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La apropiación del bien público para lucro privado

M. en A. José Luis Gutiérrez Lozano* El debate entre los presidenciables en México dejó a varios aún más confundidos y a la enorme mayoría, todavía más al margen de tan importante transición política que se avecina en julio. Por una parte, con la estrategia que en los tiempos del autoritarismo se hubiese definido como […]

8 mayo 2012
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debate futbolM. en A. José Luis Gutiérrez Lozano*

El debate entre los presidenciables en México dejó a varios aún más confundidos y a la enorme mayoría, todavía más al margen de tan importante transición política que se avecina en julio. Por una parte, con la estrategia que en los tiempos del autoritarismo se hubiese definido como “cono de silencio”, el grupo que ha monopolizado el poder político mexicano desde hace tres décadas logró mantener al proceso electoral fuera de la mira de las mayorías.

Beneficiado con una concesión de televisión abierta, el dueño de Televisión Azteca, Ricardo Salinas Pliego, se mofó abiertamente de la inteligencia del pueblo de México al afirmar que “su” cadena de televisión transmitiría un partido de fútbol por tener este mayor “rating”(valor que determina la proporción de personas de una población, expuestas a cierto medio de difusión) que el debate. A través de la programación generada con criterios comerciales y nunca sociales, las dos cadenas que dominan el mercado utilizan el espectro electromagnético que les fue concesionado por el Estado han lucrado con la progresiva eliminación de contenidos con valor comunitario, cultural o de participación social.

A través de sólo 4 canales de televisión, canal 2 y 5 de Televisa  y canales 7 y 13 de Televisión Azteca, la participación de audiencia en el horario estelar de lunes a viernes del oligopolio televisivo se estima en 94.8%; 65.4% y 29.4% respectivamente conforme a datos calculados a partir de: Presentación TV Azteca 2010 y http://www.lamac.org/mexico/comunicados. El poder comunicador del Estado Mexicano ha sido cedido a ambos consorcios privados de forma descarada, dejando sólo dos posibles razones por haberlo hecho: por tontos o por abusivos. La cuestión es que, tratándose de un bien eminentemente público, el derecho de uso del espacio para la transmisión de contenidos ha evidenciado un abyecto intercambio de favores para que tanto unos, los concesionarios, como los otros, el grupo político que concesionó, lucren de una u otra manera con ello.

En cualquiera de los casos, el tratamiento que con esta perversa coalición se da a nuestra población es sólo en su carácter de consumidores y no como ciudadanos. Con ello, el gobierno concesionario y los dueños del oligopolio atentan contra los más elementales derechos humanos que se consagran en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Sin embargo, la misma fuerza que tienen para manipular a la opinión pública les otorga la coraza de protección que logran con la mansedumbre y ciega cooperación de la población domada. El principal beneficiario ha sido nuevamente el grupo en el poder, que enmascarado como Partido Acción Nacional (PAN), hace todo lo posible para proteger a su candidato para mantener ocultos y a salvo sus grandes negocios y ofreciendo cumplir con migajas a una población acallada, cegada, empobrecida.

El más reciente caso de esta patética y perturbadora situación se dio este domingo en el marco del debate entre los candidatos presidenciales. Una ínfima parte de la población, aproximadamente 50 mil direcciones electrónicas distintas , accedieron el debate a través de internet. Otra parte, aún sin una cifra estimada de radioescuchas, pudo seguir a los contendientes a través de las estaciones de radio, en un día y horario en el cual generalmente es muy reducida la audiencia. La mayor parte de los 79 millones de personas que integran la lista nominal de electores que están siendo llamados a votar por alguno de los cuatro candidatos presidenciales este primero de julio, ni los vieron ni los oyeron. Es más, aún los que en las redes sociales pudieron intercambiar opiniones respecto al debate, al final de éste discutían más sobre el escote y entallado vestido de la edecán que acerca de lo que dijeron los candidatos.

Sólo a algunos resulta evidente la perversa confabulación lograda por el grupo que se adueñó del gobierno. Se combinó un debate empobrecido por el propio organizador –el Instituto Federal Electoral- con el cono tradicional de silencio que se ha logrado gracias a las televisoras que esto se asegurarían otros seis años de pingües ganancias a costa de millones de mexicanos convertidos en consumidores compulsivos de los espejos y lentejuelas ofrecidos a través de sus pantallas.

Finalizado el primer tercio de esta “in-justa electoral” sólo un candidato hizo patente la falla que desde sus entrañas agobia a nuestro país: la existencia de un grupo que maniata y controla para no dejar ver que sí hay soluciones para todos nuestros problemas. Sólo esta opción opositora y el propio grupo montado sobre el poder saben que para que México encuentre de nuevo su ruta de desarrollo, es necesario desmantelar esa confabulación de unos cuantos en detrimento de los demás. Quitar a ese 1% no sólo es labor de los mexicanos. En mayor o menor medida en todo el mundo se hace evidente esta dictadura de la minoría. Sólo que, mientras controlen los medios de comunicación masiva, la lucha para erradicar la injusticia, se tendrá que dar en las calles, de casa en casa y de boca en boca. El despertar, la adquisición de conciencia ciudadana, no será fácil ni inmediato, pero es absolutamente necesario. De aquí al próximo debate, el 10 de julio, en este segundo tercio, como en la fiesta brava, habrá que doblegar –desenmascarando- a ese ente grupal adueñado de los poderes fácticos. Y eso es labor de todos los que deseamos un México mejor, en un mundo más justo y equitativo, que sí es posible.

* Presidente de Fundación Ahora A.C., asociación que promueve la Economía Solidaria en la región centro-occidente de México con más de una década de trabajo.

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