Ecologismo

¿Cómo se recicla la ropa usada?

EL CORREO visita la planta de Koopera en Mungia, donde personas en riesgo de exclusión social tratan 4.500 toneladas de prendas al año. Se higienizan y se venden a precio de saldo: trajes de comunión desde 9 euros, gabardinas de hombre por 8,99… También hay bañadores de otra temporada con la etiqueta puesta y hasta […]

15 marzo 2016
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EL CORREO visita la planta de Koopera en Mungia, donde personas en riesgo de exclusión social tratan 4.500 toneladas de prendas al año. Se higienizan y se venden a precio de saldo: trajes de comunión desde 9 euros, gabardinas de hombre por 8,99… También hay bañadores de otra temporada con la etiqueta puesta y hasta un vestido de novia de un famoso diseñador.

La bufanda del Racing del Santander y la camiseta de la última gira de Fito y los Fitipaldis, para el envío a Temuco, casi 700 kilómetros al sur de Santiago de Chile. El abrigo de piel, para la tienda de Oviedo. El microondas, para despiezar, porque no hay forma de hacerlo funcionar, pero se puede aprovechar el plástico de la puerta y algunas piezas como repuestos. Entre varios zapatos desparejados, un cojín sin la funda, un par de bolsos marrones, camisetas que han pasado más de un verano, un pantalón que todavía lleva puesta la etiqueta, un puzzle a falta de contar las piezas (porque se cuentan, una a una)… asoma el bracito de plástico de una muñeca. Ya no sirve como compañera de juegos pero el trajecito (un pichi verde y blanco) y hasta los lacitos rojos que le sujetan dos coletas se pueden reciclar como fibra para asientos de coche, por ejemplo, que se añade a la espuma para darle consistencia. El plástico del cuerpo de la muñeca (le han quitado previamente las pilas) es polietileno y también podría tener un segundo uso, en forma de bolsa de plástico o botella.

El objetivo, «residuo cero». Podría ser el eslogan de Koopera. Lo están intentando pero aún hay un 2% de material que no tiene aprovechamiento. EL CORREO visita la planta de reciclaje y reutilización que tiene en Mungia la Red Social Koopera, un proyecto de magnitud creciente participado por Cáritas que favorece la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social. Personas con dificultades para la integración social y laboral que con la idea de que entren en el mercado de trabajo dan sus primeros pasos en esta planta de reciclaje, en las treinta tiendas que tiene la cooperativa repartidas por España (la mitad de Euskadi) y en las otras patas que sujetan esta iniciativa de carácter social que ofrece servicio de acompañamiento de mayores, préstamo de bicicletas, cursos de formación…

Arriba, una empleada empareja los zapatos. Abajo Teo muestra una camiseta de una gira de Fito y Fitipaldis que tiene como destino Chile. A la derecha, un traje de comunión prácticamente nuevo listo para pasar al proceso de higienización.Arriba, una empleada empareja los zapatos. Abajo Teo muestra una camiseta de una gira de Fito y Fitipaldis que tiene como destino Chile. A la derecha, un traje de comunión prácticamente nuevo listo para pasar al proceso de higienización.Arriba, una empleada empareja los zapatos. Abajo Teo muestra una camiseta de una gira de Fito y Fitipaldis que tiene como destino Chile. A la derecha, un traje de comunión prácticamente nuevo listo para pasar al proceso de higienización.

 

Arriba, una empleada empareja los zapatos. Abajo Teo muestra una camiseta de una gira de Fito y Fitipaldis que tiene como destino Chile. A la derecha, un traje de comunión prácticamente nuevo listo para pasar al proceso de higienización.

La planta de Mungia, en el polígono de Zabalondo, es la joya de Koopera. Por allí pasan 5.400 toneladas de ropa al año, desde bikinis de otra temporada que ha donado una tienda porque no los ha vendido (en la etiqueta se ve que han estado rebajados un 30%), hasta trajes de comunión con una puesta que en el mercado de segunda mano se revenden por un módico precio de entre 9 y 35 euros. Zapatos casi nuevos (hay unos fantásticos, en terciopelo azul, por lo menos ocho centímetros de tacón), abrigos de marca que salvo circunstancia excepcional «no se venderán más caros que a 46 euros», camisetas a 4,29 euros, un vestido de novia de una conocida firma de diseñadores…», cuenta Teo Chavez, director del área de Inclusión Sociolaboral de Koopera. Y rescata una anécdota: «En una ocasión encontramos en una prenda la documentación de un perro. La dueña llamó para reclamarlo y pudimos devolvérsela».

