Ecologismo
¿Materias primas agrícolas o comida? Alerta de hambruna inminente
Un artículo de valorsocial.info sobre la irresponsabilidad social corporativa y las cosas del comer
En estos días, las organizaciones UNICEF España, Oxfam Intermón, Save the Children y Acción contra el Hambre han lanzado un llamamiento urgente para impedir la muerte de 49 millones de personas que corren riesgo inminente de hambruna. Aluden a tres causas: los conflictos (como el de Ucrania), la crisis climática y el COVID-19. Según manifiestan, “en el Sahel occidental –sobre todo en Nigeria, Níger, Burkina Faso, Chad y Malí- el número de personas que necesitan ayuda alimentaria de emergencia se ha quintuplicado entre 2015 y 2022, pasando de 7 a 38 millones. Mientras, el Cuerno de África –Kenia, Etiopía y Somalia principalmente– sufre su sequía más larga en los últimos 40 años y 23 millones de personas se enfrentan al hambre extrema”.
El contexto ya era grave antes de la guerra en Ucrania, con un incremento desmesurado del precio de los combustibles y de los alimentos básicos. No obstante, a todo ello se ha sumado que 14 países de renta baja o baja-media, con altos niveles de hambre y deuda, importan más del 50% de su trigo de la zona Ucrania-Rusia (Eritrea el 100%, Somalia el 92% y Yemen casi la mitad). “En este momento hay una ‘tormenta perfecta’. La gente ha agotado sus reservas, los precios están muy altos y la capacidad de resiliencia está agotada. Nos parece fundamental que haya una respuesta internacional. Hay tres zonas del mundo donde todos los indicadores están disparados: Oriente Medio, África, incluso Latinoamérica, porque el precio de la comida está mucho más allá de lo que la gente puede aguantar, indica el director general de Acción contra el Hambre, Olivier Longué.
Junto a este llamamiento de organizaciones humanitarias, también se ha presentado en estos días el informe sobre “Perspectivas agrícolas 2022-2031”, realizado de manera conjunta por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). “El aumento de los precios de los alimentos, los fertilizantes, los piensos y el combustible, así como el endurecimiento de las condiciones financieras, están propagando elsufrimiento humano por todo el mundo”, afirma el Director General de la FAO, QU Dongyu. El informe subraya el papel crucial del gasto público adicional y la inversión privada en producción, tecnología de la información e infraestructura, así como capital humano para aumentar la productividad agrícola. Igualmente, también se indica que garantizar el buen funcionamiento del comercio y los mercados mundiales es esencial para abordar los desafíos a corto y medio plazo para la seguridad alimentaria. “La creciente interdependencia entre los socios comerciales subraya la importancia crítica de un sistema de comercio multilateral transparente, predecible y basado en reglas”, advierte la investigación.
Especulación alimentaria
Pero, aunque la crisis climática, el conflicto en Ucrania y la crisis post-covid sean causas evidentes de la situación actual, ¿explican realmente que millones de personas en el mundo no puedan alimentarse? Quizás en esta explicación falte también un elemento importante, ya denunciado por organizaciones humanitarias desde hace años: los alimentos se han convertido en una mercancía, cuya función principal es el beneficio, relegando a un segundo plano su carácter de derecho básico. Ya en el año 2018, el informe “El Casino del Hambre: Cómo influyen los bancos y la especulación financiera en los precios de los alimentos” coordinado por Juan Felipe Carrasco y publicado originalmente por Amigos de la Tierra, señalaba que si bien varios factores pueden tener su influencia, el hambre “tiene que ver mucho más con el papel de las grandes entidades financieras, la tolerancia política e institucional frente a las grandes estrategias especulativas, las políticas de desregulación agraria o el papel de las grandes multinacionales del agronegocio, que comercian con las producciones a escala global, el almacenamiento y la retención privados a gran escala, los mercados de futuros, la deforestación y el monocultivo, el creciente acaparamiento de tierras, la dependencia del petróleo, la actividad de los grandes intermediarios como el sector de la gran distribución, la estructura de precios…”.
En 1991, Goldman Sachs creó un instrumento financiero que permitía invertir en productos básicos como trigo, arroz o café. A partir del año 2000, se liberalizaron las normas en los mercados de derivados financieros de materias primas. Ello hizo que la negociación de los llamados contratos a futuro en las Bolsas de Chicago, Londres o París (compra y venta de contratos de futuro, independientemente de que estos contratos se materialicen) provocara ya desde 2005 un aumento del precio de alimentos básicos como maíz, trigo y otros cereales básicos. Pero, como indicaba Oxfam en uno de sus documentos, lo que para unos son “materias primas agrícolas” para otros es comida, por lo que el Banco Mundial estimó que el pico de precios de 2008 empujó a la pobreza a cerca de 100 millones de personas, 30 millones de ellas en África. En 2015, el propio Parlamento Europeo admitía que los movimientos especulativos financieros eran los responsables de casi el 50% del aumento del precio de los alimentos.
La necesidad de decisiones políticas
Como se ha indicado en numerosos informes y estudios independientes, la especulación financiera es una de las grandes causas del importante aumento del precio de los alimentos mundiales. Como recoge el informe El Casino del Hambre, “el hambre no se solucionará únicamente desde perspectivas técnicas y tecnológicas, sino políticas. No se trata de convertir el paisaje, los alimentos y los medios de producción en mercancías, sino de garantizar el acceso a estos como derecho fundamental y universal…”. Por ello, en el llamamiento de las organizaciones humanitarias a los gobiernos, exigen promover políticas que aseguren el acceso a servicios básicos en sociedades más expuestas a la crisis y que adecuen sistemas agroalimentarios para una mayor sostenibilidad y resiliencia frente a futuras crisis.
Mientras llegan las decisiones políticas que frenen la especulación con la comida, existen opciones que apuestan por otro modelo de alimentación y de relaciones económicas. La agricultura sostenible, los alimentos de temporada y de producción local, el no desperdicio de alimentos, la compra en comercios de barrio, cooperativas y grupos de consumo son alternativas a la mano del consumidor. También la apuesta por las finanzas éticas contribuye a la transformación hacia una economía real, comprometiendo su financiación a modelos de agricultura sostenible, ecológica, de mercados locales, que rompen con la insostenibilidad de la industria alimentaria actual.