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Neoliberalismo y crimen

Por José Luis Gutiérrez Lozano El “catarrito” diagnosticado en 2008 por Agustín Carstens, es ya la peor crisis económica en 120 años de la historia mexicana, según ha dicho el mismo especialista apenas iniciado el 2012. Sin dejar de cobrar su sueldo, ni como secretario de Hacienda ni como actual gobernador del Banco de México, […]

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Por José Luis Gutiérrez Lozano

El “catarrito” diagnosticado en 2008 por Agustín Carstens, es ya la peor crisis económica en 120 años de la historia mexicana, según ha dicho el mismo especialista apenas iniciado el 2012. Sin dejar de cobrar su sueldo, ni como secretario de Hacienda ni como actual gobernador del Banco de México, durante casi seis años ha implementado la política económica del país siguiendo su errada visión. Como titular de Hacienda, diseñó la parte fiscal de la política económica que incidió concentrando aún más la riqueza y desde hace dos años conduce la parte monetaria que mantiene a una enorme mayoría de la población alejada del acceso a créditos oportunos y accesibles.

Siendo realmente un operador del Consenso de Washington, no puede cargársele toda la culpa por implementar las medidas que dicta el manual con el que trabaja toda una generación de economistas de la corriente neoliberal.

 El potencial económico de México se encuentra comprimido por la camisa de fuerza que se le impuso desde hace ya tres décadas, con la estrechez del que hasta ahora ha sido el pensamiento único en materia económica. La escuela de la Universidad de Chicago se ha constituido en el abrevadero intelectual de las universidades mexicanas que han provisto de economistas a los gobiernos priístas y panistas desde la década de 1980.

La escuela de Chicago —cuyo más preclaro exponente es Milton Friedman, creador de la “doctrina de shock”— se sustenta en la escuela de los clásicos que desde hace más de dos siglos confían en la “mano invisible” del mercado, para asignar eficientemente los recursos escasos entre la población. No en balde ha sido esta corriente económica la predilecta de los poderes fácticos del mundo globalizado, cuyo efecto más contundente ha sido la concentración de riqueza por parte de los monopolios. Los regímenes adictos a este poder omnímodo global que han sido prohijados en todo el mundo, se encuentran hoy en día ante crisis económicas —las más profundas en más de un siglo— que son aparentemente insolubles, en tanto se pretenden corregir aplicando este pensamiento único.

El propio padre de la economía clásica, Adam Smith, antecedente de la neoclásica o neoliberal, ya señalaba en 1776 las condiciones para que esta teoría económica fuese funcional: la riqueza procede del trabajo humano, no de la especulación. Y señalaba muy puntualmente que no existiendo monopolios, oligopolios u otras prácticas desleales, la libre competencia y libre concurrencia harían que la economía funcionara adecuadamente. Partía del supuesto que en los agentes económicos tenían más o menos similar poder y tamaño, por lo cual los mercados debían funcionar mientras se asegurase a todos los participantes, el acceso a éstos de forma irrestricta y equitativa. La ciega aplicación de los principios de la economía clásica, en su moderna versión llamada neoliberal, al no existir en la vida real estos principios fundamentales, afecta severamente la expectativa de vida y la propia viabilidad de millones de seres humanos sobre el planeta. La teoría económica así aplicada por los centros de poder monopólico global —auspiciada por secuaces en puestos clave de los gobiernos— se ha convertido en instrumento del crimen contra la humanidad en la guerra por la hegemonía mundial en el Siglo XXI.

Carstens y similares operadores continúan insistiendo ciegamente en derramar los cada vez más exiguos recursos fiscales y monetarios, en una economía donde conviven agentes de disímbolo poder y tamaño. Sin vasos comunicantes entre estos agentes que componen la estructura poblacional y productiva, sin libre acceso a los mercados y libre flujo de información resulta disfuncional el liberalismo económico. Así, en vez de permitir la reactivación general, la insistente derrama de recursos, exacerba la concentración de la riqueza. Se otorgan créditos para la compra de bienes y servicios de los mismos grupos monopólicos a los que regresa el dinero, abultando consistentemente la deuda de la población en general. La manipulación mediática orienta las preferencias de consumo a productos y servicios tan desligados de las economías locales como ajeno a los intereses de la mayoría, resulta el figurín que promueven para ocupar la silla presidencial durante los próximos seis años.

La ceguera ideológica resulta evidentemente criminal, cuando ante la sequía y heladas sufridas en 2011, la ciega derrama de recursos del Fondo Nacional para Desastres Naturales (Fonden), ignora las severas distorsiones generadas al campo mexicano durante siglos de desigual explotación y marginación poblacional. El recurso financiero se desperdicia ahora mismo cuando en vez de llegar al productor, privilegia a los mercados internacionales de granos y alimentos ligados a los centros de poder global. Se importan granos para mal alimentar un país que ha visto perder su soberanía alimentaria en pocos años.

 De manera similar se han desmantelado las industrias básica y manufacturera del país. La política de privilegiar, incluso con importantes estímulos fiscales a la inversión extranjera, ha contribuido a desplazar a la producción de las micro, pequeñas y aun medianas empresas nacionales. Desconociendo la forma de interactuar de las partes que constituyen la economía —la funcionalidad estructural—, la política económica no ha hecho sino acrecentar la crisis que los economistas neoliberales no se pueden explicar. La pobreza se exacerba contribuyendo al rompimiento del tejido social como resultado de la crisis.

 La terquedad y obstinación con que la teoría neoliberal se aplica desde hace decenios, a favor de unos y afectando a muchos, es un acto criminal que debería ser denunciado y penalizado. El acervo cultural de la humanidad ofrece alternativas que ya se han dado a conocer en este espacio y ahora, ante la criminal obcecación de nuestros políticos, continuaré exponiendo.

Twitter: @josgutie

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