Mercados Solidarios: Espacios de resistencia

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Por Musalem Aquino Hened Josefina, de la Universidad Nacional Autónoma de México

Introducción 

Este ensayo tiene como propósito mostrar las potencialidades de los mercados solidarios como espacios de construcción para generar alternativas al sistema dominante. Se divide en dos partes, la primera toma como marco de referencia la experiencia subalterna (entendida desde Gramsci) como condición que nos permite visibilizar la subordinación desde sus dos caras: la asimilación a través de la internalización de los valores dominantes pero también la resistencia a la misma a través de prácticas contrarias a esos valores. En la segunda parte se hablará de una de las características de los mercados solidarios, que a nuestro parecer, es la que le imprime la potencialidad de un cambio en la subjetividad de los individuos y, por lo tanto, de las comunidades que los conforman. Esta característica, de los mercados solidarios, es la de unificar la producción y el consumo, como procesos que forman parte de un todo, al volverse los espacios donde los productos se distribuyen para su consumo de forma directa, en base a lógicas no capitalistas de vida en las que el principal objetivo es la producción/consumo para la reproducción de la vida (entendida en su sentido más amplio que sería la reproducción de todo lo viviente, es decir, la naturaleza que incluye a los seres humanos) intentando construir una propuesta de proyecto emancipador. Concluiremos con algunas reflexiones acerca de la necesidad de la construcción de espacios como estos para poder generar, desde el ser y hacer cotidiano, alternativas al sistema dominante resaltando que no son alternativas acabadas.

La condición subalterna: asimilación y resistencia a la subordinación.

«El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser.  El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la  servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser.»
Del  Libro de los Abrazos,  Eduardo Galeano.

Desde la conquista en los pueblos de México se dio la construcción imaginaria de inferioridad respecto a nuestros colonizadores marcando las relaciones de dominación/subordinación que se prolongarían hasta la república oligárquica que siguió a la guerra de independencia. Esta dominación/subordinación primero se dio a través de la imposición violenta de los valores externos pero con el paso de los años se fue asimilando, la subordinación, de manera no violenta a través de «la internalización de los valores propuestos por los que dominan».

Los pueblos que conformamos la heterogeneidad mexicana somos parte de la clases subalternas porque a pesar de esta aceptación/asimilación a lo largo de tantos años de conquista e independencia, al mismo tiempo, no hemos dejado de luchar por defender nuestras formas de vida originales o por construir alternativas (políticas, económicas, al desarrollo) que se adapten de mejor manera a nuestras configuraciones sociales específicas buscando siempre alcanzar la vida autónoma y digna  de la que nos han despojado. 

Utilizamos el concepto de subalterno desde la visión de Gramsci para intentar entender la conformación de espacios de resistencia en México porque «permite centrar la atención en los aspectos subjetivos de la subordinación en un contexto de hegemonía: la experiencia subalterna, es decir, en la incorporación y aceptación relativa de la relación mando/obediencia y, al mismo tiempo, su contraparte de resistencia y negociación permanente.» De esta forma podemos visualizar tanto los límites como las potencialidades de las propuestas alternativas de vida desde nuestro contexto y condiciones actuales.

Dentro de las formas de actuar de las clases subalternas se combinan la «espontaneidad como correlato de la ausencia de una plena conciencia de clase para si», y «elementos de dirección consciente» que Gramsci describe cómo «sentido común» o como «concepción tradicional popular del mundo». 

En los varios espacios de resistencia podemos ver la combinación de estas dos características, por  un lado la espontaneidad, ya que muchos de ellos se conforman a partir de la necesidad, principalmente económica, pero sin una conciencia que permita una organización política duradera pero, por el otro lado, también tenemos estos elementos de dirección consciente, esta concepción tradicional popular del mundo que ha sido conservada por las comunidades indígenas de nuestro país y que a, pesar de que se ve debilitada en las áreas urbanas, se mantiene y permite vernos de otras formas, desde otros valores, e ir generando una conciencia que posteriormente pueda engendrar formas de organización, políticas y económicas, alternativas y duraderas que nos lleven a la autonomía. 

