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Género, consumo y prácticas transformadoras

Por Conchi Piñeiro y Javier F. Ramos, Altekio S. Coop. Mad. En los últimos meses, se han organizado varias jornadas, cursos y publicaciones centradas en la relación entre consumo consciente (responsable, crítico, colaborativo, transformador, etc.) y género. Algunas de ellas ya han sido nombradas en el blog, otras han dado lugar a una publicación (1) que estará […]

12 diciembre 2013

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Por Conchi Piñeiro y Javier F. Ramos, Altekio S. Coop. Mad.

En los últimos meses, se han organizado varias jornadas, cursos y publicaciones centradas en la relación entre consumo consciente (responsable, crítico, colaborativo, transformador, etc.) y género. Algunas de ellas ya han sido nombradas en el blog, otras han dado lugar a una publicación (1) que estará próximamente on line,  en la que se podrá profundizar en las ideas expresadas en este post. 

En varias investigaciones recientes sobre consumo y estilos de vida en las que hemos participado, esta relación es uno de los aspectos estudiados. La semana pasada nos escribió una compañera (Leticia Urretabizkaia, que también participa en la publicación citada) para solicitar referencias prácticas o teóricas concretas para abordar este tema, porque estaba participando en la elaboración de un diagnóstico de género de una cooperativa de personas productoras y consumidoras.

Esto nos  hace pensar que estamos empezando a poner el foco en la relación entre consumo consciente y género, pero aún resulta difícil incluir criterios específicos y metodologías concretas en nuestras prácticas cotidianas, y es un aspecto todavía poco trabajado dentro de estas iniciativas (en las que nos incluimos).

El género es uno de los patrones de socialización que, en la sociedad capitalista y patriarcal, campañas, empresas,administraciones y otras entidades utilizan para orientar las prácticas de consumo de la sociedad. Así hablamos de la idea de “consumos de género” como tipos y ámbitos de consumo asociados a personas socializadas como mujeres y como hombres en el heteropatriarcado, así como la idea de las “dicotomías perversas” como mujeres emotivas y hombres racionales, que se pueden trasladar como estereotipos a sus comportamientos en el consumo. Y en este punto nos detendremos un poco para presentar una de las reflexiones en las que estamos trabajando últimamente: no sólo la socialización de género puede orientar las prácticas de consumo consolidando la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que podemos vislumbrar un camino de ida y vuelta. Es decir, también las propias prácticas de consumo, ayudan a producir y consolidar roles y estereotipos de género que crean dicha desigualdad.

También se va construyendo una mirada al cuerpo y a la salud relacionada con estas dimensiones, que aparece tanto en algunos discursos del consumo que se construyen desde las prácticas, como en investigaciones sobre el tema. Esta mirada ya la hacen feministas como Alicia Puleo que nos explica que “desgraciadamente las mujeres somos más vulnerables biológicamente y perdón por el adverbio biológicamente porque dentro del feminismo suena mal, pero es que desgraciadamente los agro tóxicos, las dioxinas, los órganos fosforados, etc.; es decir cientos, miles de sustancias que estamos utilizando a toneladas afectan más rápidamente a las mujeres que a los hombres ¿por qué? porque muchas ellas son leídas, interpretadas por nuestro organismo como estrógeno” (Feminismo y ecología: Hacia otro mundo posible). Entendiendo que, cuando hablamos de mujeres, nos referimos a lo que se ha denominado “biomujeres”, y que existen una gran diversidad de identidades de mujeres que se ven afectadas de forma diversa por este hecho de las sustancias agrotóxicas, entre ellas las mujeres Trans (que se enfrentan a muchos otros problemas en cuanto a la discriminación)”. En esta línea, señalar estas diferencias es un aspecto que aparece en algunos de los documentos y discursos para promover el consumo consciente como una dimensión que debemos valorar.

Por otra parte, en las alternativas o iniciativas que construimos colectivamente para promover el consumo consciente y transformador o las iniciativas de economías colaborativas podemos abordar esta relación como una oportunidad para mirar, no sólo cuántas personas que se identifican como mujeres y hombres participan en estas propuestas, sino también qué relaciones de poder se están dando y quién tiene mayor visibilidad, cómo es el reparto de tareas (en relación a la división sexual del trabajo), y cómo funcionan los grupos, etc. (como señala en su capítulo Rubén Suriñac en el Informe Consumo y Estilos de Vida Cambio Global 2020 2050 y también señalan varias autoras los resultados específicos del proyecto europeo EUPOPP).

En este sentido, uno de los debates que hay es la mayor receptividad y participación respecto a estas iniciativas por parte de las mujeres por estar socializadas en los valores de los cuidados, que están presentes en el consumo consciente. Como nos recuerda Yayo Herrero esto es el resultado de una construcción social. Por eso, es muy interesante hacer propuestas como diagnósticos participativos de género en las iniciativas de consumo consciente, que nos permitan avanzar hacia espacios igualitarios en las prácticas concretas y una mayor reflexión en la relación consumo consciente-género, incorporando nuevas preguntas e identificando nuevos silencios.

  


(1) Tejiendo alianzas para una vida sostenible. Consumo crítico, feminismo y soberanía alimentaria, editado por Xarxa de Consum Solidari y Marcha Mundial de las Mujeres.

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