La actividad en la planta de reciclaje no cesa ni de madrugada porque todos los días, a las nueve y media de la noche, la ropa que ya ha sido clasificada pasa a una sala para su higienización. «Las prendas vienen limpias y hasta dobladitas. Aún así pasan un proceso de higienización con una máquina que expulsa ozono lo suficientemente denso para acabar con cualquier resto. El mismo sistema que se utiliza para la desinfección del agua potable».

«Un ‘look’ completo por 40 euros»

Chaleco mujer: 3,49 euros; pantalón niño: 2,99; gabardina hombre: 8,99; camisa de mujer: 4,29 euros… «Un ‘look’ completo sale por 40 euros», calculan en la sección de tiendas de Koopera. Una factura más que asequible para bolsillos holgados, que de esos también se ven en las tiendas de Koopera, cada vez más. «En Alemania la ropa de segunda mano siempre ha sido una opción de moda. Yo estuve en Berlín a finales de los noventa y había megatiendas que vendían prendas de los 70 y los 80. En Francia también hay mucha cultura de la segunda mano y la reutilización y allí han sacado los primeros vaqueros cien por cien reciclados, fabricados con fibra de algodón de prendas que iban a tirarse a la basura». En España la fiebre ‘vintage’ asomó hace cuatro o cinco años y está plenamente instalada. Prueba de ello, la proliferación de mercadillos de segunda mano y el público cada vez más amplio y heterogéneo que entra a las tiendas de Koopera. «Hay gente que no tiene recursos y viene con cheques de Cáritas canjeables por prendas, eligen las que quieren. Se acabó eso de darle al que no tiene tal prenda. No, ellos tienen una cantidad de dinero para canjear y eligen en función de sus gustos. Y cada vez más personas que antes compraban en tiendas convencionales viene buscando alguna prenda especial, que encima va a encontrar mucho más barata». Ropa… y electrodomésticos, porque Red Social Koopera tiene también una línea que vende electrodomésticos de segunda mano o destockajes de empresas; canastillas del lavavajillas, platos del microondas y otros repuestos pequeños.

A mediodía ya se amontonan en el almacén varios burros de perchas listos para higienizar y enviarse, al día siguiente, a las tiendas que Koopera tiene en Euskadi (diez en Bizkaia, tres en Gipuzkoa y dos en Álava): ‘Durango, Ronda, Fernandez del Campo (Bilbao)’, reza en las etiquetas. «La prenda se rota hasta tres veces antes de descartarla», explican los responsables de Koopera, que han extendido su ámbito de actuación y tienen tiendas también en Cantabria, Asturias, Teruel, Valencia, Castellón, Alicante, Albacete y Almería. «Funcionamos como una cooperativa de cooperativas. Por eso, si en alguna ciudad existía ya un proyecto de reutilización de ropa antes de que llegáramos nosotros, les animamos a unirse a la Red Koopera.

Además, tienen proyectos similares en Chile y en Rumanía, en ambos sitios con la misma premisa de favorecer la inserción de personas en riesgo de exclusión social. «Elegimos Chile porque es un país que no tiene apenas industria textil, si la tuviera no habríamos entrado, no nos vamos a cargar una de sus actividades principales. Además, es el único país de Latinoamérica que permite la entrada de ropa usada y el hecho de que la ropa venga de Europa tiene un valor añadido». Allí se tiene especial querencia por «las chaquetas de cuero» y en Rumanía también tiene mucha aceptación la ropa de aquí. «Entramos porque en ese país hay mucho negocio de segunda mano».

Entre el 13% y el 15% de la ropa que la gente deposita en los contenedores de Koopera (blancos en Euskadi y rojos fuera, todos ellos con los logotipos de Koopera y Cáritas y los sellos de los gobiernos provinciales, que garantizan un uso legal y con un fin social) acaba en las tiendas que tienen en todo el Estado. El resto, según su estado, se exporta o se recicla para acabar convertida en trapos para la limpieza industrial, hilo de coser, etc. «A lo que no vale para vender le quitamos botones, cremalleras, lo que llamamos, ‘insertos’ para dejar solo la fibra de poliester». Uno de los trabajadores se afana a velocidad en eliminar botones de camisas y pantalones medio rotos. «El objetivo es que reutilice todo, aunque todavía tenemos un dos por ciento de prendas que no tienen ninguna utilidad», advierte Teo Chávez.