Hay que tener en cuenta que el concepto de subalterno solo nos permite hablar desde la luchas y resistencias dentro de la misma experiencia subalterna que nos encaminan hacia la autonomía pero no deja muy claro cuándo se pasa de una condición a otra o cómo pasar de una condición a otra desde formas alternativas de organización política.

De la condición subalterna a la autonomía: Mercados solidarios como espacios de resistencia.

«Un sistema del desvínculo: «El buey solo bien se lame». El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da comer, tampoco da de amar: a muchos condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos.»
Del Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano

Desde aquí podemos hablar de muchas experiencias alternativas de vida que a pesar de seguir asimilando valores del sistema hegemónico dominante al mismo tiempo se rebelan contra los mismos mediante la construcción de espacios que  rescatan prácticas y valores diferentes a los capitalistas. Un ejemplo actual de la construcción de estos espacios son los llamados mercados solidarios, y las monedas sociales que de estos surgen, que son una reacción a los mercados capitalistas.

Empezaremos planteando la siguiente pregunta ¿cómo es que estos espacios de resistencia generan las bases para la construcción de alternativas al sistema? Para responder a esta pregunta resaltaremos la función de los mercados como espacios donde se instaura «un equilibrio siempre inestable entre un sistema definido de necesidades de disfrute y un sistema definido de capacidades de trabajo», es decir donde el consumo y la producción se encuentran, donde los bienes producidos se intercambian para su disfrute y en donde «se encuentra siempre vigente un proyecto de distribución que los reparte entre el conjunto de los individuos sociales.»

Es a partir de las características que toma este proyecto de distribución, de los valores y prácticas que lo construyen, que podemos distinguir las diferencias entre los mercados solidarios y los mercados capitalistas y entonces visibilizar la transformación subjetiva de los individuos al participar en uno u otro. 

En los mercados sociales, como ya mencionamos antes, la producción y el consumo forman parte de una totalidad, esto queda muy claro en el hecho de que a los que participan en ellos se les llame prosumidores (combinación de las palabras productor y consumidor), en donde la distribución de los objetos se hace de forma directa entre los prosumidores, diferenciándolos de los mercados convencionales donde existe una escisión entre estas dos esferas permitiendo la aparición de la figura de un intermediario que se encarga de la distribución de los bienes producidos por unos, consumidos por otros, y que se apropian  de una gran parte de la riqueza que no producen.

Esta reunificación de las tres esferas (producción-distribucion-consumo) permite la reapropiación del trabajo por parte de los productores ya que son ellos mismos quienes deciden qué producir y  como producirlo, dentro de la producción generalmente se trabaja en base a la cooperación, el compartir y el compromiso, la producción no busca ser en gran escala y se procura cuidar a la naturaleza mientras que lo que se produce busca no dañar a quien lo consume y ser útil a quienes participan en el mercado. Esto se diferencia de la producción para los mercados convencionales en donde el trabajador no decide qué producir ni cómo, la producción se da de forma vertical en base a relaciones de explotación y competencia  donde no se toma en cuenta la necesidad  del consumidor ni los daños que el producto pueda ocasionarles.

Cuando se produce, cierto bien de cierta manera, lo que se está generando es una propuesta de vida, una propuesta de reproducción de la vida. Como nos dice Bolívar Echeverría «el trabajar […] es un inventar y un llevar a cabo un proyecto; proyecto que sólo inmediatamente es la construcción de una cosa, que indirectamente pero en definitiva es el de la construcción del sujeto mismo», esto quiere decir que aunque la producción en lo inmediato parezca solo generar objetos de forma mediata lo que genera son sujetos ya que «el producir es objetivar, inscribir en la forma del producto una intención transformativa dirigida al sujeto mismo, en tanto que consumidor» , al consumir esa propuesta de vida, objetivada en algún bien,  se «absorbe la forma de la cosa y se deja transformar por ella».  Como ejemplo, cuando consumimos algún alimento nutritivo producido en un proceso basado en la cooperación y en el cuidado a la naturaleza, estamos dejándonos transformar por la propuesta con la que este fue generado, no sólo satisfacemos nuestra necesidad física inmediata si no que también satisfacemos nuestra necesidad de reproducción como sujetos al aceptar una propuesta de vida diferente que se interioriza de forma consciente, cambiando así de manera paulatina nuestra forma de hacer y ser.  Al mismo tiempo rechazamos la propuesta de hambre, destrucción y desvinculación que proponen los alimentos generados bajo la lógica industrial del capitalismo.

