Consumo Responsable

La revolución «antiyuppie» invade EEUU

La última tendencia de la sociedad USA se llama «downshifting» y consiste en «rebajar» la vida y hacerla simple de forma «voluntaria» NUEVA YORK.- El reto de los ochenta era ver quién corría más; el lema de los noventa comienza a ser bien otro: ¿Quién se baja antes de la moto? Hartos de tanto estrés, […]

9 diciembre 1995

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La última tendencia de la sociedad USA se llama «downshifting» y consiste en «rebajar» la vida y hacerla simple de forma «voluntaria»

NUEVA YORK.- El reto de los ochenta era ver quién corría más; el lema de los noventa comienza a ser bien otro: ¿Quién se baja antes de la moto?

Hartos de tanto estrés, tanta fatiga y tanto sofoco, los americanos están empezando a dar la vuelta a la tortilla. La tendencia imparable se llama el «downshifting», y la fórmula consiste ni más ni menos que en «rebajarse» un poco, renunciar a prometedores ascensos y hacer un corte de mangas a la vorágine cosumista, llevar una vida relajada, más simple, más vivible.

El dinero, el trabajo y el éxito están a la baja; la salud, el tiempo libre y las relaciones personales son los valores en alza. Los sociólogos advierten: estamos a las puertas de un nuevo estoicismo, versión siglo XXI.

La revolución «antiyuppie» comenzó a fraguarse en Seattle, que ya despunta en el horizonte como la radical alternativa a la Gran Manzana. Y la «madrina» del movimiento se llama Duane Elgin, autora de un libro visionario que hace 15 años fue tachado de ingenuo y romántico: «Voluntaria Simplicidad».

A los seguidores de la nueva tendencia se les llama indistintamente «downshifters» o VS (Voluntariamente Simples) y son hoy por hoy la «especie» social de mayor crecimiento en Estados Unidos: el 15% de los jóvenes profesionales americanos abrazará la nueva categoría antes de que termine el siglo.

La edad media de los VS está entre los 27 y los 40 años. Las mujeres, como en casi todo, llevan la delantera. Por profesiones, los economistas, los abogados y los periodistas van marcando la pauta.

El perfecto «dowshifter» es aquel que ha descendido, voluntaria o involuntariamente, de categoría profesional. O que ha renunciado a ganar más dinero a cambio de tener más tiempo. O que ha decidido imprimir un giro espartano a su modo de vida: casa más pequeña, coche de segunda mano, ni vídeo ni televisión…

«Cuanto más consumes más trabajas, cuanto más trabajas más consumes: nos tienen atrapados en un círculo vicioso», se lamenta Janet Luhrs, editora del boletín «Simple Living» (publicado en Seattle y distribuido a 3.000 lectores).

PASO ADELANTE.- Luhrs renunció a su prometedora carrera de abogada para dedicarse a su familia y, de paso, consagrarse a la causa del «downshifting». «Hay gente que considera todo esto como un paso atrás. Yo lo veo como un gran paso adelante: antes trabajaba para pagarme el microondas, ahora me cocino mi propia comida, tengo más tiempo y me considero relativamente feliz».

En el noroeste de Estados Unidos, los VS son aceptados como la cosa más humana y normal, pero en el resto del país les acusan de estar tirando por tierra el sueño americano. En Nueva York o Los Angeles les desacreditan como una secta, y hay incluso quienes les ridiculizan pintándoles como hombres de las cavernas.

«En cuanto te sales de los moldes te señalan con el dedo», añade Luhr. «La mayoría de la gente no quiere entender que incluso en las ciudades se puede vivir de otra manera».

«Tampoco hacer falta renunciar a tanto», puntualiza Cecile Andrews, trabajadora social y autora de una columna semanal sobre la voluntaria simplicidad en el «Seattle Times». «Se trata de disfrutar de la vida sin los excesos que nos impone la sociedad consumista. Hemos llegado a un punto en que las prioridades de la gente son el ir de compras y el volcarse obsesivamente por el trabajo. Una de nuestras reivindicaciones es precisamente la semana laboral de 30 horas».

Andrews recibe todas las semanas decenas y decenas de cartas sobre experiencias personales. Historias como la de Joan, que admite haber arruinado su vida amorosa por su devoción enfermiza hacia el trabajo. Hubiera querido ser madre, pero lo fue retrasando por su proyección profesional. Hoy por hoy, su única ambición es recuperar el tiempo perdido y dedicar horas enteras a mirar las estrellas.

