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2012, el mundo en rumbo de colisión

Por José Luis Gutiérrez Lozano Proyectándolo hacia este 2012, retomo el título de la conferencia magistral impartida por Manfred Max-Neef, economista y ambientalista chileno, ganador del Premio Nobel Alternativo de Economía (Right Livelihood Award) y autor de «Economía Descalza» y «Desarrollo a Escala Humana», en la Universidad Internacional de Andalucía. El tema será recurrente en […]

4 enero 2012

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Por José Luis Gutiérrez Lozano

Proyectándolo hacia este 2012, retomo el título de la conferencia magistral impartida por Manfred Max-Neef, economista y ambientalista chileno, ganador del Premio Nobel Alternativo de Economía (Right Livelihood Award) y autor de «Economía Descalza» y «Desarrollo a Escala Humana», en la Universidad Internacional de Andalucía. El tema será recurrente en este año que inicia. No se trata de profecías ni visiones de catástrofes al estilo hollywoodense. Es un tema que se trata con seriedad en varios foros académicos y de prospectiva de negocios que tienen lugar en diversas partes del mundo y que se repiten cada vez con mayor frecuencia. Sólo que, al no ser rescatados por las noticias que transmiten por televisión, la mayoría de los habitantes de este planeta no nos enteramos.

Conforme a estimaciones de Max-Neef, hacia septiembre de 2009, los recursos destinados por los gobiernos del primer mundo para el rescate bancario alcanzaban ya 17 billones de dólares. Ante esto se plantea que si sugiriera realizar un referéndum para que la población decidiera entre salvar vidas humanas o salvar bancos, sería considerado un populista. El mundo actual, dice, valora como más necesario, más urgente, salvar una aseguradora que curar enfermedades, superar la pobreza. No hay recursos para superar la pobreza pero sobran para cubrir necesidades superficiales. Vale la pena resaltar que la FAO estima que se requieren 30 mil millones anuales para superar el hambre en el mundo. Luego, con la simple división de esos 17 millones de millones de dólares dedicados al rescate bancario entre 30 mil millones, resulta que esa cantidad alcanzaría para superar el hambre en todo el mundo durante casi 600 años.

A nadie se le ocurriría pensar en avances científicos y tecnológicos sustentándonos en teorías de hace dos siglos o más. Sin embargo, la ciencia económica con la que hoy se pretende resolver los problemas del siglo XXI, se sustenta en la teoría clásica, sobre la cual se ha construido el llamado neoliberalismo, que data de hace más de doscientos años.

Lo que caracteriza al mundo en que estamos es una convergencia de múltiples crisis de los sistemas que nos han gobernado durante mucho tiempo, creando con ello la ilusión de no poder vivir sin ellos. Este 2012, con profecías o sin ellas, el mundo se halla en ruta de colisión. La angustia por las pérdidas económicas generadas por la obscena avaricia de unos cuantos, domina la vida de casi todos. El orden de prioridades de una humanidad buscando el confort, la vida “light”, la vanidad, la confusión entre el verdadero gozo y el vértigo con sucedáneos de placer, ha ido acabando con la sustentabilidad y la seguridad. Aunado al fin de la energía barata, la extensiva disminución de recursos fundamentales para el bienestar humano y para la supervivencia de la vida –espacios de vida digna, recursos naturales y reservas biológicas- la enorme burbuja especulativa, 50 veces más grande que la economía real de intercambio de bienes, ha depredado todos los mercados. El fin último de todos los recursos disponibles, antes que satisfacer requerimientos vitales para el ser humano, resulta ahora ser su capacidad de generar ganancias monetarias. La cultura dominante ha evitado que podamos llegar a nuevas visiones que permitan atender adecuadamente las necesidades del mundo del siglo XXI.

Ante esto, el mundo político también se convulsiona. Sin soluciones prácticas ni congruentes con la realidad actual, en varios países se busca que con el cambio de gobierno –España es clara muestra con sus elecciones anticipadas – se pueda remontar la crisis que agobia a una proporción creciente de la población. Pero llegan los nuevos gobernantes sin plan de acción ni ruta clara para salir del embrollo. México se perfila hacia la catarsis sexenal para la elección del nuevo supremo gobernante –gran tlatoani en la tradición azteca- en quien se depositará toda la esperanza. Pero, de igual manera a como sucede en otras partes del mundo, nada ni nadie garantiza que el cambio traiga las soluciones esperadas.

El reto económico, social y político es de tal magnitud y complejidad que no basta con cambios superficiales. No basta con los enormes despliegues mediáticos para dar a tal o cual candidato el carisma necesario para ganar la elección, los problemas persisten porque no se está modificando la manera de enfrentarlos. Es ya de popular conocimiento que solo un loco pretende lograr resultados distintos aplicando siempre los mismos remedios.

La colisión en todos los ámbitos de la vida económica, social y política es un hecho; nos hallamos en ruta hacia ella, sólo es cuestión de tiempo. Para evitar catástrofes y un devastador resultado es necesario cambiar de raíz nuestro enfoque de la vida y orden de prioridades. Tal vez para comenzar el cambio, se hace imprescindible modificar nuestra visión actual de la economía. La economía o está comprometida con la vida y el cuidado del otro o no es nada. Esto requiere una transición tanto de la teoría económica como de las prácticas cotidianas. Ante la inminencia de la colisión se hace necesario priorizar la seguridad y la sustentabilidad, y con ello la comprensión y compasión. Se hace necesario considerar al ser humano –no al dinero- como eje, principio y fin de la economía. Se requiere volver a mirar hacia adentro.

Twitter: @josgutie

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