Finanzas Éticas

Entrevista a Carlos Ballesteros: ‘La palabra crisis significa cambio’

Es necesario apostar por una nueva economía centrada en el bienestar de las personas y la sostenibilidad medioambiental. Así lo cree el profesor Carlos Ballesteros en esta nueva entrevista de la campaña Otra Economía es Posible. Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor de Comportamiento del Consumidor en ICADE, Ballesteros ha prestado su apoyo […]

25 noviembre 2008
Etiquetas:

Buscador de noticias

Field not found.
NULL
NULL

Es necesario apostar por una nueva economía centrada en el bienestar de las personas y la sostenibilidad medioambiental.

Así lo cree el profesor Carlos Ballesteros en esta nueva entrevista de la campaña Otra Economía es Posible. Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor de Comportamiento del Consumidor en ICADE, Ballesteros ha prestado su apoyo a importantes iniciativas en el campo de la economía solidaria, entre las que destacan GAP, Consume hasta Morir, Altereconomía y el Proyecto Fiare.

Existe un consenso generalizado que culpa a la falta de controles del sistema financiero internacional de la actual crisis económica. En cambio, nadie habla de otra cuestión que es fundamental para entender la situación: el proceso de creación del dinero. ¿Qué papel desempeñan los Estados y los bancos en el mismo? ¿coincide con lo que piensan los ciudadanos?

Creo que podemos empezar por distinguir dos planos en la economía. El real, en el cual los ciudadanos y las empresas interactúan satisfaciendo sus legítimos intereses (ropa, comida, ocio, vivienda…) y el especulativo, fuera del alcance y entendimiento de la gran mayoría de las personas e incluso de algunos economistas como yo. La crisis se ha generado y se ha causado en este segundo plano, pero la sufrimos en el primero.

Lo que habíamos conocido siempre era que las diferentes formas de dinero que se utilizaban en la economía estaban dirigidas a facilitar los intercambios más o menos grandes de mercancías, de comercio, de inversiones. Es decir, el dinero era algo instrumental: se utilizaba en más o menos cantidad en la misma medida en que hubiera más o menos intercambio. Pero lo que ha ocurrido es algo sorprendente. No sólo han aumentado los medios de pago porque haya habido que hacer frente a más operaciones que requerían financiación, sino que el dinero disponible ha aumentado en mucha mayor cantidad que estas últimas. Dicho de otra manera, el volumen de dinero existente en la economía se ha disociado del volumen de comercio. Algo que resulta especialmente importante y que debemos subrayar es que estas transformaciones en la naturaleza del dinero y en su uso no sólo afectan a las finanzas o a una parte especializada de la actividad económica. El gigantesco y desproporcionado desarrollo del dinero y de los flujos financieros trae consigo modificaciones en todos los ámbitos: en las relaciones económicas no monetarias y en el conjunto de las relaciones sociales. Incluso en la política y en el ejercicio del poder. Esto último no es de extrañar. Todos sabemos que el poder ha estado siempre estrechamente vinculado con el dinero. Y ahora que cambia la naturaleza del dinero, es lógico que también cambie la forma del poder financiero. Y además, es también lógico que ahora que el dinero tiene más presencia en la vida económica, sus poseedores, los grandes centros financieros, los bancos, las grandes empresas, etc. hayan adquirido gracias a eso mucho más poder y más influencia social

Usted forma parte del grupo de economistas de www.altereconomia.org Esta página web se caracteriza por un enfoque crítico y preocupado esencialmente por las relaciones entre la actividad económica y el bienestar humano. ¿Es el comercio justo una manera de unir ambos aspectos?

Puntualizo. Soy alguien a quien se le invitó a participar de ese proyecto una vez lanzado por economistas y personas con mayor recorrido social e intelectual que yo y a los que estoy muy agradecido, les apoyo y les respeto y coincido con la mayor parte de sus planteamientos, aun cuando mi participación es muy escasa. De ahí que mis palabras y opiniones no sean necesariamente contrastadas con el resto de los componentes de Altereconomía. Son vertidas a titulo puramente personal.

El comercio justo, obviamente es un medio, una manera más, no la única pero si quizás la más conocida de conjugar economía y bienestar. No obstante la afirmación anterior, me gustaría puntualizar dos cosas: la primera es que el comercio justo que conjuga bienestar y economía es el comercio justo que podemos llamar alternativo. Vender café de comercio justo en grandes superficies, dentro de los canales comerciales tradicionales NO es comercio justo, por mucho que se llame así y que incluso algunas ONG lo promuevan; la segunda es que prefiero hablar de economía solidaria antes que de comercio justo. El comercio es tan solo una de las manifestaciones de la economía.

