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Black fraude

Por Toni Roderic para La luz de Melilla El Black Friday o Viernes Negro es una jornada de descuentos en cadenas y grandes establecimientos comerciales con gran tradición en EEUU. Se inició en 1961, en Fila-delfia, al día siguiente de la festividad de Acción de Gracias, para inaugurar la tempora-da de compras navideñas. El término […]

25 noviembre 2016

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Por Toni Roderic para La luz de Melilla

El Black Friday o Viernes Negro es una jornada de descuentos en cadenas y grandes establecimientos comerciales con gran tradición en EEUU. Se inició en 1961, en Fila-delfia, al día siguiente de la festividad de Acción de Gracias, para inaugurar la tempora-da de compras navideñas. El término Black Friday se refiere al color de las cuentas de los comercios que un viernes pasan de números rojos a números negros por el aluvión de compras. Una jornada que no viene sola ya que, el primer lunes después de Acción de Gracias, llega el Cyber Monday o Ciber Lunes, para promover compras masivas por internet y que, en EEUU, movió el año pasado 1.500 millones de dólares.

Desde hace unos años, el Black Friday ha sido importado por países como España, a pesar de representar, como ningún otro día, el modelo de consumo que nos llevó a la crisis: despilfarro acrítico y enormes impactos sociales y medioambientales.

En concreto, las ventas en línea durante la campaña del Black Friday y el Cyber Mon-day, llegarán a más de 1.300 millones de euros en España, un 10% más que el Viernes Negro anterior, según estudio realizado por la Asociación Española de la Economía Digital. La distribución comercial por internet espera, estos días, un crecimiento de ven-tas de entre el 20% y el 25%. Las compañías de transporte constatan el crecimiento de las compras en línea en el mercado español, estimándose más de un millón de envíos.

Este modelo de ofertas beneficia, básicamente, a las grandes compañías, oligopolios del descuento, y supone horarios ininterrumpidos y sueldos precarios. Un modelo de incen-tivos de compra a impulsos que desajusta los ciclos del pequeño comercio y zarandea sus posibilidades de subsistencia.

Además, se trata de un modelo que se aleja del consumo consciente e informado, y del objetivo esencial de conocer la trazabilidad del producto, porque las ofertas esconden, ante la idea de oportunidad única irresistible, sus impactos sociales y medioambientales. Tras los grandes descuentos se encuentra la encarnizada lucha por los precios y las promociones, guía que señala el camino de un modelo productivo globalizado donde la necesidad de reducir costes presiona hasta límites vergonzosos la mano de obra barata.

Algo más de un cuarto de la población mundial, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en 2013, forma parte de una sociedad de consumo para clases medias que pone a prueba cada día, en millones de supermercados, tiendas y centros comerciales, el mayor sistema productivo jamás conocido. Aunque se presenta como eficaz, es un sistema incapaz de resolver necesidades básicas como la alimentación mundial, con uno de cada ocho habitantes del planeta sufriendo hambre crónica, mientras un tercio de los alimentos que se producen cada año terminan en la basura se-gún constata la FAO.

El modelo de producción y consumo Low Cost y la estructura oligopolística de las grandes multinacionales no sólo ha traído una crisis que castiga la pobreza, sino que ha puesto en jaque la viabilidad de su propia materia prima: el planeta Tierra.

Por todo esto, resulta descorazonador que algunos ayuntamientos de izquierda de nues-tro país se sumen gozosos a este Black Friday, promocionando las compras y el consumo desaforado, cuando lo que deberían hacer es promocionar el consumo responsable.

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