Decrecimiento: ¿una salida a la crisis?

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En el contexto de la crisis económico-financiera actual, cada día se observan más síntomas de la incapacidad del sistema para resolver los problemas generados por su propia lógica. La triada producción-consumo-trabajo que hace funcionar el modelo neoliberal, basado en el crédito y la especulación, se encuentra en un atolladero de difícil salida. La economía clásica no ha sabido percatarse de algo evidente: los límites físicos del planeta.

A esto hay que sumarle la importancia del modelo energético, basado en el consumo de recursos fósiles que lleva asociada la contaminación producida en la quema de hidrocarburos, y una enorme huella ecológica. Este indicador nos manda señales inequívocas: si todas las personas vivieran como los vascos/as, serían necesarios tres planetas. El pico del petróleo y el cambio climático son la otra cara de este modelo que además de los problemas que genera, conlleva un gran déficit democrático.
Este es el dilema al que nos enfrentamos: por un lado, la lógica del sistema empuja a pedir créditos para consumir recursos que produzcan objetos que serán consumidos para seguir creciendo y pagar esos créditos. Por otro lado, nos enfrentamos al problema patente del agotamiento de los recursos naturales, y comienzan a vislumbrarse las siguientes crisis: energética, ecológica y social.
Ante esta disyuntiva cada vez más personas pensamos que este modelo, además de no ser viable, es el origen de las desigualdades sociales, económicas, ecológicas, y que ha llegado el momento de buscar alternativas y proponer soluciones. Una de estas alternativas es el decrecimiento. Se trata de una corriente de pensamiento político, económico y social basada en una palabra que, a pesar de suscitar intensos debates, tiene la fuerza suficiente como para romper los esquemas mentales que igualan crecimiento a bienestar. El planteamiento inicial es básico: no se puede crecer indefinidamente en un planeta finito.
El decrecimiento propone bajar la producción, el consumo y promover valores humanos individuales y colectivos, así como alternativas del pensamiento creativo. El decrecimiento permite la construcción de un nuevo modelo de sociedad en el que la economía se encuentre al servicio de las personas, se establezca una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza, y sobre todo, se reivindique la ciudadanía desarrollándose la participación y toma de decisiones por medio de la democracia directa. Frente al paradigma imperante basado en el individualismo, la competitividad, el egoísmo y la búsqueda del máximo beneficio económico, se deben recuperar la ayuda mutua, la solidaridad, la austeridad y la justicia social.
El filósofo Serge Latouche, propone un programa basado en las 8 “R”:

  • Revaluar: sustituir los valores globales, individualistas y consumistas por valores locales, de cooperación y humanistas.
  • Reconceptualizar: una nueva visión basada en el buen vivir, la suficiencia y simplicidad voluntaria.
  • Reestructurar: adaptar el modelo de producción y las relaciones sociales en función de la nueva escala de valores, por ejemplo, combinar ecoeficiencia y simplicidad voluntaria.
  • Relocalizar: autosuficiencia local con fines de satisfacer las necesidades prioritarias disminuyendo el consumo en transporte.
  • Redistribuir: reparto de la riqueza, sobre todo en las relaciones entre el Norte y el Sur. En cuanto al trabajo, redistribuir las horas, trabajar menos para trabajar todos y todas.
  • Reducir: cambio del estilo de vida consumista al estilo de vida sencilla y todas las implicaciones que esto conlleva.
  • Reutilizar y reciclar: alargar el tiempo de vida de los productos para evitar el consumo y el despilfarro.

La puesta en marcha de las propuestas del decrecimiento debe ser desde dos planos diferentes y simultáneos:
Plano personal:

  • Simplicidad voluntaria significa vivir mejor con menos: la acumulación material no proporciona la felicidad una vez alcanzados ciertos niveles. Menos consumo y más desarrollo de valores comunitarios.
  • Uso consciente de consumo eléctrico, agua, calefacción, en las basuras y su reciclaje, papel…
  • Compras: reducir la compra de cosas no necesarias. Comprar con criterios éticos, ecológicos y sostenibles. Participar en grupos de consumo o grupos de compras.
  • Trabajo de comunidad: planes de ahorro energético en comunidades de vecinos, energías renovables, etc.
  • Bancas éticas.
  • Huertos ecológicos urbanos: casa, comunidad vecinos, jardines de tu barrio…

Plano comunitario:

  • Recuperación del concepto de ciudadanía retomando la responsabilidad de la toma de decisiones. Fomento de la participación ciudadana por medio de la democracia directa y asamblearismo.
  • Activismo social: recuperación del tejido asociativo como masa crítica influyente en las decisiones políticas.
  • Creación de cooperativas de consumo.
  • Vivienda: cooperativas de cesión de uso, a medio camino entre la propiedad privada y el alquiler.
  • Grupos de intercambio monetario: monedas locales y sociales, trueque, tiendas libres, bancos de tiempo, etc.
  • Cooperativa integral: de reciente creación en Catalunya, se trata de una herramienta que permite la creación de puestos de trabajo autogestionados.

Desde el punto de vista de las organizaciones sociales y las ONGD, la propuesta del decrecimiento pasa por una labor de pedagogía en el Norte de cuál es el papel que jugamos en torno a las desigualdades que se producen en el Sur. A la deuda del crecimiento (social, cultural, histórico y económico) se debe sumar la deuda ecológica. La respuesta a esta deuda debe pasar por decrecer en el Norte para intentar acabar con los efectos de su economía sobre las condiciones de vida y ambientales del Sur. Se trata simplemente de vivir con menos, para que todos y todas podamos vivir simplemente, mejor.
www.deshazkundea.org
www.decrecimiento.info
http://gasteizentransicion.wordpress.com/
Fuente: Revista Ahotsa nº 59 (Coordinadora de ONGD de Euskadi)