“Patlic Alana Lamos”. Así responde el pequeño cuando le preguntan: “¿cómo te llamas?”. Tiene apenas cuatro años y ya es socio de un banco. De verdad. Son testigos los lunes de cada semana, al anochecer, cuando Patrick Arana Ramos dirige sus pasos hacia una vivienda de un barrio periférico de Huancayo, para depositar una parte de sus propinas en el banco (su banco).

Su corta edad aún no le permite tener un cargo en el banquito. Así es como llaman a este sistema alternativo de ahorro basado en el modelo de Economía Solidaria. Un modelo en el que la calidad de vida de la persona es el centro y fin de la economía. Un modelo que promueve el progreso equitativo. Un modelo cimentado sobre la realización del ser humano como individuo y como agente de una organización. El banco del pequeño Patrick así lo demuestra.

Anderson Huamaní Riveros, 11 años, es el presidente de este banco. Dice que su función es controlar la asistencia de los socios a las reuniones. Siempre está pendiente. Si alguien falta, averigua el porqué de la inasistencia. Si no hay justificación, aplica la multa: 20 céntimos por tardanza y 50 por falta. Paola Gaspar Tadeo tiene 10 años y es la tesorera del banquito. Hay más confianza para ese cargo en una mujer, dicen. Miguel Pocomucha Tadeo le lleva por dos años y se desempeña como vicepresidente. Una de sus funciones es mantener la disciplina. Todo está fríamente organizado.

Con decir que hasta oficina tienen. Queda en la casa de Esther Ramos Palomino, la vecina Techi, quien ha destinado una habitación de su vivienda en el populoso barrio de Ocopilla de Huancayo, para convertirla en una suerte de miniagencia bancaria. Entre las paredes de verde claro de aquel cuarto, destacan unas letras multicolores con el nombre de esta iniciativa infantil: Banco Cooperativo Sembrando Valores.

¿Cómo funcionan?

BCP. Quién no conoce estas siglas que representan a uno de los tantos bancos comerciales que hay en el país. Estos bancos de edificios enormes y lunas polarizadas suelen tener como público objetivo a los sectores de clases media y alta. Difícil que estos bancos otorguen crédito a los pequeños agricultores, por ejemplo. Las ganancias engordan únicamente las billeteras de un reducido grupo de personas: los dueños.

BCS, en cambio, corresponde a las siglas de un sistema bancario en que todos los ahorristas son a la vez socios (dueños) del banco. Este sistema propio de la Economía Solidaria llega a las poblaciones en situación de pobreza y, claro, como dicen, es menos usurero (los intereses son los más bajos). Su mismo nombre lo dice: Banco Cooperativo Solidario.

Este tipo de bancos tiene una dinámica distinta: un grupo de personas interesadas en ahorrar se organizan y se convierten en socios. Por acuerdo, aportan un monto semanal o mensual que se irá convirtiendo en capital. Gracias a los préstamos que realizarán a los mismos socios o a terceros, ese capital generará intereses e irá creciendo. El capital es de todos. Obvio, ganan todos.

Un ejemplo: imaginemos un grupo de niños que decide crear su banquito aportando un sol por semana durante un año. Digamos que el banquito tiene 21 socios. Ello implica que podrán juntar 21 soles por semana y 84 soles por mes. A los seis meses ya habrán acumulado unos 500 soles, un monto atractivo para ser otorgado en préstamo a los adultos (a sus padres o vecinos de confianza). Estos préstamos generan intereses que se van sumando al capital inicial. En diciembre llega la liquidación. Los niños podrán recoger lo que han ahorrado durante el año más los intereses que se dividen entre todos. Cada pequeñín llega a Navidad con no menos de 50 nuevos soles.

