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Ascienden a más de 500 los muertos por el derrumbe en una fábrica textil de Bangladesh

El trágico derrumbe la semana pasada de un complejo textil en Bangladesh en el que se producía ropa para marcas internacionales ha causado al menos 501 muertos, según el último recuento difundido este viernes por las autoridades, que han cerrado otra fábrica cercana porque el inmueble presentaba grietas. En declaraciones a la prensa local, el […]

3 mayo 2013
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El trágico derrumbe la semana pasada de un complejo textil en Bangladesh en el que se producía ropa para marcas internacionales ha causado al menos 501 muertos, según el último recuento difundido este viernes por las autoridades, que han cerrado otra fábrica cercana porque el inmueble presentaba grietas.

En declaraciones a la prensa local, el portavoz del Ejército bangladeshí, Shahinul Islam, ha confirmado el número de víctimas mortales tras asegurar que los equipos de rescate han recuperado en las últimas horas 55 cadáveres.

El siniestro, la mayor tragedia industrial de la historia del país asiático, también causó heridas de diversa consideración a 2.437 personas que se encontraban en el inmueble, de nueve plantas ubicado en la localidad vecina a Dacca de Savar.

Un número indeterminado de trabajadores continúan en paradero desconocido, probablemente sepultados bajo la enorme masa escombros, que el Ejército y otros servicios públicos se afanan en retirar desde hace días.

El edificio se colapsó el pasado 24 de abril con unas 3.000 personas en su interior que fueron obligadas a trabajar pese a que la policía había advertido un día antes de la existencia de grietas en las paredes.

Una decena de arrestados

El Gobierno destituyó el pasado jueves por «negligencia» e «inacción» al alcalde de Savar, Mohamed Refatulá, y la policía ha arrestado por el momento a casi una decena de personas.

Entre los detenidos figuran el dueño del inmueble -vinculado al partido gobernante en Bangladesh-, varios propietarios de talleres textiles e ingenieros municipales, mientras que un empresario español, David Mayor, está bajo orden de búsqueda y captura.

Las autoridades han ordenado, además, el cierre de una fábrica del mismo sector situada a unos 1,5 kilómetros del complejo siniestrado en la que trabajan varios miles de empleados debido a que la estructura de la misma presenta varias grietas.

«El edificio debe ser examinado por los técnicos. Ha habido una queja y se ha tomado la precaución», explicó a Efe el superintendente de la policía metropolitana de Dacca, Habibulá Rehmán.

El desastre de Savar ha puesto de manifiesto las malas condiciones laborales y de seguridad en que trabajan los empleados de las fábricas textiles en el país asiático que abastecen a multinacionales occidentales.

Las compañías internacionales Primark, El Corte Inglés, Bon Marché y Joe Fresh han confirmado abastecerse de alguna de las empresas locales implicadas en el siniestro y otras como Mango habían hecho pedidos de prueba a los talleres.

Fuente: RTVE.es

 

Opinión de Mario Vallejo en RTVE.es

Un paraíso de las multinacionales de la moda y un infierno para el trabajador. En Bangladesh numerosos informes denuncian, ante la inacción de los gobiernos extranjeros, que los empleados no tienen apenas derechos y son solo un número.

El derrumbe de la fábrica de Savar, donde se acumularon las negligencias, ha costado la vida a más de 300 personas mientras otras fuentes hablan de más de 500 trabajadores desaparecidos.

Es muy posible que los patrones no quieran admitir la cifra real de trabajadores que había en las instalaciones, porque eso evidenciaría múltiples abusos. Por ejemplo, y solo directamente derivados de ese indicio, el no respeto de los días de descanso y de las pausas en la jornada, o la aglomeración del personal.

Este domingo 28 de abril se celebra, paradójicamente, el Día Mundial de la Salud Laboral. Y el miércoles 1 de mayo el Día del Trabajo. La estadística dice que entre estas fechas se producirán nuevos siniestros y más muertos en las factorías textiles del país, en las cuales en la última década han fallecido unos 100 trabajadores al año, sin contar con las dos últimas grandes tragedias: en la última en la que se han contabilizado ya más de 300 víctimas confirmadas, y la de noviembre, un incendio que se cobró más de 110 vidas.

En ambos casos hay circunstancias que hacen aún más dramática la situación y que desvirtúan la expresión accidente laboral. En la de hace cinco meses, varios trabajadores aseguraron que cuando sonaron las alarmas los jefes les dijeron que siguieran en sus puestos de trabajo porque se trataba de un simulacro de incendio.