La economía solidaria, que puede entenderse como la manifestación de una disconformidad, recoge postulados y prácticas, entre otros, del movimiento ecologista, del feminista y en los últimos años de los movimientos nacidos como antiglobalización (crítica, denuncia, presión por regulaciones, reformas y políticas públicas democráticas) en evolución hacia movimientos alterglobalizadores, cuya consigna es la misma del Fórum Social Mundial que se celebra todos los años desde 2001: ¡Otro Mundo es Posible, Otra Globalización es Posible! pero que traducida al mundo económico sería algo así como ¡Otra Empresa es Posible!

La economía solidaria es una forma ética, recíproca y cooperativa de consumir, producir, intercambiar, financiar, comunicar, educar y desarrollarse que promueve un nuevo modo de pensar y de vivir. Podría decirse que, en palabras de Marcos Arruda (2004), es un empoderamiento de la sociedad civil que necesita de la colaboración solidaria como forma predominante de las relaciones sociales y de la coparticipación en la producción, distribución y consumo.

Así entendida, la economía solidaria y el comercio justo como una de sus manifestaciones por supuesto que une bienestar social y economía cotidiana.

Durante los años de bonanza, los bancos han efectuado muchas inversiones especulativas con el dinero de sus clientes, que no suelen conocer las actividades que se financian con sus ahorros. Parece un buen momento para plantear la alternativa de la banca ética gestionada por los ciudadanos. Un buen ejemplo es Fiare, proyecto en el que usted ha estado implicado. ¿Cómo funciona este modelo de banca?

Dicen todos los entendidos, que la crisis es financiera, debido a que unos cuantos bancos y banqueros aprovechados y egoístas en Estados Unidos quisieron ganar cada vez más a costa de comprar lo que ahora llaman activos fallidos y que no supuso sino otorgar millones de créditos sin respaldo que los garantizara a cambio de obtener altas tasas de rendimiento. A esto se le ha venido llamando hipotecas subprime y consistía en captar a un tipo de clientes, los “ninja” (no income, no job, no assets) o sea, personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo y sin propiedades. A estas personas al borde de la exclusión los bancos decidieron cobrarles más intereses, porque había más riesgo (¿no recuerda esto un poco a la usura?) Además, llenos de entusiasmo, decidieron conceder créditos hipotecarios por un valor superior al valor de la casa que compraba el ninja, porque, con el citado boom inmobiliario, esa casa, en pocos meses, valdría más que la cantidad dada en préstamo.

Sin embargo, todo esto se ha venido abajo. Y nos arrastra a los demás.

Y así hemos llegado a esta dura crisis, en definitiva.

A mí me han enseñado que la palabra crisis, en su etimología, significa cambio. Y cambio significa oportunidad. Por eso ahora más que nunca veo la oportunidad de cambiar de una vez por todas el marco de referencia de la economía a una economía al servicio de las personas. Si la banca que otorgaba esos préstamos sin garantías hubiera aprendido de la Banca de los pobres de Bangladesh (que hace lo mismo que ellos, pero sin su finalidad recaudadora y usurera) o de la Banca ética que presta dinero a proyectos emprendedores sin ánimo de lucro y que cambian el mundo…otro gallo nos estaría cantando. Quizás la arrogancia de los grandes banqueros de la City y de Wall Street les impide aprender de los que hacen economía sin pensar en su propio bolsillo: ¡Qué pena! Esta banca ética que presta dinero a los que no lo tienen ni tienen con qué garantizarlo (al menos en el lenguaje común, porque garantías tienen pero de otro tipo) tiene índices de morosidad e impagos muy por debajo de lo que la banca convencional tiene. Y todo porque al otorgar crédito lo que otorgan es confianza. Es cierto que en un mundo basado en la posesión de las cosas, la garantía que da la confianza puede sonar romántica e irreal, pero mi experiencia me dice que cuando a una persona excluida del mercado del crédito convencional (o sea, indigno de confianza), el que una institución como la banca ética y todo lo que se mueve alrededor de ella confíe en ella supone una garantía de devolución. La banca ética presta dinero y financia proyectos que, aparte de su componente de rentabilidad económica, deben necesariamente transformar la sociedad en otra más justa, más limpia, más solidaria.

