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Una banca ética

La semana pasada escribí un artículo en este medio haciendo una reflexión sobre la vuelta a las andadas de la banca con el cobro de bonus supermillonarios y la restricción de los créditos a las empresas, después de que los gobiernos del mundo, en sus manos, acudieran en su auxilio con dinero público para salvarlos […]

12 febrero 2010

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La semana pasada escribí un artículo en este medio haciendo una reflexión sobre la vuelta a las andadas de la banca con el cobro de bonus supermillonarios y la restricción de los créditos a las empresas, después de que los gobiernos del mundo, en sus manos, acudieran en su auxilio con dinero público para salvarlos y salvarnos de una debacle universal a la que nos llevó su soberbia y avaricia.

El mismo día en que aparecía publicado mi texto, Joaquín Estefanía dedicaba una página en El País a un artículo de Simon Johnson, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional, titulado “El golpe de Estado silencioso”, que recomiendo fervientemente y que puede encontrar fácilmente en Internet, donde se preguntaba “sobre quién manda en última instancia en el mundo de la economía: los representantes elegidos por los ciudadanos o el planeta de los negocios. La hegemonía de la política o de la economía.”

En mi reflexión de hace unos días hacía referencia al anuncio de Barak Obama de plantar cara a la banca y someterla al gobierno de lo público, desde la duda de que sólo se tratara de fuegos de artificios para frenar su pérdida de popularidad ante una ciudadanía que contempla, muy enfadada, como se emplea una ingente cantidad de dinero para salvar al sistema financiero mientras la población pierde sus casas, sus empleos y su dignidad. Pues bien, transcurridos apenas unos ocho días desde que el presidente americano anunciara sus propuestas de control y lanzara el grito de guerra de que “si estos tipos quieren pelea, la tendrán”, parece que la cosa va un poco más en serio, aunque no sé si, al final, tendrá que hincar la rodilla y ceder, como le ha sucedido con la reforma del sistema sanitario que pretendía y es que, al fin y al cabo, se bate contra los mismos poderes. De hecho ya empiezan a ponerlo contra las cuerdas en el Foro de Davos.

Para el prestigioso economista neokeynesiano y Premio Nobel Joseph Stiglitz, la caída del sistema financiero enraizado en Wall Street vendría a tener para el capitalismo el mismo significado que la caída del Muro de Berlín para el comunismo. La paradoja sería que esta profunda transformación viniese desde las propias entrañas de EEUU y de un presidente al que por aquí no se le considera ni socialdemócrata y que, además de anunciar una guerra frontal, ha planteado trocear a los grandes bancos- “ los contribuyentes norteamericanos nunca más serán rehenes de un banco demasiado grande para caer”-; obligarles a pagar un impuesto para hacer frente a los recursos públicos utilizados para su rescate; limitar el sueldo de sus ejecutivos y prohibirles tener fondos especulativos y capitales de riesgo, entre otras medidas que iremos conociendo.

Y mientras Obama plantea una medida revolucionaria, a Europa la coge con el pié cambiado, como casi siempre, y pasa de una timorata alabanza a la decisión, pero descartando imitarla, a un apoyo más decidido, proponiendo su discusión en la próxima reunión del G-20, aunque dejando claro siempre, eso sí, que aquí no estamos tal mal, que los bancos europeos son más santitos y que no se merecen el infierno sino como mucho el purgatorio.

Menos en España, donde la banca, la misma que acaba de demandar una ayuda urgente ante los impagos de las inmobiliarias a las que potenciaron hasta el infinito, a lo sumo se merece el limbo y desde luego nunca la contundencia de Obama sino “recetas propias” como afirmó la vicepresidenta Fernández de la Vega (no importa que a Sebastián se le estuviese “agotando la paciencia” hace un año por la actitud de los financieros). Por eso ese afán en crear grandes bancos –en oposición a la tesis norteamericana- fagocitando a las cajas en una operación ante la que Juan Ramón Quintás, presidente de la CECA, afirmó: “usar la astucia del trilero para cambiar las cajas, no es digno de una democracia”.

Si señor, en estos momentos son esas las intenciones, potenciar a la banca frente a unas entidades de ahorro profundamente ligadas al desarrollo local, al ahorro familiar –si bien algunas han traspasado la frontera y actuado como bancos pura y duramente- y al sostenimiento de una obra social que devuelve a la comunidad una parte importante de la gestión de sus ahorros.

A lo mejor es una utopía, pero viendo lo que nos ha traído esta globalización carroñera, quizás sea la hora de abrir las puertas a iniciativas más cercanas como las instituciones de microfinanciación (MFI) o la banca ética.

La microfinanciación se ha convertido en un instrumento extraordinario para millones de seres humanos que viven en la más absoluta de las pobrezas, muchísimos de ellos subsistiendo con apenas un euro al día. Experiencias como las del Grameen Bank, Premio Nobel de la Paz en 2006, Nantik Lum (Madre tierra), con gente de OHL o Telefónica en su patronato, o Microbank de la Caixa, entre otras muchas, se han convertido en la demostración palpable de que con un préstamo de 50 o 100 euros se pueden crear pequeñas empresas que garantizan la supervivencia de numerosas familias.

La banca ética es otra cosa, aunque en ella se englobe también la filosofía de la microfinanciación. Se trata de entidades bancarias sometidas al control de los bancos centrales de cada país, que actúan bajo criterios sociales ajenos a la especulación. Surgida en los años veinte, en el seno de la Iglesia Metodista, que pretendía evitar así que su dinero fuera a parar al juego o al alcohol, derivó posteriormente en una entidad financiera al uso cuyos objetivos son únicamente sociales y medioambientales, descartando cualquier inversión en capitales ligados a las drogas, las armas, la explotación laboral, la destrucción del medio ambiente… No le ha afectado por esto el problema de los activos tóxicos, trabajan en la economía real y transparentan de tal manera sus fondos que el cliente decide en muchas ocasiones en que negocios se invierte su dinero. En estos momentos existen alrededor de cuarenta bancas éticas en Europa, donde destacan la Banca Popolare Ética italiana (Fiare en España), Oikocredit y Triodos Bank, con clientes en Holanda, de donde es originaria, Bélgica, Reino Unido, Alemania y España, que ha crecido un 13% en el 2009 y se le ha reconocido como Banco Sostenible del Año.

Es una demostración palpable de que las finanzas son compatibles con la ética y el beneficio social y de que existen alternativas reales, dignas de potenciar, al modelo imperante. Depende de Obama, si. Del Foro de Davos, también. Pero fundamentalmente depende de nosotros, los ciudadanos, cuando elegimos con que banco trabajar y a cual confiamos nuestros ahorros.

Artículo escrito por: Antonio Morales Méndez. Alcalde de Agüimes

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