Políticas Públicas

Crónica del Encuentro de Municipalismo y Economía Social

por Gonzalo Revilla (Reas Huelva) No llegué a tiempo, me incorporé cuando Verónica Andino estaba terminando su aportación a la primera mesa. El Encuentro se celebraba en un edificio bastante aparente, de la Junta de Andalucía, de la CEPES. En el bar de enfrente nos confirmaron luego que no iba mucha gente por allí, así […]

10 febrer 2015

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por Gonzalo Revilla (Reas Huelva)

No llegué a tiempo, me incorporé cuando Verónica Andino estaba terminando su aportación a la primera mesa. El Encuentro se celebraba en un edificio bastante aparente, de la Junta de Andalucía, de la CEPES. En el bar de enfrente nos confirmaron luego que no iba mucha gente por allí, así que supongo que será fruto de aquellos tiempos dorados, y que estará infrautilizado hoy en día. En cualquier caso el sábado le dimos juego. Porque para todo el trabajo de talleres y reuniones que habían preparado la verdad es que vino muy bien. Incluido ese patio en el que la gente de la Tejedora nos preparó un arroz exquisito.

Hace tiempo que dejé de ser metódico en mis notas cuando voy a estos encuentros. Anoto ideas, frases sugerentes, replicas que hacen desde el público, pero no esperen un resumen de lo que se dijo, porque son sólo mis notas desordenadas.

Oscar García representaba a Coop57, la cooperativa financiera. Nos advirtió sobre la apropiación que haría el sistema de la Economía Social, si no somos capaces de ser listos: “Nos quieren vender Microminería Sostenible y Construcción Verde, envuelto como si fuera Economía Social”. Proponía, en cambio “generar bienes y servicios en todo lo relacionado con el mantenimiento de la vida, ligado al territorio y profundamente democrático, no se puede dejar la república en la puerta de las fábricas” (en esta última frase estaba citando a alguien, que ni anoté ni encuentro ahora). Habló de un “cooperativismo transformador”, algo en lo que Coop57 estaba implicado. Un aporte curioso: “estamos estudiando cómo intervenir en la financiación de la Administración Local, que se pueda, en alguna medida, poner freno al chantaje que se les hace a las administraciones locales desde las entidades financieras convencionales”. Interesante, sin duda, porque abre una nueva perspectiva y se pone frente a las grandes entidades bancarias. Que no van a ceder su trozo de tarta tan fácilmente. “No se trata de convertir a la economía social en economicista, sino para transformar el economicismo en democracia real, en solidaridad”.

Dijo alguna cosa más, pero me distraje observando el auditorio, unas 200 personas, tal vez alguna más, la mayoría cordobeses, según pude comprobar en los grupos, gente toda muy joven, y con un porcentaje de proyectos e iniciativas por metro cuadrado interesante. Si todo esto no sale adelante no será, desde luego, por falta de ganas ni de creatividad.

Hicimos un breve descanso y empezamos la mesa de Mujeres. Ahí va el título “¿Y nosotras qué? Reflexiones e iniciativas desde mujeres para una Economía Social y Solidaria desde el Municipalismo”.

Empezó Helena Sarecho, productora de cosméticos. Ahí dejo algunas de las frases que anoté: “el capitalismo vende una sensación de suficiencia basado en pagarlo todo, lo que nos deja completamente dependientes”, bueno, esto no se puede negar, aunque mucha gente siga prefiriendo esa ilusión ; “la sostenibilidad de la vida como una opción ética y política”, piensen en esta frase, no la desarrolló mucho, pero es una carga de profundidad en el mismo corazón del sistema; “colectivizar las responsabilidades, todas esas necesidades que hay que cubrir para las subsistencia diaria”, en todo esto entró desde la experiencia personal, así que más que discurso era experiencia, y se notaba. Criticó que “la cuestión de los “cuidados” (se entendiera) como una cuestión tradicionalmente femenina, incuestionable”, porque al final “el hogar es un núcleo de necesidades económicas básicas, pero no básicas por simples, sino por esenciales. Sin ese núcleo no podemos salir a la calle a hacer lo que quiera que sea que hagamos.”

Después le tocó el turno a María Aguilera, del Mercado Social, de la Tejedora, y supongo que de algún frente más, como todas esa gente que llenábamos la sala, muy acostumbrados a la multimilitancia. Su proyecto era simple, a primera vista, “creamos una cesta básica con productos ecológicos, de economía social, un proyecto que empieza sin conciencia de estar haciendo economía.” Luego están las dificultades del día a días: “cojea la representación fuera y dentro, que sea más colectiva, que no recaiga siempre sobre las mismas personas.” Su embarazo también se colaba en la reflexión que hacía, y lanzaba una ultima idea: “los proyectos de Economía Social deben abarcar todas las dimensiones de la vida, deben ayudarnos a vivir, nacen de lo colectivo, pero con las mochilas personales de cada una, y en constante aprendizaje.”. Es decir, que el lugar en que trabajas no puede ser “solo” el lugar en que trabajas, al menos desde una visión humana de la economía. Mucho que hablar de eso también.

