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La granja y lo que el neoliberalismo se llevó

M. en A. José Luis Gutiérrez Lozano* En sentido estricto, la corriente de pensamiento conocida como escuela económica liberal, constituye la base ideológica de donde se han alimentado prácticamente todas las escuelas económicas del siglo XX. Éstas, en su mayoría, no comparten las prácticas del capitalismo salvaje que han sido impuestas por el Consenso de […]

3 mayo 2012
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M. en A. José Luis Gutiérrez Lozano*

En sentido estricto, la corriente de pensamiento conocida como escuela económica liberal, constituye la base ideológica de donde se han alimentado prácticamente todas las escuelas económicas del siglo XX. Éstas, en su mayoría, no comparten las prácticas del capitalismo salvaje que han sido impuestas por el Consenso de Washington. Utilizo el término neoliberalismo, consciente de que, sin ser académicamente correcto, resulta popularmente aceptado para describir aquella entelequia ideológica a la que me refiero en este artículo. Con el nombre de neoliberalismo se ha popularizado ese conjunto de políticas públicas impuestas desde fuera, que han sido promovidas e impulsadas por un grupo político con grandes intereses y gran poder económico. Aliados a grupos locales afines controlan la economía en cada uno de los países circunscritos a la Comisión Trilateral, con sede en Davos, Suiza.

En México, el grupo político-tecnocrático que se escindió del Partido Revolucionario Institucional (PRI) desde que la Asamblea Nacional propuso expulsar a Carlos Salinas de Gortari de dicho partido, pactó la continuidad de su política ofreciendo la alternancia en el poder con el Partido Acción Nacional (PAN). No es de extrañar que desde el año 2000, varios connotados priístas han ocupado puestos públicos de enorme relevancia estratégica en los gobiernos de Fox y Calderón, como es el caso de Georgina Kessel, Luis Téllez, Jesús Reyes Heroles, por citar sólo algunos. Otros más fueron adoptados para operar la continuidad del proyecto, ya fuera desde el poder legislativo, como Diódoro Carrasco, o desde los organismos internacionales custodios del proyecto neoliberal, como José Ángel Gurría, Ernesto Zedillo y Agustín Carstens (entrenado en el FMI).

El público apoyo del ex presidente Fox a la candidatura de Peña Nieto a mediados de este cálido abril de tibias campañas presidenciales, sólo sorprendió a los panistas que creían aún en la inmaculada congruencia de su partido y a los priístas que, habiendo sido rebasados por el proyecto neoliberal, piensan que aún defienden un partido de corte nacionalista.

Limitados por un formato muy acotado en tiempo y temática, los debates oficiales y circunscrita a spots su difusión de ideas, los candidatos presidenciales no confrontan ideas ni propuestas. No obstante, hierven en las redes sociales las discusiones que descubren en los cuatro candidatos sólo dos posiciones en la contienda por la silla presidencial: continuar el proyecto neoliberal y el cambio verdadero.

Para entender lo que significa el neoliberalismo, supongamos que existe una granja donde vive una familia de cuatro miembros, quienes cada seis años contratan a otra persona como administrador. Producen casi todo lo que necesitan con árboles frutales, campos de maíz, trigo y diversos animales. Ganan 500 mil al año, lo cual da en promedio 100 mil por persona. En cierta ocasión, después de varios administradores que los han llevado a la ruina, llega uno que les presenta a un extranjero que les ofrece comprar todas las naranjas que puedan producir a cambio de que transformen su forma de vivir por otra que les permita obtener mucho dinero a cambio de sus naranjas. Sólo tienen que poner un nuevo reglamento que favorezca la producción de naranjas e impida que los habitantes de la granja pretendan obtener ganancias por encima de las que los dueños del nuevo negocio les permitan. El administrador aprovecha la inicial bonanza para que, ganándose  la confianza de sus moradores, le sea posible poner a todos sus sucesores en la administración para garantizarle el negocio al extranjero.

Al cabo de 18 años, el nuevo administrador anuncia que ahora la granja ya produce casi 800 mil. En la granja viven ahora seis personas,  los miembros de la familia no están a gusto. Uno de ellos ya no estudia ni trabaja. Dedica su tiempo a ver la tele, alejándose de su realidad. Otro, sin trabajo productivo, se ocupa en ganar dinero vendiendo droga. El resto de la familia se pregunta por qué estando tan bien, según dice el administrador, están peor que antes. Nadie les informa que de los casi 800 mil que ganan, entre el extranjero y el administrador se quedan 500 mil; la familia de cuatro miembros promedia un ingreso inferior del que tenían al principio.

Pero, además, ahora tienen que comprar el jugo de naranja a diez pesos por litro. Y resulta que por la venta de un kilo de naranjas, que producen un litro, les pagan cinco pesos. Al haberse dedicado a un solo negocio, aquel que le interesaba al extranjero, ahora tienen que comprar a otros leche, carne, maíz, frijol, arroz y muchos productos más.

México, al igual que en la granja de esta historia, perdió a causa de las restricciones impuestas desde fuera, por el Consenso de Washington, la posibilidad de incrementar su propia economía impulsando, desde dentro, la demanda interna y el consumo local. Un cálculo basado en el supuesto de haber comprado a productores nacionales todo lo que tuvimos que importar durante estos 18 años de neoliberalismo y TLC, nos indica que tendríamos un ingreso promedio anual por persona de 250 mil pesos, más del doble de lo que actualmente tenemos. ¿Qué harías, estimado lector mexicano, si hoy tus ingresos fueran, como pudieron haber sido, del doble de lo que ganas hoy? Lo que te falta es lo que el neoliberalismo se llevó.

* Presidente de Fundación Ahora A.C., asociación que promueve la Economía Solidaria en la región centro-occidente de México con más de una década de trabajo.

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