Gabriel Lennich, 37 años, periodista, también decidió cortar por lo sano. Hasta hace dos años se dejaba la piel en Nueva York trabajando de diez a doce horas diarias; ahora vive en una casa de campo en Woodstock, escribe como mucho un par de críticas musicales a la semana y se dedica mayormente al diseño de bisutería barata.

«Antes pagaba 2.000 dólares por el alquiler, ahora pago diez veces menos», comenta Lennich desde su tranquilo retiro en el corazón de las montañas. «Con las colaboraciones saco de sobra para mis necesidades; mis caprichos los cubro con la bisutería. ¿Que si me considero feliz? No lo sé. Por lo menos soy menos infeliz que antes. Llega un momento en que te pudres en tu propia cárcel».

Lennich cambió el coche por la bicicleta, pero al menos tiene teléfono y se consuela por las noches con el vídeo («lo único a lo que nunca podré renunciar es a un montón de libros y a una buena película»).

LOS RADICALES.- Hay «downshifters» más radicales que reniegan incluso de la luz eléctrica y del agua corriente y abogan por la austeridad total que ya preconizaba hace siglo y medio Henry David Thoreau.

Según una reciente encuesta del Harwood Group de Bethesda, el 95% de los norteamericanos piensa que la sociedad en la que vive es demasiado materialista y el 82% reconoce que compra más de lo que necesita. El 28% admite haber reducido su jornada laboral para tener «una vida más equilibrada» y el 66% afirma que desearía tener más tiempo libre. El 86% de los «downshifters» dice sentirse feliz o muy feliz.

La «Voluntaria Simplicidad» está alcanzando pues las dimensiones de un auténtico fenómeno social. Se trata, dicen, de la respuesta pendular y ascética al materialismo «yuppie» de los años ochenta, un golpe de tuerca en la busca imposible de la felicidad que no llega.

APOYOS

Los estoicos son de lectura obligada

Los estoicos son de lectura obligada, y muy en especial el filósofo Epícteto (la recopilación actualizada de su pensamiento «El arte de vivir» es uno de los pilares del movimiento).

En los últimos meses, las estanterías se han poblado de manuales sobre el fenómeno, desde la reedición de «Voluntaria simplicidad» de Duane Elgin al «Downshifting» de Amy Salzman, pasando por «En busca de la vida simple» de David Shi. «Si intentas vivir de una manera simple en la ciudad, los vecinos no tardarán en hablar», advierte Shi por experiencia propia. «Pero es posible, ya lo creo. Y tiene si cabe más mérito porque el bombardeo consumista te acecha noche y día».

Esta máxima de Epícteto, pronunciada en el año 55, resume el nuevo espíritu: «El valor que damos al dinero, al estatus y a la competencia envenena nuestras relaciones personales. La vida feliz será imposible mientras no simplifiquemos nuestros hábitos y no moderemos nuestros deseos».

Los 101 mandamientos del «downshifter»

Joe Domínguez era un «tiburón» de Wall Street; Vicki Robin, una actriz de teatro que aspiraba a triunfar en Broadway.

Los dos renunciaron a sus sueños de oro hace veinte años, recogieron el fruto de unas cuantas inversiones y huyeron con lo puesto para llevar una vida más equilibrada.

Ahora sobreviven con poco más de un millón de pesetas al año, imparten conferencias sobre la «independencia financiera» en todo el país y han publicado un libro de gran éxito: «Tu dinero o tu vida». La obra está cuajada de consejos para aspirantes a «downshifters». Estos son algunos de sus 101 mandamientos:

1.- Cancele todas las tarjetas de crédito menos una, y resérvela única y exclusivamente para las emergencias.

2.- Funcione con una sola cuenta bancaria, guarde la chequera bajo llave y pague siempre al contado.

3.- Lleve una cuenta diaria de gastos.

4.- Hágalo usted mismo. Aprenda a reparar su casa y su vehículo.

3.- Renuncie al coche y, si es imprescindible, compre uno de segunda mano. Use el transporte público o el «car pool» (compartir el vehículo entre varios compañeros de trabajo).

4.- Viva lo más cerca del trabajo, de manera que pueda comer en casa e ir y venir andando.

5.- Aspire a una jornada laboral de cuatro días o de 30 horas a la semana.

6.- Deje de fumar y pierda peso. Reduzca el estrés al mínimo. Procure no llevar reloj si no es estrictamente necesario.

7.- No compre libros ni revistas; pídalos prestados en la biblioteca.

8.- Salga de compras únicamente en caso de necesidad. Practique el «comparison-shopping»: comparar precios en al menos cinco tiendas. Compre ropas y muebles de segunda mano. Renuncie a regalos superfluos.

9.- Veranee en un «camping» y ponga en alquiler la casa propia.

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