Consumo Responsable

El otro coste de vestir a la moda

El otro coste de vestir a la moda Concienciar sobre las condiciones en que trabajan las mujeres que cosen nuestra ropa es el objetivo del libro ‘Fabricado por mujeres’, editado por la Campaña Ropa Limpia de SETEM Un bolso de cuero o un par de guantes de Prada no sólo tienen un coste elevado para […]

15 diciembre 2008

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El otro coste de vestir a la moda

Concienciar sobre las condiciones en que trabajan las mujeres que cosen nuestra ropa es el objetivo del libro ‘Fabricado por mujeres’, editado por la Campaña Ropa Limpia de SETEM

Un bolso de cuero o un par de guantes de Prada no sólo tienen un coste elevado para el comprador. También para los trabajadores encargados de fabricar esos productos, luego objetos de deseo de muchas y muchos que anhelan vestir a la moda. Largas jornadas de trabajo, salarios miserables, pésimas condiciones laborales, en fin, como las que se dan actualmente en la fábrica de piel DESA de Turquía.

El pasado mes de abril, centenares de trabajadores y trabajadoras de DESA, que produce para las marcas Prada, Mullberry, Louis Vuitton, Aspinals of London y Samsonite, y para los diseñadores británicos Nicole Fahri y Luella, decidieron unirse al sindicato Deri Is: el sindicato turco de los trabajadores del sector de la piel. Desde entonces, 44 trabajadores y trabajadoras han sido despedidos y otros 55 han sido forzados a dimitir de sus cargos sindicales.

Este caso, que acaba de denunciar públicamente la ONG SETEM, desgraciadamente es sólo un ejemplo de los muchos que se producen en países de Asia, Europa del Este, Latinoamérica o El Magreb. Dar a conocer esta realidad para concienciar a los consumidores sobre esa otra cara que se oculta detrás de lo que compran es uno de los objetivos de SETEM a través de su Campaña Ropa Limpia (CRL), que lleva en marcha a nivel internacional desde finales de los años 80, cuando se empezó a tomar conciencia de la globalización, surgieron movimientos de consumidores y ONG’s como SETEM empezaron a exigir a las empresas códigos de conducta. En esta campaña se enmarca el libro Fabricado por mujeres , que SETEM acaba de editar en castellano -ya se lanzó en inglés en 2005- y que se presentó el pasado martes en la librería La Hormiga Atómica de Pamplona, donde se vende al precio de 15 euros. «Se puede decir que el libro va sobre las mujeres que nos cosen la ropa en condiciones inaceptables», dice Lut Vansant, portavoz de CRL estatal.

Fabricado por mujeres incluye 17 testimonios de mujeres, muchas trabajadoras o ex trabajadoras del sector textil, y muchas también activistas por los derechos laborales en este campo. Inducir a la compasión es lo último que persigue el libro. «No queremos provocar eso de mira qué pobrecitas estas mujeres, lo mal que lo pasan y lo explotadas que están… Al contrario, hacer ver que si el asunto se enfoca desde la realidad que viven estas trabajadoras, nos daremos cuenta de que estamos todos en el mismo barco. Ellas sufren las malas condiciones, y nosotros la presión de ese invento que es la moda y que nos crea la ilusión de que somos libres para elegir y decidir, pero eso no es real porque sólo puedes elegir entre lo que te ofrecen», explica Vansant, para quien hay un enemigo común: el actual modelo económico.

la competencia sobre la miseria

La lucha por lo más barato

La competencia en el sector textil es, según Vansant, «la competencia sobre la miseria: donde haya más barato, allí van las grandes multinacionales». Los trabajadores, trabajadoras en su mayoría, cuando son conscientes de su situación intentan organizarse. «Pero en muchos de estos países no hay libertad sindical. Y en fábricas donde la gente intenta organizarse, a la mínima se les despide o se les intenta comprar con sumas decentes para ellos que viven en la miseria», cuenta Vansant, para quien, no obstante, «quienes viven en circunstancias más duras suelen tener mayor capacidad de organización que aquí, donde la comodidad de vivir mejor hace que nos cueste más ser reivindicativos. Allá tienen menos que perder…», añade.

«La gran mayoría de las mujeres que trabaja hoy en la confección textil es gente muy joven que de primera generación ha salido de su pueblo con la idea de trabajar 3, 4 ó 5 años, hacerse un dinero y volver. Pero esa vuelta, en la mayoría de los casos no se produce», explica Lut Vansant. De ahí la necesidad de que los sindicatos busquen la manera de amoldarse a las circunstancias de estas mujeres. «El salario no es lo único que ellas cuestionan. Se trata de la organización social en su conjunto. Por ejemplo, que las reuniones sindicales se hagan en la barriada donde viven y cuando los niños ya se han acostado, porque si no les es imposible asistir», propone la portavoz de la Campaña Ropa Limpia, al tiempo que augura: «El cuento de estas empresas que van invirtiendo en otros países de manera muy barata y amenazando con que si no se van a otro lado, se está acabando. Queda el interior de África por explotar, pero allí hay tan pocas infraestructuras que ni regalando las fábricas la gente invertiría ahora allí», dice.

No obstante, sí destaca que se dan casos de «chinos que van a producir ahora a África, y a veces ni siquiera trabajan con africanos, llevan trabajadores chinos en barcos para medio año y ya está». Algo que, dice, también se da en España. «En Talavera de la Reina conocemos la existencia de talleres, legales o ilegales, ni se sabe, donde traen chinos para producir. El mundo al revés…».

Cómo se presiona a las marcas

A través de la Campaña Ropa Limpia, SETEM está en contacto con organizaciones de trabajadores de más de 40 países. Cada campaña trabaja las empresas que tienen sede central en su territorio. En España, Inditex, Adolfo Domínguez, Mango, El Corte Inglés e Induyco. Marcas que han deslocalizado la mayoría de su producción, llevándola fuera del país. Allí donde se producen abusos, las organizaciones de trabajadores informan a la ONG, y ésta se pone en marcha. «Primero se intenta hablar con la empresa en el país en cuestión a ver si hay manera de resolver el conflicto, amenazándole con llevarlo a las multinacionales. Si no da resulado, vamos a las marcas y les explicamos la manera que tienen de intervenir. Si el empresario local no reacciona, la marca puede retirar sus pedidos, su colección de allí, que es una amenaza directa. Y si eso no funciona, se intenta que no haya más producción», dice Lut Vansant, quien explica que el último recurso -pero a veces el más efectivo- es «presionar a la empresa amenazándolA con hacer público el caso. Ahí suelen reaccionar porque la publicidad es la base de su venta, viven de ella». >p.e.c.

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