma formada por las principales multinacionales del sector. La WTTC recomienda la aplicación de propuestas PPT en sus “policy recommendations” para los eufemísticamente llamados “paises emergentes”.
Para PPT, factores como el impacto sobre las diferencias socioeconómicas y la distribución de los beneficios, o las consecuencias medioambientales del desarrollo turístico, son considerados temas secundarios. En realidad, PPT acepta que el modelo no sólo no lucha por la equidad, sino que incluso puede comportar problemas para una parte de la población. Las propuestas de lucha contra la pobreza de PPT han llegado a ser caricaturescas. Hace unos pocos años, por ejemplo, Caroline Ashley, una de sus principales promotoras, aconsejaba que los gobiernos del Sur (pobres) apoyaran financieramente a las trasnacionales (de países ricos) para que aplicasen “políticas PPT”, ya que si bien consideraba que estas políticas generarían beneficios a la empresa a largo plazo, a corto plazo requieren una inversión que esos gobiernos debían financiar. En pocas palabras: pedía a los países empobrecidos que cedieran recursos públicos al gran capital corporativo turístico para que éste estableciera medidas de reducción de la pobreza (Ashley, C. & J. Ashton (2006) “Can the private sector mainstream propoor tourism?” id21 insights, núm 62).
Una reflexión final
Ante estos ejemplos, la cuestión es: ¿cómo la industria turística ha sido capaz de apropiarse del Turismo Responsable, idea que surgió precisamente para denunciarla?. La respuesta es larga y compleja, pero hay un par de fenómenos especialmente significativos que pueden darnos algunas pistas.
Por un lado, encontramos el afán del sector empresarial turístico por mejorar su imagen (marketing ético). Incluso, también, un interés en acceder a nuevos nichos de mercado que surgen bajo lo sellos de la sostenibilidad y la solidaridad. Este es el caso del ecoturismo. O más recientemente el turismo solidario (volunteer tourism), para el que están apareciendo propuestas de certificación (como la de la europea Fairtrade Labelling Organizations International -FLO) destinadas a convertirlo en un producto comercializable.
La otra posible causa es la tradicional desatención del sector turístico por parte de los movimientos sociales internacionales. Aunque el impacto del turismo es patente tanto en los países enriquecidos como en los empobrecidos, sigue teniendo un papel muy marginal en la agenda de los movimientos sociales. Habría que estudiar la razón de este olvido. Y sobretodo, revertirlo. Sólo una sociedad civil fortalecida, con una agenda propia de incidencia en el sector turístico y con capacidad de análisis, puede impedir que el sector empresarial subordine a sus intereses conceptos como Sostenibilidad en Turismo o Turismo Responsable. La sostenibilidad del turismo no se puede dejar al libre albedrío de esta industria. La sostenibilidad (ambiental, social, económica, cultural) hay que exigirla y legislarla. Y para ello es necesario romper con el proceso neoliberal de desarticulación del Estado… un proceso que, tal vez no por casualidad, coincide con los treinta años de existencia del Día Mundial del Turismo.
Artículo publicado originalmente en inglés, en el volumen 19, número 3 (2009) de la revista Contours.