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La economía solidaria y lo político

Ould-Ahmed Pepita, economista del Instituto de Recherche pour le Développement (IRD) de París, explica los modelos de economía solidaria y el rol que desempeñaron los clubes de trueque en Argentina durante la crisis financiera de 2001. Como se sabe, las palabras no son neutras. Indican las maneras de definir los problemas, las prioridades y las […]

16 enero 2010
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Ould-Ahmed Pepita, economista del Instituto de Recherche pour le Développement (IRD) de París, explica los modelos de economía solidaria y el rol que desempeñaron los clubes de trueque en Argentina durante la crisis financiera de 2001.

Como se sabe, las palabras no son neutras. Indican las maneras de definir los problemas, las prioridades y las políticas de acción que hay que llevar. A este respecto, desde los años 90 asistimos a un cambio del léxico dedicado a la cuestión del desarrollo. En medio de las nuevas palabras se encuentran “solidaridad” y “economía solidaria”. La promoción de una “economía solidaria” es, sin sorpresa, proclamada por los movimientos militantes e intelectuales de izquierda. Pero paradójicamente la economía solidaria está también reivindicada y financiada por las organizaciones financieras internacionales.

¿Cómo es posible que esos actores del desarrollo, que se oponen radicalmente desde el punto de vista ideológico, alcen el mismo estandarte?

¿Cómo utiliza el término “solidaridad” la teoría económica?

Hay que distinguir dos enfoques: el positivo y el normativo. El enfoque positivo de la solidaridad se pregunta por lo que liga los individuos a un todo. En otras palabras: es la cuestión del vínculo social. En oposición, el enfoque normativo de la solidaridad revindica un cierto tipo de dependencia.

Por ejemplo, para ilustrar el primer enfoque mencionado, el modelo liberal propuesto por la ortodoxia económica es el del equilibrio general. Sin dudas este último es el que liga al mercado y al sistema de precios con los individuos y a un todo.

La economía del mercado de competencia corresponde al modo de organización y de regulación de las relaciones sociales, teniendo en cuenta el conjunto de las interdependencias que resultan de las decisiones de los agentes económicos racionales. En ese modelo, se supone que los individuos no tienen ningún contacto entre ellos y desarrollan sólo relaciones con los objetos. Las relaciones entre los individuos están abandonadas a los automatismos de la autorregulación de competencia. En consecuencia, en este caso obra una solidaridad inconsciente, impensada por los individuos. Pero la idea de dependencia entre los individuos está totalmente excluida al momento del cálculo y de la acción individual.

El segundo enfoque de la solidaridad, al que califico de normativo, se opone radicalmente a la solidaridad positiva. Ya que a diferencia de ésta, la normativa no se pregunta lo que liga los individuos entre ellos a un todo sino que revindica una cierta figura de esta dependencia. Este enfoque es floreciente en el ámbito académico desde hace veinte años. Nutre a las alternativas económicas concretas y al mismo tiempo se alimenta de ellas. Está sostenido especialmente por autores críticos del capitalismo neoliberal y de la sociedad mercantil individualista. Se puede mencionar en particular a los partidarios de la « economía social y solidaria».

La economía solidaria corresponde a un movimiento de pensamiento alternativo basado en una fuerte interacción deliberada entre el ámbito académico y el ámbito militante y asociativo. Dispone de una visibilidad teórica, institucional y política creciente, a través de la construcción de redes científicas y espacios de diálogo internacionales.

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