¿No es acaso una experiencia interesante? Pues exactamente eso viene ocurriendo con los 21 pequeños ahorristas del Banco Cooperativo Sembrado Valores de Ocopilla. Ya van por su segundo año. Y vaya, el pequeño Patrick y los demás socios de este banco son solo parte de un gran ejército infantil de ahorristas que, céntimo tras céntimo, vienen escribiendo nuevas historias de ahorro y solidaridad en familias en situación de pobreza del centro del país.

Los promotores

La Esperanza es un barrio de Huancayo donde los niños ven con esperanza un mañana sin pobreza. El barrio se caracteriza por albergar a familias pobres, muchas de ellas desplazadas por la violencia. Entre sus estrechas calles se encuentra un local del Instituto Redes, una organización que viene ejecutando proyectos a favor de estos grupos sociales. Pasaje Los Jardines, número 111. Todos los sábados a las cuatro de la tarde, el segundo piso de esta sede se convierte en la oficina principal de un grupo de niños y adolescentes líderes: los promotores de los banquitos solidarios.

Manuel Flores Páucar, 13 años, acude a este local desde hace dos años. Vive cerca, por el parque Peñaloza de Chilca. Es el mayor de cuatro hermanos y todos están bajo el cuidado de su abuela. Su madre está lejos, en Chile; se fue para trabajar como empleada del hogar. Su padre, quién sabe; se fue de la casa.

Desde muy pequeño, Manuel solía confundirse entre los ambulantes del céntrico parque Huamanmarca de Huancayo. Su oficio consistía en sentarse en algún rincón acompañado de una balanza. En su mirada, los transeúntes adivinaban la pregunta que era obvia: “¿desea controlar su peso?”.

Pero eso era antes. Ahora Manuel trabaja solo los fines de semana en una bodega. Se inició en las artes del ahorro en 2007, como promotor. “Es difícil buscar personas, pero yo les invito para que aprendan a ahorrar y no gastar mal. El año pasado yo me he comprado mi ropa con mis ahorros”, cuenta.

Como Manuel, existen 30 promotores de bancos solidarios en Ocopilla. Son niños y adolescentes. Todos esperan crear más de 50 banquitos en el presente año. Cada uno con un promedio de 15 socios. Cuentan para ello con el acompañamiento del Instituto Redes.

Al igual que el promotor Manuel, participa en estas reuniones Isabel Condori Mallqui, una menor de familia desintegrada. Ella ayuda a su madre en el comercio ambulatorio de frutas. Se inició como promotora bancaria el 2007, cuando tenía 12 años, y de esta experiencia guarda lecciones de vida: “En los banquitos aprendemos a valorar el ahorro. Con mis socios ahorramos cinco soles por semana pensando en el futuro”, expresa Isabel. Si todo marcha bien, este año habrá ahorrado no menos de 250 soles, monto que espera le sirva para postular a la universidad. “Quiero estudiar ingeniería de sistemas”, asegura.

Las historias se repiten. Edith Milagros Huamán es una promotora y tiene 17 años. ¿Sus padres? separados. Ella tiene un banco con adolescentes. También ayuda a su madre en la venta de frutas en la calle. Está ahorrando y espera estudiar administración de empresas en la universidad.

Si antes el futuro para estos menores de barrios periféricos era sinónimo de incertidumbre, hoy la mayoría piensa en una carrera profesional. Los banquitos no solo sirven para cubrir necesidades económicas. Quizás ello solo sea el pretexto para enseñar a los menores a cultivar valores como el hábito del ahorro. Ellos saben de puntualidad. Respetan nuestro medio ambiente. Aprenden a organizar su plan de vida. Asumen un rol más protagónico en sus círculos sociales. Saben de solidaridad y cooperación. Y saben que “un niño que aprende a ahorrar, jamás va a ser pobre”. ¿Sí o no, Patlic Alana Lamos?

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Foto Correo: La coordinadora del Programa Infantil Manitas Unidas del Instituto Redes, Mary Vilchez Paucar, indicó que en la región Junín hay 1725 menores de edad quienes vienen ahorrando en sus Banquitos Cooperativos Solidarios