El martes, un día antes del derrumbe, aparecieron grietas en el edificio. Según medios locales, encargados de algunas oficinas que estaban en ese mismo inmueble ordenaron a sus trabajadores que lo abandonaran; sin embargo responsables de las plantas de confección ordenaron que siguiera todo como de costumbre.

La cadena de responsabilidad

En ambos casos también hay nombres comunes detrás, por ejemplo el del gigante Walmart, la mayor cadena de supermercados del mundo, donde esas prendas se venden a un precio muy barato.

Según el Foro Internacional de los Derechos Laborales (ILRF, por sus siglas en inglés), Ether-Tex, una de las empresas que trabajan en el edificio, presumía en su web de tener a Walmart-Canada como cliente. La empresa se ha limitado a decir que lo está investigando, como otras grandes que han aparecido en las noticias. Solo la irlandesa Primark ha reconocido abiertamente que de ahí salían prendas suyas.

El Foro también ha recordado que Walmart aún no ha compensado a las víctimas de noviembre. Otra organización, el Centro para la Investigación de las Multinacionales (SOMO), publicó un informe el mes pasado en el que analizaba a fondo ese incendio y la situación en general en el sureste asiático. La ONG con sede en Holanda denunciaba que la factoría había recibido solo unos días antes del incendio un certificado de calidad, a pesar de que los auditores habían detectado graves deficiencias de seguridad. Esa parte del informe era confidencial.

Esa es precisamente la excusa que ponen la mayoría de multinacionales cuando subcontratan en estos países a otras empresas, como hizo Walmart en noviembre.

La cadena de subcontratación con innumerables niveles queda muy bien documentada en un reportaje de investigación de la televisión France 2 que se centró en las planas de Inditex en India (disponible en Youtube). A medida que las empresas encargan la producción a una compañía más pequeña, y esta a otra, y así sucesivamente, se pierde el control sobre la seguridad.

Volviendo a Bangladesh, meses después de ese grave incendio solo dos multinacionales han firmado el pacto auspiciado por el ILRF contra los incendios en las fábricas textiles: la estadounidense PVH (Tommy Hilfiger, Calvin Klein) y la alemana Tchibo.

Inditex dijo que ya que aplica criterios “más estrictos” que los definidos ahí y que para asegurar su cumplimiento, casi 300 fábricas en Bangladesh fueron auditadas solo en el periodo 2011-2012.

Una economía pujante

Sin embargo, SOMO advierte del “vínculo mortal que establecen las marcas globales confiando en este modelo fallido de auditorías” y responsabiliza de ello también a los gobiernos de los países donde se vende la práctica totalidad de esa producción, el gran pilar de la economía del antiguo Pakistán Oriental, que crece a un ritmo superior al 6% a pesar de la crisis global.

El sector textil aporta el 80% de las exportaciones bengalíes —casi 15.000 millones de euros— y se sustenta en las zonas especiales de procesamiento de exportaciones (EPZ, en inglés), con excepciones a la legislación en múltiples campos, incluido el laboral.

“Un día de ausencia se castiga con la reducción del salario correspondiente a dos jornadas, el retraso de unos minutos se paga con el sueldo de todo el día, y las ausencias también se penan con el pago tardío de la nómina”, señala Zigor Aldama en un reportaje en El País en el que recogía los abusos sufridos por varios trabajadores.

Y todo por uno de los salarios más bajos del mundo. En el sector se cobran unos 30 euros al mes por jornadas semanales de 54 horas sobre el papel, porque también denuncian que son forzados a realizar horas extras no remuneradas casi todos los días. Y quien se queja es reprimido.

Por su parte, la UE subvenciona indirectamente esta ropa ya que incluye al país en el llamado sistema de preferencias generalizadas, que elimina completamente los aranceles. Una fuente comunitaria citada en La Vanguardia admitía que los Veitisiete “no tienen ni la ambición ni la posibilidad de encarar otros problemas de los países en vías de desarrollo” más allá de fomentar su producción.

La Organización Internacional del Trabajo, dependiente de la ONU, ha denunciado que en el país no existe libertad de asociación ni de sindicación, y que no hay negociación colectiva, y pide a la comunidad internacional que tome cartas en el asunto. Pero de momento, estas consideraciones no se valoran en el comercio mundial capitalista.

Fuente: RTVE.es

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