Feminismos
Las raíces de la brecha de género
Claudia Goldin, premio Nobel de Economía, explica las causas de fondo que determinan la desigualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral. Un artículo de Alternativas Económicas firmado por Pere Rusiñol
Claudia Goldin, catedrática de Economía de Harvard y último Premio Nobel, recorre en este libro la historia de la lucha de las mujeres en el siglo XX por abrirse paso en un mercado laboral construido a partir de la tradicional (y reaccionaria) separación de roles: las puertas de la esfera pública—incluida la carrera profesional— abiertas para los hombres, mientras que las mujeres eran recluidas dentro de las cuatro paredes del hogar y a la esfera de los cuidados sin retribución.
Con profusión de datos y recuperando historias personales de mujeres que lograron superar todo tipo de obstáculos y labrarse una carrera, la economista neoyorquina va analizando las distintas fases que distingue en los últimos 120 años. Identifica hasta cinco, desde la disyuntiva inicial entre “familia o carrera” hasta llegar a la actual, que arranca con el cambio de siglo y que aspira a hacerlas realmente compatibles sin renuncias.
El avance que supone cada una de las fases es notable, sobre todo gracias al empeño de las propias mujeres y a los cambios culturales y de modelo socioeconómico que va provocando su empeño. Sin embargo, y pese a que desde 1980 en los países occidentales ya son más las mujeres que los hombres en posesión de título universitario, todavía queda mucho recorrido pendiente, como demuestra este libro fundamental, que apunta a la maternidad como el factor determinante de la brecha por resolver: las carreras profesionales de hombres y mujeres suelen transcurrir en paralelo hasta que llegan los hijos y, a partir de ahí, las diferencias se ensanchan, siempre en detrimento de ellas.
La clave reside en la organización de las empresas, que priman los puestos de trabajo que exigen total disponibilidad y son fuente de mejores salarios y promociones, y, en paralelo, en la insensibilidad de la Administración para garantizar redes públicas de cuidados, tanto para los niños y niñas como para las personas mayores. Ante este escenario, dentro de la pareja suele darse una especie de pacto organizativo y de maximización de los ingresos del hogar por el que el hombre acostumbra a optar por el puesto inflexible —mejor retribuido y a punto para promociones—, mientras que la mujer se conforma en el mejor de los casos con el más flexible. Este acuerdo de facto resulta ser la semilla de muchas brechas de género por venir en el campo profesional y de inequidad en el seno de la familia.
La autora aporta muchas pistas para impulsar políticas públicas que afronten esta desigualdad en la raíz y no solo a través de los discursos. Ello exige que la economía asuma que no puede concebirse sin integrar los cuidados en el modelo. No es solo una cuestión de justicia y equidad, sino también de eficiencia y productividad: con el actual modelo, la economía nunca va a poder alcanzar todo su potencial porque capital humano muy valioso prefiere dar un paso atrás.