En los mercados solidarios, el productor y el consumidor se encuentran cara a cara por lo que el intercambio no sólo es de objetos si no también de experiencias de vida, por lo que los objetos cumplen con su función de valor de uso que, además de la satisfacción física inmediata, generan   un vínculo entre los que intercambian, son por lo tanto también valores de vínculo, lo que permite que los individuos se miren en los otros, se reconozcan y así se pueda empezar a tejer redes que permitan generar formas diferentes de relación basadas en el reconocimiento y no en la negación de los otros. Por el contrario en los mercados convencionales, donde el valor de cambio predomina y el valor de uso es secundario, la función potencial como valor de vínculo queda totalmente descartada al no poder conocerse entre productores por lo que tampoco se puede reconocer el trabajo que hay detrás de lo que se intercambia, desdibujando las relaciones detrás de los objetos.

Podemos empezar a ver entonces la capacidad de los mercados solidarios en la transformación de las subjetividades de los individuos ya que en ellos se reunifican y se apropian formas de producción, distribución y consumo con valores diferentes a los capitalistas a través del ponerlas en práctica.  Hay que tener claro que la transformación como sujetos no es algo fácil y requiere de un trabajo constante tanto con los demás como con nosotros mismos.

Reflexiones finales.

Para concluir es importante resaltar que los mercados solidarios no son algo dado, ni una solución acabada a los problemas que el sistema capitalista ha generado en su dinámica contradictoria. Precisamente es por esto que hablamos desde la experiencia subalterna, desde esa lucha constante entre lo dado (las condiciones, objetivas/subjetivas, impuestas por el sistema capitalista) y lo dándose (las experiencias de resistencia a estas condiciones). Se trata de un construir constante que se enfrenta a varios límites que sin embargo se reconocen buscando siempre la manera de irlos superando, por lo que existe una constante transformación dentro de estos espacios.

Es indispensable que antes de poder pensar en alguna alternativa al sistema en su totalidad empecemos por construir los espacios en los que podamos trabajar nuestra subjetividad, desinteriorizar los valores y prácticas del sistema en que nos hemos formado, rescatando y construyendo prácticas diferentes a las capitalistas, coherentes con formas de vida dignas.

No podemos criticar al sistema solamente hacia fuera, también hay que hacer la crítica hacia adentro. Ciertamente el sistema se reproduce de manera contradictoria e inevitablemente nosotros como sujetos también, aún cuando somos capaces de ver las contradicciones del sistema es difícil ver las contradicciones que nosotros cargamos. Entonces hay que ser capaces de visibilizar los valores del sistema que nosotros reproducimos pero este solo es el primer paso lo siguiente es transformarlos, transformarnos, y ser  capaces de generar relaciones sociales diferentes.

Rescatando y generando formas diferentes de relacionarnos, de generar comunidad, por un lado  defendiendo las que han mantenido nuestros pueblos a través de la historia pero también reconociendo que hay que seguir construyéndolas según nuestras condiciones actuales es que es necesario que a a partir de las prácticas llevadas a cabo en los mercados solidarios ( y desde todas las prácticas alternativas de vida y resistencia)  podamos ser capaces de visualizar la dominación existente y la injusticia que esta conlleva y sigamos buscando las alternativas y luchando por un sistema económico justo, una organización política diferente, la reapropiación de nuestra cultura, por componer el tejido social y en base a esto conseguir una vida plena, formas de producción que busquen nuestra reproducción y no nuestra destrucción, en las que seamos reconocidos y no negados.

Bibliografía 

  • Modonesi,Massimo; «Subalternidad»; Conceptos y fenómenos de nuestro tiempo; Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM; Mayo, 2012.
  • Echeverría, Bolívar, «El valor de uso: ontología y semiótica», Valor de uso y utopía, Edit. Siglo XXI, México, 2014.
  • González Casanova, Pablo, «Enajenación y conciencia de clases en México», Las clases sociales en México, Colección Los Grandes Problemas Nacionales, Edit. Nuestro Tiempo, México, 1989.
  • Gilly, Adolfo;»Historia a contrapelo: una constelación»; Ediciones Era