Feminismos

El techo de cristal del cooperativismo

Por Jordi Garcia Jané (jordi@apostrof.coop) En agosto pasado, Chris Herren fue elegida secretaria general de Co-operative UK, la organización general del cooperativismo británico, que agrupa a más de quince millones de personas socias. Han sido necesarios 143 años para que una mujer ocupara el cargo más importante de esta organización, pese a que el cooperativismo […]

17 septiembre 2013
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Por Jordi Garcia Jané (jordi@apostrof.coop)

En agosto pasado, Chris Herren fue elegida secretaria general de Co-operative UK, la organización general del cooperativismo británico, que agrupa a más de quince millones de personas socias. Han sido necesarios 143 años para que una mujer ocupara el cargo más importante de esta organización, pese a que el cooperativismo británico fue pionero en otorgar a las mujeres la igualdad de derechos y deberes como socias en las cooperativas.

Recordemos que, entre las 28 personas que en 1844 iniciaron la mítica cooperativa de Rochdale, cerca de Manchester, se hallaba una mujer, Ann Tweedale, que firmó con ellos y en nombre propio el documento de constitución. Esto ocurría cincuenta años antes de que un país reconociera el sufragio femenino (Nueva Zelanda, en 1893) y sesenta antes de que las mujeres británicas pudieran votar en unas elecciones.

La cooperativa de Rochdale participó en campañas para que el Parlamento de Westminster promulgara una ley que evitara que las propiedades de las mujeres, cuando se casaban, pasaran a los maridos; se ganó en 1870. Más en general, el cooperativismo británico apoyó la lucha de las sufragistas. Ya en 1830, la feminista y cooperativista irlandesa, Anna Doyle Wheeler, publicó The rights of women en el periódico cooperativista British Cooperator. Medio siglo después, en 1883, se creó la primera organización cooperativa de mujeres, la Women’s Co-operative Guild, impulsada por Mary Lawrenson y unas cincuenta mujeres más. Esta entidad, aún existente, participó en las campañas por el sufragio femenino, los derechos reproductivos y la igualdad salarial con los hombres.

La veta feminista del cooperativismo no debería sorprendernos. Tal como nos hace observar la historiadora británica Rachael Vorberg-Rugh, las primeras cooperativas, las cooperativas de consumo, prosperaron porque las mujeres quisieron, ya que eran quienes compraban en ellas, aunque la mayoría de veces los hombres fueran formalmente los socios.

La importante presencia de la mujer en el cooperativismo es una realidad también constatada en el Estado español. En Estudio sobre la realidad social y laboral de las mujeres en el cooperativismo asociado en España, elaborado por el Departamento Confederal de la mujer de COCETA (Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado), leemos que las mujeres representan el 48% del total del cooperativismo de trabajo de España. Hace unos días, en el curso sobre “Visiones del desarrollo, alternativas y herramientas para la transformación social”, de la Universidad de Córdoba, en el que participo como docente, nos preguntábamos ―Alba, Rosabel, Victoria, Rocío y Mercedes y yo mismo― si la superior presencia de las mujeres en el cooperativismo y la economía solidaria, significa que ellas son más “alternativas” que ellos, o bien la razón de que estén más presentes se debe a que cooperativas y otras empresas de la economía solidaria se consideran socialmente fórmulas empresariales subalternas, “de serie B”, dirigidas a colectivos con dificultades de inserción laboral como las migrantes, las personas con movilidad reducida o las mujeres en general.

Mi impresión es que influyen factores de diversa índole que se retroalimentan. Es cierto que las mujeres muestran mucho interés por la economía social y solidaria; lo constato en los cursos, charlas y proyectos sobre este tema en donde participo, en el que hay tantas mujeres como hombres, o incluso más mujeres. Pero, por otra parte, muchas actividades de la economía solidaria corresponden a sectores tradicionalmente feminizados, como los cuidados, la educación o el comercio. Asimismo, estas empresas, al no estar orientadas a obtener el máximo beneficio económico, permiten tener en cuenta racionalidades distintas a la económica, de donde resultan empresas con una cultura más cooperadora, con mayores posibilidades de conciliar la vida profesional con la personal y la familiar, y con mayor igualdad salarial entre hombres y mujeres. Todo ello, como es natural, atrae a muchas mujeres.

En cambio, lo que cuesta más lograr es la paridad en los cargos, tanto societarios como empresariales, así como en los trabajos mejor remunerados. Según ese mismo estudio de COCETA, tan sólo un 18,8 % de los puestos directivos de las cooperativas de trabajo lo ejercen mujeres. Volviendo a la Gran Bretaña, el equipo directivo de The Co-operative Group, que es la principal cooperativa británica y europea por número de personas socias (más de cinco millones), lo forman dieciséis hombres y cuatro mujeres. En cambio, el 70 % de las personas socias de The Co-operative Group son mujeres…

El techo de cristal, por lo tanto, sigue existiendo. Como decíamos en el curso de la Universidad de Córdoba, las iniciativas de la economía social y solidaria son potencialmente favorables a la equidad de género, pero sin un esfuerzo continuado para convertir la potencia en actos cotidianos, estas empresas y entidades acaban comportándose como la mayoría de su entorno y reproducen las prácticas discriminatorias. Por eso son tan importantes iniciativas como poner en marcha planes de igualdad; crear comisiones de género, tal como ha hecho Coop57; la autoorganización de las mujeres cooperativistas, como Amecoop en Andalucía; publicar medios de debate y reflexión, como la revista Cuadernos de Mujer y Cooperativismo; introducir en los reglamentos y las leyes cooperativas medidas que garanticen la igualdad de género, como está haciendo la Federación Valenciana de Cooperativas de Trabajo Asociado (Fevecta) o Amecoop en la nueva ley andaluza de cooperativas, y fijarse objetivos concretos, tal como finalmente se ha marcado The Co-operative Group: lograr que en 2018 el 40% de dirigentes de la cooperativa sean mujeres. Porque las organizaciones de la economía solidaria ni de ningún otro tipo no son transformadoras de per se ni para siempre; la emancipación debemos ganarla cada día.

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