Terminó esta segunda mesa Leticia Toledo, de Agricultura Ecológica. Su punto de partida no escondía nada: “Por mucho que queramos vivimos en un mundo eminentemente capitalista y machista”. Después, su identidad ante ese mundo: “Soy agricultora: empezamos a hablar de nuevas formas económicas, colectivos de trueque, servicios básicos, alimentos… No hice un plan económico de mi proyecto, el criterio siempre ha sido la satisfacción de las necesidades básicas: aprendizaje.” Dijo que había aprendido, con los años a valorar “muchas tareas y dedicaciones que sostienen los proyectos y sus contextos, y que acostumbramos a no tener en cuenta”. Hizo una crítica a “la visión de la agricultura productivista (que) está profundamente enraizada, y hace a los agricultores muy dependientes de productos que no controla” Abundó bastante en esta idea de la autonomía (personal y colectiva) “que tiene más que ver con la autosuficiencia que con el dinero. Lo que no asumimos colectivamente terminamos buscándolo en el mercado tradicional, previo pago, y haciéndonos muy dependientes.”

Luego venía un trabajo en grupos pequeños. Nos repartimos en talleres. No recordaba dónde me había anotado, así que me fui al que me pareció, lo coordinaba una chica de la “Espiral Educativa”, y después de una dinámica de tiros, limones y naranjas nos puso a trabajar en grupos aún más pequeños: propuestas para el contexto local, en clave de economía social. Como siempre, en estos contextos, montones de ideas sugerentes, alternativas, ilusionantes, pequeños oasis en este panorama tecnocapitalista. En un segundo momento había que concretar, y luego aún más: priorizar. Ahí ya nos atascamos más, porque el diseño de estrategias no es lo nuestro. Es una apreciación muy personal, pero me da la sensación de que no terminamos de creernos que estamos construyendo una alternativa real y sostenible, una alternativa de organización de la comunidad humana, que por otra parte es necesaria y urgente para evitar el colapso definitivo del planeta. Esto lo decimos, pero no lo terminamos de creer, más bien nos sentimos francotiradores de un ejército perdedor, iniciativas periféricas, poco significativas más allá de su contexto más cercano.

Bueno, esa sensación me dejó el grupo. Y no porque no salieran propuestas, ni porque fuéramos derrotistas. No es eso. De hecho se respiraba ilusión y, sobre todo, praxis. Había gente muy lúcida con las manos agrietadas de trabajar el campo, cooperativas que ofrecían créditos, pequeñas iniciativas de fertilizantes ecológicos, diseño social, educación alternativa, reciclaje… La gente está trabajando, mucho, y lo hacen convencidas de que quieren participar del engranaje económico convencional, de que son “otras” cosa, de que hacen un aporte distinto. Es imposible pensar que de todo este magma de iniciativas económicas no vaya a salir nada. Lo que está por ver es que eso que salga sea lo suficientemente significativo como para tumbar el tecnocapitalismo.

Después del trabajo la comida. La gente de La Tejedora nos habían preparado un arroz (dos arroces, mejor dicho, con y sin carne) en el patio, que acompañamos de una cerveza artesanal muy rica. Aunque hacía frío el sol nos regaló una sobremesa agradable en el patio de aquel edificio.

Por la tarde había de nuevo reunión en talleres. Me colé en el de Municipalismo, me interesaba ver qué se podía abordar en esa dirección. Lo dinamizaban Pani Guzmán y Antonio Hernández, del Ayuntamiento de Peligros, Granada, donde ellos (Izquierda Unida) gobernaban en minoría. Proponían la creación de una red de municipios para intercambio de experiencias en economía social. Su gran logro había sido escuchar a la gente, entender sus demandas, aunque era “complicado dar respuesta a la demanda de trabajo de la gente.” Entre sus logros estaban la Auditoría de la Deuda, los Presupuestos Participativos, el Manifiesto Municipio en contra de los Desahucios… Creían que era importante estar “centrados en las cosas pequeñas mientras llegan posibilidades reales: plan de formación para desempleados, vivero municipal y huertos sociales…” U otro de los logros de su gestión, “transformar un edificio Municipal en un lugar de referencia de la Cultura y los Servicios Sociales, coworking”

El debate se fue espesando, en el mejor sentido, porque nos empeñamos en buscar las razones últimas para seguir apostando por la transformación social. Terminamos, gracias al aporte de varios anarquistas que teníamos en el grupo, haciendo una reflexión sobre el poder, y las “claves de gestión participativa en los Ayuntamientos, los cambios de criterios en la forma de gobernar. El “poder público” debe ser público.” La última nota que tengo es una pregunta que alguien hizo: “¿Qué condiciones hay que crear para que la sociedad genere comunidad y sea capaz de tomar el ayuntamiento?.

No me puede quedar al plenario de conclusiones, porque tenía que regresar a Huelva. En el viaje de vuelta fui engranando todo aquello con las realidades de economía social que se van generando en mi ciudad, y con el previsible recorrido que tendrá todo esto. Ojalá estemos ante un cambio significativo en la forma de entender la economía. En la forma de entender la sociedad.

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