Viabilidad económica del Turismo Comunitario
A pesar de que el Turismo Comunitario (TC) ha generado importantes aportes en el desarrollo rural allí donde ha logrado consolidarse (véase: Aportes del Turismo Comunitario al desarrollo rural), también es cierto que no todas las iniciativas emprendidas han logrado sobrevivir. Lograr la viabilidad económica es el gran reto que afronta el TC en estos momentos. Por obvio que pueda parecer es necesario recordar que la clave para que el TC pueda llegar a ser un factor de desarrollo rural es que las iniciativas comunitarias puedan poner en marcha una oferta de calidad, diferenciada y una capacidad de gestión y comercialización que les permita funcionar más allá del apoyo de la cooperación internacional. Para ello hay múltiples factores en los que incidir: disponer de infraestructuras y vías de acceso adecuadas, generar una oferta de actividades y servicios de calidad, posicionarse de forma diferenciada, optimizar las capacidades de administración, acceder a sistemas de financiación, mejorar las capacidades de promoción y comercialización, etc.
Diversificación versus especialización
Pero afrontar el reto de la viabilidad económica no es un asunto meramente técnico, sino de orientación política sobre el tipo de desarrollo rural al que se aspira. Ser viables económicamente no pasa necesariamente por la especialización y la conversión de las iniciativas comunitarias en empresas dedicas en exclusiva a la actividad turística. Las orientaciones que propugnan la especialización turística y el logro de ventajas comparativas en la prestación de dichos servicios no toman en cuenta principios básicos de la economía campesina, en la que se inserta el TC. En el contexto rural actual en América Latina la especialización turística supone vulnerabilidad y dependencia en relación a un rubro externo cuya dinámica no pueden controlar las organizaciones comunitarias. Por el contrario, el turismo debe formar parte de una estrategia de diversificación productiva, dentro de una dinámica de complementariedad, no sustitutiva, de las actividades agropecuarias tradicionales.
Para las familias campesinas lo esencial es garantizar su alimentación y el impulso de otros rubros, como el turismo, necesariamente queda supeditado a lo fundamental: producir alimentos. En toda esta discusión la palabra clave es diversificación, no especialización. Los servicios turísticos pueden ser un medio de ampliar las actividades productivas, del mismo modo que lo pueden ser otras actividades, si la comunidad lo desea, si tiene las condiciones, si logra desarrollar actividades y servicios atractivos, si consigue comercializarlos. El turismo puede ser una forma de diversificar las actividades económicas de una comunidad, pero no la única vía, ni necesariamente la más importante, y mucho menos una opción para todo el mundo. Es por ello que es especialmente importante que los planes de desarrollo comunitario no estén centrados en un solo rubro, ya sea el turismo o cualquier otro, sino en la diversidad y complementariedad de acciones que pueden favorecer al conjunto de su población y que, a su vez, traten de evitar los riesgos de generar nuevos procesos de diferenciación y agudización de las desigualdades.
Tomar en cuenta los límites del mercado
Al mismo tiempo hay que ser conscientes de los alcances reales del mercado turístico y evitar las falsas expectativas. Sería necesario reconocer que no todas las comunidades en el ámbito rural pueden esperar tener el mismo éxito con el turismo. Sencillamente no es posible que la demanda pueda ampliarse indefinidamente. Poner en marcha iniciativas turísticas comunitarias es complicado y requiere voluntad, esfuerzo, organización, pero también algunas condiciones (atractivos turísticos, accesibilidad, diferenciación, etc.).
Uno de los rasgos que han caracterizado al TC es su excesiva dependencia hacia el exterior. Son muchos los motivos por los que debería reducirse esta situación. El modelo turístico dominante, sostenido por los costes relativamente baratos de los billetes de avión, está entrando en graves dificultades por las tendencias de fondo hacia un progresivo encarecimiento de los precios del petróleo y reducción de la diversidad de destinos comerciales. Además su impacto ecológico hace totalmente insostenible el modelo. La orientación hacia el mercado internacional del TC incrementa la vulnerabilidad de su población en relación a factores externos sobre los que las comunidades no pueden incidir. A nuestro entender, la viabilidad económica del TC depende más del fortalecimiento de mercados turísticos locales, con circuitos de corta distancia, de base nacional y regional, y evitar la dependencia del mercado internacional. No se trata de negar la posibilidad de encontrar oportunidades en el ámbito internacional, pero el desarrollo del TC no puede sostenerse sobre bases tan frágiles.