La decisión de dónde va cada prenda la toman en décimas de segundo los empleados de la planta de Mungia, que dan una orden verbal al ordenador a través de un micrófono: ‘Peque Camerún’, ‘Manga larga Temuco’, ‘Tienda’… «Primero nos aseguramos de que no va nada en los bolsillos, y de que la prenda no esté rota. Como en la región de Tamuco, en Chile, hace fresquito se envía la ropa de más abrigo y a zonas de calor la de verano», explica una de las empleadas, que lleva 17 años en el puesto. «Este vestidito de rayas de niña está en buen estado, es actual, vendible, así que lo llevaremos a una de las tiendas de Bilbao».

Teo señala las 'balas' plastificadas listas para el envío al extranjero. Abajo, detalle de una muñeca rota de la que se aprevechará todo y, a la derecha, una de las trabajadoras prepara la ropa lista para higiniezarse y enviarse, al día siguiente, a las tiendas de Bilbao y Bizkaia.Teo señala las 'balas' plastificadas listas para el envío al extranjero. Abajo, detalle de una muñeca rota de la que se aprevechará todo y, a la derecha, una de las trabajadoras prepara la ropa lista para higiniezarse y enviarse, al día siguiente, a las tiendas de Bilbao y Bizkaia.Teo señala las 'balas' plastificadas listas para el envío al extranjero. Abajo, detalle de una muñeca rota de la que se aprevechará todo y, a la derecha, una de las trabajadoras prepara la ropa lista para higiniezarse y enviarse, al día siguiente, a las tiendas de Bilbao y Bizkaia.

 

Teo señala las ‘balas’ plastificadas listas para el envío al extranjero. Abajo, detalle de una muñeca rota de la que se aprevechará todo y, a la derecha, una de las trabajadoras prepara la ropa lista para higiniezarse y enviarse, al día siguiente, a las tiendas de Bilbao y Bizkaia.

Lo que se manda fuera se empaqueta en ‘balas’, unos paquetes plastificados que pesan entre 25 y 400 kilos. Además de los mercados de Chile y Rumanía, también venden ropa a otros países. «Lo vendemos a países y organizaciones que cumplen determinadas condiciones éticas, que no tienen mano de obra esclava, que pagan a sus trabajadores… Estamos buscando un proyecto social en África, pero es complicado porque no hay organización social».

Una pequeña parte del presupuesto de Koopera procede de subvenciones públicas, en Euskadi del Gobierno Vasco concretamente, y el resto de una actividad que reinvierte los beneficios en generar nuevos puestos de trabajo. «Aquí no hay reparto de beneficios ni retorno cooperativo. El dinero se reinvierte en generar nueva actividad para crear puestos de trabajo». Actualmente hay 433 personas implicadas en Red Social Koopera, de las que 242 son puestos de inserción. «Todo lo hacemos desde dentro. Nos saldría más barato subcontratar a una empresa para que fabricase los contenedores de ropa, por ejemplo, pero haciéndolo nosotros estamos generando entre 4 y 6 puestos de trabajo», explica Chávez, y señala unas placas apiñadas a la entrada de la nave de Mungia que se armarán para dar forma a los cubículos donde la gente deposita la ropa.

Las personas de inserción que contrata Red Social Koopera tienen contratos de entre uno y tres años porque la idea es que pasado ese tiempo hayan adquirido habilidades sociales y laborales suficientes para incorporarse al mercado de trabajo ordinario. «Cuando acaban tienen un proceso de acompañamiento de entre 3 meses y dos años. El año pasado cuarenta personas finalizaron el contrato con nosotros y el 52% ya han encontrado otro empleo». De ese porcentaje, 18 se han quedado en Koopera como cooperativistas, grado que alcanzan al cabo de año y medio aproximadamente.

Una de las encargadas de la clasificación de la ropa. Da la orden a un micrófono y esta queda registrada en el ordenador. Abajo, una de las tiendas de Koopera.Una de las encargadas de la clasificación de la ropa. Da la orden a un micrófono y esta queda registrada en el ordenador. Abajo, una de las tiendas de Koopera.Una de las encargadas de la clasificación de la ropa. Da la orden a un micrófono y esta queda registrada en el ordenador. Abajo, una de las tiendas de Koopera.

 

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