Ecologismo

Consumo responsable, la alternativa ecológica

M. en A. José Luis Gutiérrez Lozano* La sociedad de los EEUU y todo el mundo acababan de estremecerse al conocer el derrumbe de las Torres Gemelas, el adyacente Edificio 7, la irrupción de un misil en el Pentágono y del avión cerca de Shanksville, Pensilvania durante el fatídico 11 de septiembre de 2001 (11-S), […]

5 septiembre 2012
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M. en A. José Luis Gutiérrez Lozano*consumismo

La sociedad de los EEUU y todo el mundo acababan de estremecerse al conocer el derrumbe de las Torres Gemelas, el adyacente Edificio 7, la irrupción de un misil en el Pentágono y del avión cerca de Shanksville, Pensilvania durante el fatídico 11 de septiembre de 2001 (11-S), cuando el presidente Bush salió a los medios de comunicación a pedir la solidaridad de sus compatriotas. No pidió orar, no solicitó condolerse y apoyarse mutuamente, no pidió actos comunitarios de solidaridad; pidió a los norteamericanos salir a comprar.

Ya pronto serán 11 años desde aquel día cuando la sociedad estadounidense sumó a sus muertos 2 mil 973 personas, a los varios millones de muertos que por hambre o por guerras ha generado el capitalismo salvaje en los últimos 50 años en el mundo. Al día de hoy, habiéndose reunido durante 11 años mucho material probatorio por varios especialistas –en explosivos, balística, física, ingeniería, etc.–, hay una cantidad creciente de estadounidenses que cuestionan seriamente la veracidad de la versión oficial sobre el ataque del 11-S. La duda razonada sobre un posible montaje criminal por parte del gobierno estadounidense, inducida por poderosos intereses, fue desechada o minimizada en su momento durante las investigaciones que realizó la comisión creada ex profeso por el gobierno de G.W. Bush. Para ello fueron capaces de cooptar a juristas, militares, peritos gubernamentales, varios distinguidos profesionistas y miles de periodistas que coadyuvaron de manera inocente o maliciosa a construir esa bandera falsa: urgente represión y contención del terrorismo internacional.

Mientras el pueblo de la potencia norteamericana manifestaba su entereza ante los graves acontecimientos ejercitando su músculo económico a través del consumo, incluyendo la adquisición a crédito de segundas y terceras viviendas, la versión oficial de los hechos justificó dos muy notorias leyes por su carácter represivo y una cómoda ventaja política para la reelección de Bush. Noviembre del 2008 marcó el límite de la farsa. El colapso del sistema financiero global, impulsado por la absorción de los activos tóxicos creados y multiplicados (por parte de la banca  internacional) durante el frenético consumismo de los años inmediatamente anteriores, constituyó el inicio de una debacle económica mundial que aún no termina de manifestarse y ya provoca graves conflictos en varios países.

Joseph Goebbels, el jefe de propaganda nazi –que ya en ocasión anterior cité y que por curiosas casualidades cobra actualidad– decía que un gobierno podía mentir a toda la gente cierto tiempo o a poca gente todo el tiempo, pero no podía mentir a todos todo el tiempo. Así como el 11-S se revela como una bandera falsa que sirvió a oscuros intereses económicos, las facciones locales de los grandes monopolios globales continúan provocando en diversas partes del mundo –sus “colonias”–, varios otros eventos que benefician a estos mismos y a sus secuaces.

Para defender sus posiciones económicas y recuperar espacios políticos que las garanticen, los poderes fácticos globales y sus secuaces en diversos países han sido capaces de manipular a políticos, agencias gubernamentales, comisiones especiales, jueces y tribunales. La construcción de banderas falsas, ilusiones mediáticas y eventos traumáticos (doctrina de shock les llama el economista Milton Friedman) en todos los casos en donde se ha llevado a cabo el coloniaje económico moderno, cuenta con el apoyo del aparato propagandístico y tiene un costo que se paga a la larga: se minan las bases del pacto que cohesiona a la sociedad.

La coacción y cooptación del marco normativo, del sistema de impartición de justicia, del aparato que avala la imposición o simula la democrática elección de un gobierno afín, crean en las sociedades que sufren el coloniaje un severo e irremediable deterioro ya que da lugar a la corrupción. Desde las sucias maniobras de la guerra fría, hasta las intervenciones de mercenarios económicos y políticos que con precisión quirúrgica han realizado incruentos –y a veces imperceptibles– golpes de estado en América Latina, Asia y África en los últimos 50 años, el daño a las instituciones jurídicas y al Pacto Social de los países afectados, ha propiciado corrupción en sus sociedades. Con el 11-S los EEUU sufrieron en su propio territorio la asonada militar y cultural que lanzó a su sociedad al vasallaje consumista. Hoy en día esa sociedad cuestiona a través de la creciente “movilización ocupa” y la no colaboración con los poderes fácticos –los grandes consorcios industriales y financieros– la continuidad de ese sistema económico.

Sobredebilitadas las bases institucionales resulta imposible construir estructuras sociales, económicas y políticas sólidas. Como sucede en la construcción de un castillo de naipes, el precario equilibrio de la base, limita la capacidad para sobreponer capas superiores y lo endeble del material que condiciona la solidez de la estructura toda. Para que las sociedades no cuestionen, no despierten, se fomenta un sistema educativo deficiente e ilusiones consumistas que garantizan organización política nimia e inconsecuente: sin democracia plena, transparencia, contraloría social ni rendición de cuentas.

El consumo inducido es parte fundamental en la estrategia. Así como Bush lo hizo evidente con su discurso fúnebre y de arenga nacional post 11-S, los mexicanos hoy son invitados a dar vuelta a la hoja. “México ya eligió”, se repite sin cesar por casi todos los medios de comunicación. Toca ahora volver  a nuestras costumbres de diversión y preocupaciones cotidianas. A perseguir los afanes de poseer lo que la industria global nos ofrece, a comer lo que nos traen de fuera, aunque dañe y sacrifique nuestra soberanía alimentaria.

Sin embargo, poco a poco y gracias al uso de la libertad informativa que ofrece internet, la concientización sociopolítica permite distinguir el frágil sustento de ese castillo de naipes en que los poderes fácticos han transformado a nuestras sociedades. Su sostén depende de la fuerza de consumo de los pueblos avasallados. El consumo responsable y la creación de mercados sociales resulta la mejor estrategia política, mucho mejor que cualquier manifestación de protesta, para emancipar a pueblos enteros de ese moderno coloniaje.

Twitter: @jlgutierrez

* Presidente de Fundación Ahora A.C., asociación que promueve la Economía Solidaria en la región centro-occidente de México con más de una década de trabajo.

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