Auditoría Social: más allá de la cuenta de resultados

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Hoy en día, la sociedad neoliberal en la que estamos inmersas solamente entiende la economía y la rentabilidad basada en unos valores que poco tienen de éticos y sociales. Así, la inmensa mayoría de las iniciativas económicas y financieras que se ponen en marcha, conceden al beneficio económico un valor y un estatus muy superior a cualquier otra consideración social, cultural y humana, ayudando así a mantener una economía y, por tanto, una sociedad, carente de elementos ideológicos o éticos.

Pero, ¿quién dice que responsabilidad y rentabilidad no pueden ir unidas? ¿Y, por qué, al hablar de rentabilidad, solamente nos viene a la cabeza la rentabilidad económica? Otras formas de entender y hacer empresa y economía están  surgiendo y poco a poco van abriéndose camino por todo el planeta. Éstas, tratan de demostrar que responsabilidad y rentabilidad no son conceptos antagónicos y que existen otras formas de producir, de consumir y de ahorrar/financiar diferentes a las mayoritarias propuestas por el sistema capitalista. Todas ellas, aun no compartiendo sector, tamaño, región, etc., tienen una cosa en común: ponen la economía al servicio de las personas, siendo así un potente  instrumento de transformación social.

¿Cómo medir esa rentabilidad social asociada a las entidades de Economía Social y Solidaria? Nuestra apuesta es hacerlo mediante el proceso de Auditoría Social. Así, la NEF (New Economics Foundation) presenta la Auditoría Social (AS) como un proceso que permite a una organización evaluar su «eficacia social» y su comportamiento ético en relación con sus objetivos, de manera que pueda mejorar sus resultados sociales y dar cuenta de ellos a todas las personas comprometidas por su actividad. Es un instrumento para medir, evaluar y corregir este impacto social y solidario en función de sus objetivos y valores, así como de los demás actores implicados. Resumiéndolo, sería un engranaje de estos tres conceptos: autoevaluación, compromiso de transparencia y herramienta de gestión.

Auditoría Social: herramienta de diagnóstico y mejora

La Auditoría Social, siempre entendida como un proceso, ya que entendemos  que nos muestra el camino hacia el que tenemos que dirigir nuestros pasos, persigue, entre otras, las siguientes metas:

  • Consolidar la identidad propia y el objeto social de la organización.
  • Hacer más visibles los objetivos y valores de la organización, reforzando su perfil ético, social y político.
  • Mejorar y consolidar la comunicación interna y externa, facilitando la transparencia y la rendición de cuentas hacia el interior de la organización, hacia el entorno directo en el que nos desarrollamos y hacia la sociedad en su conjunto.
  • Incidir en aspectos de mejora de la vida de la organización.
  • Incentivar la participación de todas las personas de la entidad.
  • Facilitar la comprensión del objeto social y situación de la entidad para las personas que se incorporan a ella.

Resumiendo, el proceso de AS, aúna el diagnóstico de la realidad del sector y de cada entidad con el proceso de mejora de las entidades en torno a los principios característicos de la Economía Social y Solidaria (ESS), que aparecen recogidos en la Carta de la Economía Solidaria[1].

Y, ¿quién realiza la AS? La Auditoría Social en el Estado nace allá por el 2005 desde la necesidad de las propias entidades de Economía Social y Solidaria, por un lado buscando esa herramienta que pudiera medir su rentabilidad social y al mismo tiempo guiarles hacía la consecución de los principios de la antes mencionada Carta. Hoy en día, por tanto, es una herramienta obligatoria en REAS, aunque bien es cierto que no sólo es utilizada por entidades de ESS; hay otras entidades del tercer sector de acción social que también apuestan por sumarse a los principios de la ESS y realizar anualmente la AS.

