Comercio Justo

La esclavitud infantil que esconde una barrita de chocolate

Artículo de Belén Hernández para blog Planeta Futuro de El País La película ‘The Chocolate Case’ investiga la mano de obra que produce el cacao y cuenta cómo tres periodistas se convirtieron en dueños de una marca de comercio justo, famosa en Holanda Están en todas partes. Junto a la caja del supermercado. En la […]

24 octubre 2019
Fuente:elpais

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esclavitud infantil

Artículo de Belén Hernández para blog Planeta Futuro de El País

La película ‘The Chocolate Case’ investiga la mano de obra que produce el cacao y cuenta cómo tres periodistas se convirtieron en dueños de una marca de comercio justo, famosa en Holanda

Están en todas partes. Junto a la caja del supermercado. En la tienda de alimentación de la esquina. En las máquinas de vending de los hospitales y la oficina. En la gasolinera. En el duty free de cada aeropuerto. Con nombres y colores llamativos. Cada barrita de chocolate que se cruza en tu camino tiene una historia, pero ¿hay esclavitud infantil detrás de ella? ¿Soy culpable cómo consumidor de que esos niños sean esclavos? ¿Podría ir a la cárcel?

Esto es lo que se preguntaron tres periodistas que indagaron de dónde viene la mano de obra que produce el cacao y lo denuncian en The Chocolate Case, una de las películas del Another Way Film Festival, que celebra estos días su quinta edición en Madrid. Spoiler: su investigación para un programa de la televisión holandesa a principios de los años 2000 los acabó convirtiendo en los dueños de una marca de chocolate de comercio justo, la más famosa en los Países Bajos.

— ¿Policía?

— Sí, díganos.

— Puede que suene extraño, pero creo que he financiado esclavitud infantil.

— ¿Cómo?

— He escuchado que las grandes marcas de chocolate usan mano de obra infantil.

¿Y come mucho chocolate?

— Sí.

— No se preocupe, todos comemos mucho chocolate. Tenga un buen día, señor.

Las distintas tabletas de chocolate de Tony Chocolonely.

Las distintas tabletas de chocolate de Tony Chocolonely. ANOTHER WAY FILM FESTIVAL

¿Qué consumidor se acusaría a sí mismo de financiar esclavitud infantil por comer chocolate y estaría dispuesto a ir a prisión? Esta llamada la realizaba en 2003 el periodista Teun Van Der Keuken a la policía local de Amsterdam y no podría imaginar que ese sería el comienzo de The Chocolate CaseAsí quería el protagonista de esta conversación y Maurice Dekkers y Roland Duong, los otros dos periodistas implicados en la investigación, destapar la explotación en la industria del cacao en Keuringsdienst van Waardeun, un programa sobre alimentación y consumo en la televisión holandesa que produjeron juntos hasta 2005. «Lo que podía parecer una broma estaba respaldado con un gran trabajo periodístico, aunque su comportamiento fuera muy travieso”, explica por videollamada Benthe Forrer, la directora del documental que diez años después revisitó la historia de cómo ellos tres se convertirían más tarde en los dueños de Tony Chocolonely, una marca de chocolate de comercio justo, la más famosa en los Países Bajos.

La chispa para que este grupo de periodistas irreventes decidiera abordar así su trabajo fue un pequeño artículo en la página 11 de un periódico en el que se informaba de la venta de niños esclavos en un mercado de Mali. «¿Una historia así tan pequeña? Esto debería ser un titular en la primera página», reflexiona Maurice Dekkers en el documental. «Queríamos que la gente pensase y mostrarles las consecuencias. Todo el mundo sabía que Teun no iba a acabar en prisión, pero la duda de que fuera posible le daba más emoción al programa», contextualiza Forrer, la directora de esta película, una de las propuestas presentadas en el Another Way Film Festival, que celebra su quinta edición en Madrid entre el 24 y el 27 de octubre.  

África occidental, principal productor de cacao en el mundo

Cartel del documental 'The Chocolate Case'.

Cartel del documental ‘The Chocolate Case’. ANOTHER WAY FILM FESTIVAL

Si Kam Sami Felix no trabajaba, sus captores le pegaban. Recibía una comida al día, tan escasa, que le hizo perder mucho peso. No podía parar si tenía algún dolor o estaba cansado, y le estaba prohibido hablar con sus hermanos, Erik y Herman, dos esclavos más en esa plantación de cacao en la que había más de 500 personas en Costa de Marfil. Si se hubiese negado a trabajar se lo hubieran llevado por la noche, la práctica habitual de sus esclavistas, para hacerlo desaparecer y ser reemplazado por otro. Al final, y después de la primera guerra civil que sufrió el país, consiguió huir hasta Burkina Faso, donde cuenta su historia en 2005 frente a los líderes locales, que recogen su testimonio en una máquina de escribir, testimonio que se ve completo en The Chocolate Case.

