Políticas Públicas

El proyecto de imaginar una economía popular y solidaria en el Ecuador

De la Economía Social y Solidaria hacia la Economía Popular y Solidaria En septiembre de 2008, los ecuatorianos aprobaron mediante un referéndum una nueva Constitución escrita durante aproximadamente seis meses por representantes elegidos específicamente para este propósito. La Constitución, la vigésima de la historia del Ecuador, es un documento extenso y cargado de esperanzas. Ha […]

20 agosto 2012
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De la Economía Social y Solidaria hacia la Economía Popular y Solidaria

En septiembre de 2008, los ecuatorianos aprobaron mediante un referéndum una nueva Constitución escrita durante aproximadamente seis meses por representantes elegidos específicamente para este propósito. La Constitución, la vigésima de la historia del Ecuador, es un documento extenso y cargado de esperanzas. Ha sido aclamada por otorgar derechos importantes, incluso los derechos de la naturaleza, y por reconocer una pluralidad de “soberanías” (por ejemplo, la soberanía alimentaria); a la vez ha sido criticada por fortalecer el poder ejecutivo y por expandir las atribuciones del Presidente actual Rafael Correa, en particular en lo que respecta a su facultad para restringir las actividades de los movimientos sociales.

La aprobación de la Constitución puso en marcha múltiples actividades legales e institucionales, entre ellas la reorganización de ministerios y la elaboración de leyes y reglamentos capaces de cumplir con las exigencias de los nuevos mandatos constitucionales. Una de estas leyes, que fue aprobada en abril del 2011 y que entró en vigencia en mayo del mismo año, es la Ley Orgánica de la Economía Popular y Solidaria y del Sistema Financiero Popular y Solidario (LOEPS).

 

LOEPS cumple con el mandato expuesto en el Artículo 283 de la nueva Constitución:

El sistema económico es social y solidario; reconoce al ser humano como sujeto y fin; propende a una relación dinámica y equilibrada entre sociedad, Estado y mercado, en armonía con la naturaleza; y tiene por objetivo garantizar la producción y reproducción de las condiciones materiales e inmateriales que posibiliten el buen vivir. El sistema económico se integrará por las formas de organización económica pública, privada, mixta, popular y solidaria, y las demás que la Constitución determine. La economía popular y solidaria se regulará de acuerdo con la ley e incluirá a los sectores cooperativistas, asociativos y comunitarios.

El modelo económico aquí esbozado corresponde al propuesto del economista argentino José Luis Coraggio, cuyos escritos e ideas han circulado entre muchos de los funcionarios a cargo de la conceptualización de la nueva Constitución, la LOEPS, y su reglamento. Coraggio (e.g., 2011) describe un sistema en el cual la economía actual (que es mixta) se compone de tres esferas imbricadas: las economías públicas, privadas, y populares. En el medio de las tres se encuentra la economía social y solidaria cuya meta es privilegiar la economía social y solidaria sobre los sistemas económicos más tradicionales del Estado y del capitalismo neoliberal. El modelo ecuatoriano varía un poco; por ejemplo, Coraggio señala correctamente que no es necesario que actividades económicas populares sean solidarias a la vez, pero la Constitución ecuatoriana concibe lo popular y lo solidario como una unidad. Sin embargo, la idea central es igual: reconocer, promover, y fomentar el desarrollo de una economía diferente, con principios, valores y prácticas diferentes, “otra economía” que se dirige hacia la reproducción de la vida; donde prima el ser humano y el trabajo sobre el capital, así como los intereses colectivos sobre los individuales—éstas son algunas de las frases que aparecen frecuentemente en conversaciones sobre la Constitución y la economía social y solidaria. Lo que puede ser el contenido de esta transformación—lo que pueden ser los principios, valores, y prácticas alternativas y lo que puede significar “el ser humano,” “el trabajo,” o “la vida”—es exactamente lo que está en juego actualmente en el Ecuador.

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Este mandato constitucional ha generado a lo largo de los últimos cuatro años una oleada de esfuerzos legales e institucionales dirigidos particularmente hacia la llamada economía popular y solidaria (EPS). Se imagina con frecuencia que la EPS incluye una diversidad extraordinaria de actividades, emprendimientos, y organizaciones: de empresas familiares, artesanos, comerciantes minoristas de la calle a bancos comunales, cajas barriales o comunitarias de ahorro y crédito, e iniciativas más formales como la variedad de cooperativas en el Ecuador—cooperativas de consumo, de producción, de transporte, de vivienda, y las más popularmente conocidas, de ahorro y crédito. Por otro lado, las iniciativas y organizaciones que pueden ser incluidas lógica y prácticamente dentro de los márgenes de la EPS son, como he dicho, frecuentemente asunto de debate. No hay, de hecho, un consenso (ni mucha comunicación) entre actores y agencias del gobierno ecuatoriano sobre las medidas adecuadas para identificar a quienes forman parte de la EPS.