El TC puede ser parte de una estrategia de desarrollo turístico alternativo al modelo dominante, basado en la articulación de cadenas hoteleras internacionales con proyectos turístico-residenciales de capital mayoritariamente extranjero. Pero sólo puede ser una parte. Por si sólo el TC no puede ser la alternativa. Necesita construir una alianza con la pequeña y mediana empresa turística local y nacional. Sólo la articulación y encadenamiento de estos dos grupos (comunitarios y pequeños y medianos empresarios locales) puede permitir un desarrollo turístico de carácter endógeno. Impulsar procesos de estas características no es tarea fácil, por lo que la labor de la administración local es de gran importancia.
Una apuesta por la autonomía económica
En los últimos tiempos se escuchan con insistencia voces que defienden la necesidad que las poblaciones rurales logren insertarse de alguna u otra forma en las empresas turísticas convencionales. Esto incluye también al TC. Si bien es lógico que una determinada iniciativa comunitaria trate de ampliar sus posibilidades de comercialización con las posibilidades que tiene más cercanas, este tipo de orientación presenta problemas cuando se plantea en términos globales como propuesta de desarrollo rural.
El objetivo de enfoque es reducir la pobreza a partir del incremento de ingresos netos a través del turismo. Sin embargo, un aumento de ingresos que no vaya acompañado de una mengua de la desigualdad difícilmente puede lograr cambios reales en la dinámica de la pobreza. El problema, además, es que las propuestas de vinculación del TC al turismo convencional legitiman de hecho los mega-proyectos turístico-residenciales. Buscar alianzas que supeditan el TC a los mega-proyectos es, a nuestro entender, una estrategia errónea, porque no se está tomando en cuenta la dimensión política de las relaciones económicas. Implica, de hecho, transferir legitimidad a aquellos que están destruyendo las posibilidades de vida del sector campesino e indígena y trata, en última instancia de desactivar la resistencia de las comunidades a la usurpación de sus recursos (tierra, agua, bosques) y territorios, en la lógica descrita por el geógrafo David Harvey como “acumulación por desposesión”.
Hacer frente a la desposesión
El debate sobre la viabilidad económica del TC necesita abordarse desde una perspectiva más amplia de lo que se ha hecho hasta el momento. El tema principal en discusión debería centrarse en cómo la economía de base comunitaria, vinculada o no al turismo, está funcionando y contribuye a la mejora de las condiciones de vida de la población local. El fortalecimiento de las comunidades, sea a través de la agricultura, la ganadería, la pesca, la agroindustria, la apicultura o el turismo, de forma diversificada y complementaria, en la que el protagonismo y control de los recursos esenciales queda en manos de la gente del lugar organizada colectivamente, es la clave que puede permitir a las comunidades seguir viviendo en sus territorios tradicionales.
El desarrollo turístico no es neutral, conlleva competencia y conflictos en torno al territorio, los recursos naturales y las arcas de los Estados. La lógica del capital turístico corporativo es “generar” espacios que le permitan ampliar la acumulación de capital y para ello necesita transformar y elitizar determinados territorios hasta que los agotan, para después migrar y conquistar nuevas áreas en las “periferias de placer”, cada vez más alejadas de los centros emisores.
El punto crucial en discusión es cómo esas distintas expresiones de economía popular actúan como un dique de contención frente a las múltiples formas de usurpación de los territorios y los recursos naturales por parte del capital corporativo, ya sea en forma de agro-combustibles, agricultura industrial, minería, construcción de mega-infraestructuras o explotación turística. Y al mismo tiempo, si las poblaciones locales organizadas colectivamente son capaces de poner en marcha y sostener propuestas de desarrollo rural alternativas a las dominantes, con otras lógicas y otros valores. El objetivo no es otro que poder sostener comunidades rurales vivas. Y es en este contexto que el TC adquiere un nuevo sentido estratégico, como parte de un proceso mucho más amplio de empoderamiento social.
Autor: Ernest Cañada
Coordinador Albasud, Nicaragua
Fuente: El blog de la Red Prensa Rural
Crédito fotografía: jvargas