Pero, ¿cómo un consumidor de chocolate en Europa podía se acusado de esclavitud infantil en África? Van Der Keuken estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias. Si las grandes marcas de chocolate no querían darle información de sus actividades, él iría hasta Costa de Marfil —país que aporta el 40% del cacao que se produce en el mundo— o Burkina Faso para conocer de primera mano a los agricultores y proveedores del cacao y usar su testimonio para ir a juicio. Por eso, el testimonio de Kam Sami Felix era crucial para ellos. Era uno de los tres testigos que usaría el periodista para autoinculparse ante un juez en Holanda. “Una de las cosas que aprendimos cuando hicimos el programa es que la industria del chocolate es muy hermética y es muy difícil conseguir información. Fue uno de los motivos por los que decidimos ser parte de ella y montar una nueva marca. Así tendríamos mejor acceso a los agricultores que cultivaban el cacao”, explica la documentalista Forrer. Y así es como nació Tony Chocolonely.

¿Una historia así tan pequeña? Esto debería ser un titular en la primera página

Maurice Dekkers, periodista

Unicef estima que hay alrededor de 200.000 niños esclavos en la industria del cacao en África occidental. Esta región abarca el 70% de la producción mundial, una sector que emplea a 2,2 millones de niños, según un informe realizado por 15 ONG europeas en 2018. «Creemos que solo luchando contra la pobreza extrema de las familias es la única forma de conseguir erradicar el trabajo infantil. Trabajamos con todas las partes y los agentes implicados; productores, traders, industria, gobiernos, instituciones, para trabajar y conseguir que los productores tengan unos ingresos dignos», explica Paula Pérez Blanco, responsable de comunicación de Fairtrade Ibérica. 

En este proceso kamikaze en el que decidieron embarcarse los protagonistas de esta historia tenían que encontrar productores de cacao e intermediarios de la industria que cumplieran los estándares que el comercio justo establece. Y no fue fácil. «También nos vimos abrumados por el enorme éxito, y al crear una barra de chocolate tan atractiva y con tantas expectativas puestas en ella, teníamos la sensación de que teníamos aún mayor responsabilidad para que todo saliera bien, algo que también dificultaba la realización, incluso, del programa, que era modificado hasta el último minuto», explica Forrer, que también participaba en el show televisivo. “Nos sentíamos fuera de lugar dentro de la industria del chocolate, eramos periodistas y directores de cine”, bromea la cineasta. 

La industria del chocolate es muy hermética y es muy difícil conseguir información. Por eso decidimos ser parte de ella

Benthe Forrer, directora de ‘The Chocolate Case’

Los productores dejaron parte de sus ahorros en conseguir una barrita de chocolate que pudiera llevar el sello ‘100% libre de esclavitud infantil’, pero pronto se convirtieron en una referencia a nivel nacional en Holanda y en parte de Europa. «Decidimos avanzar hasta el final para demostrarle a otras compañías del sector que cuando te haces grande también puedes marcar la diferencia, que hay otra manera de producir más justa”, argumenta Forrer.

«El objetivo de Fairtrade es el apoyo a las personas que en el comercio internacional están jugando con desventaja, en concreto a pequeños productores y productoras, así como trabajadores y trabajadores en países en vías de desarrollo. La red global de Fairtrade persigue un objetivo claro de desarrollo; reducir la pobreza en el Sur global a través de un comercio más responsable y justo». explica Pérez Blanco«Nos dimos cuenta que aunque las cosas se pusieran difíciles y acabes contra un muro, siempre habrá un camino para rodearlo y seguir siendo fiel a tu objetivo», reflexiona Forrer. «Si al menos una persona se siente inspirada, eso me hace feliz”, concluye la directora. Al final de toda esta historia consiguieron que su chocolate estuviera libre de esclavitud infantil. El final, a pesar de la dificultades, fue dulce. 

Requisitos para ser una marca de comercio justo

Para pertenecer al sello Fairtrade hay que cumplir tres estándares y estar sometido a auditorias externas regulares. Eso son los estándares:

Estándar económico

  • Que se establezca un precio mínimo de la materia prima. «Es una red de seguridad para el productor en caso de crisis», explica Paula Pérez, de Fairtrade Ibérica.
  • Que haya contratos a largo plazo entre el agricultor y el intermediario y para los trabajadores acorde a la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Estándar social

  • Trabajar para la igualdad real entre hombres y mujeres.
  • Prohibida la esclavitud infantil.
  • Promover la asociación de trabajadores en forma de cooperativa.

Estándar medioambiental

  • Prohibido el uso de determinados fertilizantes.
  • Gestión eficiente del agua.
  • Evitar la deforestación de los bosques por el uso indiscriminado de la tierra de cultivo.

Fuente: Fairtrade Ibérica

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