En este proceso, participan cientos de entidades y de personas, lo cual le da a la AS un valor añadido. En cada territorio hay especificidades, pero a nivel estatal y basándonos en la herramienta utilizada actualmente, los actores principales son los siguientes: 1) Cada entidad tendrá asignada una persona como responsable de la AS. Ésta, velará porque el proceso se lleve adelante e incentivará a las personas trabajadoras y áreas de la entidad a participar en él. 2) Además, las áreas de la entidad serán las encargadas de facilitar a la persona responsable la información cuantitativa que se solicita, dividida en cuatro departamentos: personal, económico-financiero, secretaría y gerencia. 3) Dentro de la entidad, también es imprescindible la participación de las personas trabajadoras y voluntarias de la misma, a la hora de dar una visión personal cualitativa de los indicadores cuantitativos antes medidos. Para ello, es importante que la persona responsable haga llegar el cuestionario a todas las personas participantes de la entidad, y así poder recoger el sentir general. 4) Por último, existe un comité de seguimiento del proceso, compuesto por equipo técnico de las redes de economía solidaria y personas de las entidades, el cual supervisará el proceso e intentará ir aplicando mejoras, tanto en la parte técnica de la herramienta web como en sus tripas, es decir, los indicadores cuantitativos y cualitativos.

Aunque hay territorios que llevan ya una década trabajándolo (como es el caso de Catalunya, Euskadi y Navarra), a nivel estatal la primera Auditoría Social se puso en marcha en 2015. Ésta es, por el momento, un mínimo común denominador para todos los territorios, y está compuesta por 39 datos cuantitativos que, mediante fórmulas, conforman 19 indicadores. A esta AS se adhieren aquellos territorios que, por el momento, no tienen una batería de indicadores ni una herramienta propia. No es el caso de Aragón, Catalunya, Euskadi, Madrid y Navarra, quienes tienen su propia AS, algo más extensa y exhaustiva que la común.

Por tanto, a nivel estatal, actualmente existen tres herramientas diferentes para llevar a cabo una Auditoría Social: por un lado tenemos la herramienta desarrollada por REAS Euskadi y REAS Navarra, de cuya batería se extraen los 19 indicadores para la AS Estatal; por otro lado está el Balance Social utilizado en la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya y, por último, la herramienta de Balance Social del Mercado Social de Madrid, que será también utilizada por el Mercado Social de Aragón a partir del 2016. Todas tienen incorporada esa batería común de 19 indicadores cuantitativos, para poder hacer una agregación y posterior estudio de datos a nivel estatal.

Aunque ha sido largo el camino andado en esta última década, aún tenemos muchos retos que afrontar. En el primer año de andadura de la batería común estatal, de las 507 entidades asociadas a REAS en las diferentes redes territoriales y sectoriales del Estado, se obtuvo la información requerida para realizar la Auditoria Social de 276 organizaciones, a las que habría que añadir otras 44 entidades afines que se prestaron a evaluar su nivel de compromiso y cumplimiento de los seis principios descritos en la Carta.

Por tanto, como aún queda camino por recorrer en aquellos territorios donde la estructura de la red no es muy fuerte, el primer y más importante paso a dar, es el de implantar la AS en todos los territorios donde REAS está presente. Para que este primer paso sea más fácil de llevar a cabo, o dicho de otra manera, para poder contar con más argumentos a la hora de sumar entidades a la AS, sería también interesante implementar otras mejoras como la actualización de la herramienta web o la estrategia de comunicación de los resultados obtenidos del proceso, mejoras que ya se están comenzando a desarrollar. Por último, la AS también nos sirve para detectar necesidades de mejora en temas específicos dentro de cada organización (comunicación, participación, gestión ambiental, igualdad de género, etc.) y poder desde la red proponer acciones conjuntas que ayuden a mejorar los resultados del sector en esas temáticas específicas.


Amaia Naveda Sáenz de Ugarte es técnica de REAS Euskadi y coordinadora de la Auditoría Social de REAS Red de Redes.

Artículo publicado en el nº71 de Pueblos – Revista de Información y Debate, cuarto trimestre de 2016.