Dos puntos adicionales sobre la EPS: Primero, a pesar de la novedad relativa del término, es un hecho compartido por muchos actores del gobierno y por las organizaciones mismas que la EPS “siempre ha existido” (como me dijo el director de un programa gubernamental). Atrás de muchos de los proyectos y las propuestas de la EPS existe un conjunto compartido de narrativas históricas: una noche larga y oscura de neoliberalismo, que culmina en la crisis financiera de los años 1998-99 y la dolarización de la economía ecuatoriana en el año 2000, seguida del amanecer de un nuevo día económico y político: la elección de Correa, la aprobación de la nueva Constitución, y la promoción—en la retórica y las políticas públicas de su gobierno—de ciertas concepciones alternativas del Estado, servicio público, desarrollo, economía, y finanzas. Una colección de cambios radicales que se agrupan bajo el estandarte de la llamada Revolución Ciudadana. La EPS tiene un rol significativo en esta revolución. Por ejemplo, algo fundamental en esta historia de redención es el hecho de que, después de la crisis y la dolarización, muchos ecuatorianos acudieron a las organizaciones que ahora están agrupadas dentro de la EPS, en particular a las cooperativas de ahorro y crédito, como alternativas al sector financiero formal. Funcionarios del gobierno me recuerdan a menudo que, aunque más de la mitad de todos los bancos ecuatorianos quebraron durante la crisis, ni una cooperativa fracasó. De hecho, algunos me han sugerido que la EPS “salvó” a la economía ecuatoriana. Es decir, a pesar de su invisibilidad, se dice que las organizaciones de la EPS han sido un pilar de estabilidad durante tiempos de crisis.

Segundo, sin embargo, la “visibilización” de estas formas de actividad económica y organización social se entiende como un paso esencial para la realización de una economía diferente del capitalismo neoliberal y de los socialismos estatales del siglo 20. La EPS, en otras palabras, representa una herramienta importante para construir la economía social y solidaria de la Constitución. De ahí deriva toda la actividad gubernamental reciente: la composición y aprobación del LOEPS; la creación de una Superintendencia de la Economía Popular y Solidaria; la fundación y luego renovación del Instituto Nacional de la Economía Popular y Solidaria; y una variedad de iniciativas nacionales, provinciales, y municipales. A través de estos esfuerzos se pretende estudiar, visibilizar, desarrollar, fomentar, y regular la diversidad de formas en las que se constituye la economía popular y solidaria.

El objetivo de este breve post no es ofrecer un mapa de lo que puede ser la EPS, ni tampoco hablar de las entidades que pueden poblarla, sino simplemente indicar dos tropos potencialmente conflictivos que están asociados con la EPS: un tropo de interconectividad y un tropo de movilidad.

Manos y Pies

Además de las entrevistas que he realizado con funcionarios y autoridades de varias entidades del gobierno ecuatoriano, he dividido mi trabajo de campo en Quito en dos tipos de organizaciones socioeconómicas cotidianas: las cajas familiares y barriales de ahorro y crédito y una asociación de vendedores de un mercado urbano. Aunque sea, en cierta forma arbitraria, la decisión ha resultado oportuna, porque si las cajas de ahorro y crédito representan el lado “solidario” de la economía popular y solidaria, la asociación de comerciantes representa lo “popular.” De hecho, se presentan los dos tipos de organización como paragones para destacar los diferentes aspectos de la EPS.

Lo solidario para los ecuatorianos se traduce en unión y conexión. Una imagen muy común usada de lo solidario es una imagen de manos, frecuentemente agarradas—o sea, varios apretones de manos a través de los cuales se forma una red.

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El mensaje es claro: la asociatividad e la interconexión, la solidad lograda a través de la convivencia y (una frase utilizada a menudo para describir la solidaridad) “ayuda mutua.” El uso de las manos también da a entender la reciprocidad como base de la organización social. Los socios de algunas de las cajas con quienes trabajo describen la fundación de su organización como el intercambio recíproco de ayuda, apoyo, y (cuando se trata de una caja familiar) cariño. Dicen que dicho intercambio genera la base de confianza necesaria para compartir sus ahorros. Además, la imagen de las manos se refiere a la importancia del trabajo, y en particular al trabajo hecho con las manos, en descripciones de la EPS (por ejemplo, la feria inclusiva auspiciada por el Instituto Nacional de la Economía Popular y Solidaria que se llama “Hecho a Mano”).

