El buen vivir contra el capitalismo

Alternativas a la organización de la vida en el contexto europeo A pesar de que las crisis son épocas donde gana el miedo y el conservadurismo, también son momentos propicios para repensar los paradigmas en los que nos movemos. Esto ha ocurrido con el «buen vivir»; un concepto surgido en la América andina que pone […]

27 febrero 2015
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Alternativas a la organización de la vida en el contexto europeo

A pesar de que las crisis son épocas donde gana el miedo y el conservadurismo, también son momentos propicios para repensar los paradigmas en los que nos movemos. Esto ha ocurrido con el «buen vivir»; un concepto surgido en la América andina que pone sobre la mesa un interrogante urgente: ¿hacia dónde vamos?

[El Salmón Contracorriente] La idea del buen vivir no es, ni mucho menos, reciente. Recoge el “Sumak Kawsay”, uno de los elementos clave de la mitología indígena de los kichwa, donde en una visión sorprendentemente moderna del mundo, la vida del ser humano solo es posible engranada a su entorno natural y a la felicidad de la sociedad a la que pertenece.

El último número de la Revista PAPELES trata sobre esta idea del “buen vivir”, con el objetivo de aterrizarla en nuestro contexto y ofrecer claves propositivas acordes con nuestra cultura. Para empezar, la crisis que estalló en 2008 ha puesto en duda incluso el clásico paradigma del beneficio como principal objetivo empresarial. El buen vivir comienza justo por el lado contrario: preguntándose por el bienestar de las personas e incorporando las dimensiones personal, social y medioambiental a ese análisis.

Sin embargo, según María Eugenia Rodríguez Palop, profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III, el concepto de buen vivir no puede equipararse con el de bienestar, aunque no lo excluya, porque no mide únicamente los niveles de consumo o ingresos alcanzados: “Buen vivir es vivir bien, sin dañar ni a los otros ni a la naturaleza”, explica.

Cristina Carrasco, profesora de Teoría Económica en la Universitat de Barcelona, denuncia que “desde la política y la economía oficiales, se continúa relacionando el crecimiento económico -medido por la producción de mercado- con el bienestar” y señala que en el buen vivir las relaciones interpersonales tienen un papel fundamental.

“El amor recíproco, la amistad, la participación civil o política” se consideran bienes relacionales entre los que Carrasco destaca el cuidado. Pero el trabajo de cuidados no se puede medir; no se pueden calcular las dimensiones subjetivas, emocionales y de organización que implica y, por ello, son aspectos difícilmente transformables en dinero.

Desde la perspectiva del derecho, Rodríguez Palop señala, además, la necesidad de concebir los derechos desde una visión relacional, “porque solo así se puede compatibilizar el Derecho con la defensa del bien común y las exigencias del buen vivir”.

Al preguntarse por los objetivos de las sociedades, el concepto de “buen vivir” pone en duda las ideas de desarrollo y bienestar, clásicamente orientadas a incrementar el nivel de ingreso y la riqueza monetaria, y en nuestro contexto europeo podría ser una buena fuente para proponer soluciones a las crisis civilizatoria a la que nos enfrentamos.

Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial, explica que la actividad económica sigue ocultando que el desarrollo histórico de nuestra sociedad se debe a la explotación de tres ámbitos: el Tercer Mundo, la mujer y la naturaleza. Sin embargo, “los aspectos relacionales, culturales y medioambientales influyen más en la felicidad que el nivel de renta que tengamos”. Incluir estos elementos abre la perspectiva hacia “otras formas de organización social ajustadas a las particularidades históricas y culturales alternativas a las que ofrece en nuestros días el capitalismo depredador de la naturaleza, apisonador de las culturas de los pueblos y empobrecedor de las relaciones sociales” [1].

En esa línea, Koldo Unceta, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad del País Vasco, trata de poner sobre la mesa la siguiente cuestión: ¿deben tratar de formularse propuestas para un desarrollo alternativo o, por el contrario, lo que se trataría es de plantear alternativas al desarrollo?

A lo largo de los últimos años, el buen vivir ha sido popularizado como un concepto abierto, con potencialidad para integrar diversas corrientes de pensamiento críticas con el proyecto desarrollista. Para Koldo Unceta, “desmaterialización, desmercantilización y descentralización” son cuestiones relevantes para plantear propuestas alternativas de organización de la vida. El buen vivir, es por tanto, una buena guía de futuro. Ahora solo queda seguirla.

[1Santiago Álvarez Cantalapiedra. Artículo completo

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