Al margen de la crisis financiera, otro fenómeno que también preocupa mucho a los gobiernos es la bajada del consumo, que están intentando atajar subvencionando a los sectores que más caen. ¿Por qué siempre se identifica la buena marcha de la economía con el aumento continuo del consumo de bienes? ¿no hay otra alternativa más sostenible medioambientalmente?

El consumo es, sin duda, uno de los más importantes motores de la sacrosanta economía actual. Consumir, comprar bienes y servicios, es una función esencial de los agentes económicos en los países desarrollados. No en vano se conoce con el nombre de Sociedad de Consumo o de Economía de Mercado a aquella que se basa en el libre intercambio de bienes y servicios a cambio de un dinero y de la obtención de valor por parte de todos los agentes implicados. El consumo es así una variable, sino la única, fundamental en el desarrollo de los países y de las economías y en la creación de riqueza. “El reinado del dinero y el individualismo posesivo son los rasgos que mejor caracterizan a esta civilización” escribe Rafael Díaz-Salazar. Somos ciudadanos en tanto que consumidores, perdiendo cada vez más otras características que nos definen y nos explican. Existimos en tanto en cuanto consumimos y somos consumidos.

Entonces es el consumo lo que guía el desarrollo no sólo de nuestra economía, sino de nuestro entorno a nivel global.

Por eso, desde que somos pequeños nos educan en el consumo, en la simbología, los lugares, las etiquetas, marcas y los tiempos de compra. Somos capaces de valorar rápidamente la relación calidad-precio de un producto y podríamos citar decenas de marcas y nombres de tiendas. Sin embargo, apenas se nos educa en las consecuencias de este tipo de comportamientos y hacia un consumo responsable. Podemos estar comprando en contra de nuestros principios, pero lo desconocemos; no sabemos dónde encontrar ciertos productos o es muy difícil conocer su origen; tampoco nos enseñan a protegernos de una publicidad abusiva, ni sabemos qué hacen con nuestros ahorros cuando los dejamos en el banco.

Desde siempre el hombre ha tenido que consumir bienes: el consumo se tiene que considerar como algo inherente y fundamentalmente necesario para la supervivencia humana. Los cambios a lo largo de la historia solamente han afectado en la manera y en el grado de elaboración de los productos, cada vez más alejados del propio individuo a lo largo del proceso de industrialización. La posibilidad de producir muchos más bienes en menos tiempo unido a los avances en investigación abre unas posibilidades aparentemente infinitas de consumo. Las consecuencias negativas, como pueden ser la contaminación del medio ambiente por la producción y los residuos generados en el proceso o el gasto excesivo de recursos, han llevado a poner cada vez más en duda si esto es el fin y el objetivo del sistema económico de hoy. A lo mejor es necesario “algo más” (o mejor dicho algo menos) para vivir bien en este planeta.

Eso requiere un cambio de valores muy profundo para que no sea el afán de acumular riqueza lo que guíe al mundo.

Se hace pues imprescindible y urgente un cambio sustancial del comportamiento económico de la gran mayoría de los ciudadanos del Norte, para que no sigamos destruyendo sino que se restauren los ecosistemas y que se permita, por justicia y solidaridad, un bienestar básico suficiente para todas las personas del planeta. En un mundo globalizado en el cual la producción se descentraliza y se mundializa, los consumidores debemos tratar de seguir el rastro de lo que compramos y garantizar que no se están apoyando prácticas como la explotación laboral infantil, la destrucción del medioambiente, la remuneración injusta al productor, etc. Los ahorradores debemos ser conscientes de qué es lo que pasa con nuestro dinero cuando lo invertimos en tal o cual fondo de inversión…La reorientación de las prioridades de la sociedad hacia una mejora del bienestar de las personas, en vez de la mera acumulación de bienes, supondría la transformación del consumo en una herramienta para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta.

Vamos a intentar acabar la entrevista con un mensaje positivo. Tal vez esta crisis pueda ser también la puerta a un mundo más justo, equilibrado y sostenible…

Ahora más que nunca, el honor, la confianza, el creer en las personas y sus proyectos deberían ser sin duda el nuevo paradigma, los nuevos valores que rijan un nuevo sistema económico mundial. Ahora más que nunca la banca ética, el comercio justo y la economía social son muy necesarias e imprescindibles.

DATOS DE CONTACTO:
Dirección: www.altereconomia.org; www.proyectofiare.com; www.gap.org.es; www.consumehastamorir.com

Artículos Relacionados

----