Lo popular evoca imágenes diferentes. Aunque he escuchado una y otra vez que la EPS no es ni debería ser “una economía pobre para pobres,” los ecuatorianos por lo general entienden “lo popular” como una categoría de clase socioeconómica. Es decir, lo popular sugiere una identidad colectiva basada en una diferencia clasista. Relacionado a la “clase obrera,” “la clase popular” incluye una circunscripción más amplia, algo semejante a la idea del “pueblo” o “la masa”—todos aquellos que no pertenecen a la élite, la aristocracia, y lo capitalista de la sociedad, y quienes forman parte del suelo originario del cual surge la nación. De hecho, los estudiantes de Latinoamérica notarán que lo popular hace referencia también a una cierta política izquierdista. Para muchos quiteños y quiteñas, lo popular evoca la idea de la informalidad laboral, la falta de trabajo fijo con salario mensual. Los trabajadores “populares” tienen que arreglárselas por cuenta propia e improvisar sus actividades económicas. Las imágenes de tales personas son de vendedores de los mercados, artesanos, pequeñas empresas y empresarios—en resumen, el comercio, y especialmente el comercio de la calle. “La economía popular y solidaria es para mí,” una autoridad del gobierno me dijo, “la señora de abajo que vende choclos en la calle.”

Si lo solidario está representado visualmente por imágenes de manos interconectadas, tal vez se expresa mejor lo popular con imágenes de pies: los pies de quienes caminan por las calles, para ganarse la vida y “seguir adelante” o para expresar su descontento político. Seguramente es el caso del mercado donde trabajo; la mayoría de los comerciantes allá venden calzado.

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Escritores como Benjamin Orlove (1998) y Mary Weismantel (2001: 188-190) han descrito una economía moral de zapatos en el Ecuador. La aparición de ciertos zapatos, proponen, en ciertos cuerpos— una persona indígena que usa sandalias, alpargatas, u ojotas; una mujer mestiza, tacos negros y lustrosos; los gringos, en cambio, botas gruesas y pesadas —reafirma jerarquías estriadas por raza y clase. Un interlocutor me explicó una manera de identificar a los “pelucones”—un epíteto que quiere decir gente adinerada, pero frecuentemente nuevos ricos—de Quito: “Cuando un tipo baja de un carrazo, en un terno de moda, con zapatos Venus”—una marca económica de calzado fabricada en el Ecuador—“ya sabes que es pelucón.” Es decir, ponerse ciertos modelos de zapatos puede ser una forma de identificar el estatus de otros y por lo tanto una forma de manejar el estatus de uno mismo. Los zapatos pueden demostrar la posición social de una persona e indicar su “movilidad,” incluso movimiento en el espacio social.

Por supuesto, estos discursos también pueden ser invertidos. Coraggio, por ejemplo, identifica dos tipos de solidaridad: una solidaridad “democrática” simbolizada por las manos interconectadas y otro tipo de solidaridad tipificada por la caridad. El caso característico del segundo es el de una persona con más recursos ofreciendo su “solidaridad” a otros que no tienen, manteniendo y reforzando la relación jerárquica que existe entre ambos. Si la solidaridad democrática se expresa en términos de intercambio recíproco, la solidaridad de caridad se expresa a través del acto de lanzar monedas a los pies de otro. Y si la solidaridad puede conllevar la diferencia y la desigualdad, lo popular también, como ya he señalado, puede implicar la fortaleza política de unión y unidad. Los mismos zapatos que se pueden usar para hacer una distinción también pueden servir como “vehículos” de marchas y protestas—otra forma de movilidad, frecuentemente puesta al ritmo de los cánticos de los manifestantes, quienes destacan el rol de lo popular: “¡Luchando / creando / poder popular!” O: “¡Un pueblo / unido / jamás será vencido!”

No hay nada inherente o intrínseco acerca de los significados de la solidaridad o lo popular—o cualquiera de los componentes de “otra economía,” sea social, solidaria, y/o popular. Ambos términos son polisémicos y pueden ser usados para significar diversas cosas. Sin embargo, las líneas trópicas de falla—destacadas por el debate sobre el papel de la economía popular y solidaria en la transformación auto-reflexiva del Estado, la Economía, y la Sociedad en el Ecuador—también indican ciertos retos intransigentes: ¿Cómo se puede promover la unión y fomentar relaciones sociales sólidas? ¿Cómo se puede lograr un equilibrio entre los intereses individuales y colectivos, o entre las relaciones horizontales y las jerárquicas? ¿Qué tipos de prácticas generan instituciones fuertes y perdurables? Y ¿cómo se puede recompensar el trabajo y potenciar la igualdad? Estas son algunas de la preguntas que quienes quieren poner en práctica los principios y valores de una economía a la vez popular y solidaria tendrán que enfrentar.

Taylor C. Nelms

Muchas gracias a Lourdes Aguas por su ayuda en revisar la traducción de este post.

Referencias

Coraggio, José Luis. 2011. Economía Social y Solidaria: El Trabajo Antes que el Capital. Quito: Ediciones Abya-Yala.

Orlove, Benjamin. 1998. Down to Earth: Race and Substance in the Andes. Bulletin of Latin American Research 17(2): 207-222.

Weismantel, Mary. 2001. Cholas and Pishtacos: Stories of Race and Sex in the Andes. Chicago: University of Chicago Press.

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