«Atlas de la carne» – Hechos y cifras sobre los animales que comemos

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En muchos países, los consumidores están hartos de las artimañas de la agroindustria. En vez de usar fondos públicos para subsidiar granjas industriales – como en los Estados Unidos y la Unión Europea – quieren políticas racionales que promuevan una producción ganadera realmente sustentable, social y ética.

Introducción al Atlas de la Carne por Barbara Unmüßig Presidenta Fundación Heinrich Böl

La comida es un asunto muy personal. No se trata solamente de una necesidad. A menudo representa sentimientos como familiaridad, relajación, rutina o hasta stress. Comemos en diferentes tipos de situaciones y tenemos nuestras propias y muy personales preferencias.

Al mismo tiempo, sin embargo, estamos cada vez más alienados de lo que tenemos en el plato, la mesa o en la mano. ¿Se ha preguntado alguna vez de dónde viene el bistec, la salchicha o la hamburguesa que se come? La satisfacción personal refleja las decisiones éticas, y las preocupaciones privadas pueden ser de naturaleza bastante política. Cada uno de nosotros debe decidir lo que quiere comer. Pero el consumo responsable es algo que una creciente cantidad de personas demanda. Y se necesita información para tomar decisiones.

¿Cómo puede el consumidor promedio comprender el impacto global causado por su consumo de carne? ¿Cuánta gente entiende que la demanda europea por carne es directamente responsable de la deforestación del Amazonas? ¿Quién está consciente de las consecuencias que la producción industrial de ganado tiene en temas como la pobreza y el hambre, el desplazamiento y la migración, el bienestar animal o en cambio climático y la biodiversidad? Ninguna de estas preocupaciones se visibiliza directamente en la carne o subproductos que se adquieren en el supermercado. Por el contrario, las grandes corporaciones agroindustriales tratan de minimizar los efectos negativos de nuestro alto consumo de carne. Los envases y publicidad de países desarrollados muestran una imagen de animales contentos en granjas felices. Pero en realidad el sufrimiento que padecen los animales, el daño ecológico y los impactos sociales asociados se esconden debajo de la alfombra.

Una de cada siete personas en el mundo no tiene acceso apropiado a la comida. Estamos bastante lejos de cumplir con el derecho internacionalmente reconocido a una alimentación suficiente en términos de calidad y cantidad. Por el contrario, casi mil millones de personas en el mundo pasan hambre en gran medida debido a que la alta demanda de las clases medias por carne genera industrias alimentarias a gran escala y con ganadería intensiva.

En muchos países los consumidores están hartos de las artimañas de la agroindustria. En lugar de usar fondos públicos para subsidiar las granjas industriales – como ocurre en los Estados Unidos y la Unión Europea – los consumidores quieren políticas racionales que promuevan una producción ganadera realmente sustentable, social y ética. Como resultado, una preocupación central de la Fundación Heinrich Böll es proporcionar información sobre los efectos de la producción de carne y ofrecer además alternativas.

Mientras los gobiernos en el mundo industrializado deben cambiar radicalmente de curso y luchar contra el poder del lobby de la agroindustria, los países en desarrollo pueden evitar cometer los errores de otras naciones. Si conocen los efectos de la producción intensiva de carne, pueden planificar una forma futura de producción que sea responsable social, ética y ambientalmente. En vez de tratar de exportar su fallido modelo, la UE y los EE.UU. deberían intentar demostrar que el cambio es tan necesario como posible.

Las alternativas existen. La carne puede ser producida a partir de ganado criado en pastizales en lugar de fábricas y la comida producida localmente en vez de enviarla a miles de kilómetros. En un sistema así, el estiércol no tiene por qué ser un problema para la naturaleza ni para la salud de la población circundante: puede ser distribuido en los mismos campos para enriquecer el suelo.

Este atlas le invita a viajar por el mundo y le da un profundo conocimiento de las conexiones globales que ocurren cuando comemos carne. Solamente los consumidores informados y críticos pueden tomar las decisiones adecuadas y demandar los cambios políticos que se requieren.

Fuente: Presentación: «Atlas de la Carne»