Ecologismo

Agricultura Sintrópica: un viaje desde la agricultura tradicional hasta la armonía con la naturaleza

La historia que nos lleva a la Agricultura Sintrópica y los llamados sistemas agroforestales de sucesión, es un relato de transformación cultural, de las tribus indígenas en su relación con el bosque, pasando por los métodos agrícolas tradicionales, hasta llegar a la visión vanguardista de Ernst Götsch.

23 agosto 2023
Fuente:Ecohabitar

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La Agricultura Sintrópica tiene sus influencias en el trabajo de figuras como Masanobu Fukuoka con la no labranza y la observación de la naturaleza, los conceptos de la permacultura creados por Bill Mollison y David Holmgren, culminando en un enfoque holístico y regenerativo que busca la simbiosis entre la naturaleza y la agricultura.

La historia de la agricultura es casi tan antigua como la humanidad misma. En los orígenes, las tribus o sociedades humanas eran nómadas que dependían de la recolección de frutas, nueces, raíces y caza de animales para su subsistencia en armonía con la naturaleza. Con el tiempo, los humanos empezaron a darse cuenta del movimiento del bosque, a entender el estímulo a través de las dinámicas naturales y empezaron a imitar estas dinámicas construyendo vida de forma colaborativa.

El desarrollo del monocultivo

Con la domesticación de plantas y animales, el sedentarismo y el avance de la tecnología, llegó el desarrollo del monocultivo, la especialización y la masificación para poblaciones en crecimiento. Este avance tenía como contrapartida la erosión y la degradación de la calidad del suelo, que necesitaría paulatinamente de una mayor cantidad de insumos en forma de fertilizantes y plaguicidas, generando grandes impactos en los ecosistemas y la salud humana. Esta dinámica se agudizó multiplicándose con la Revolución Verde tras la Segunda Guerra Mundial, con la popularización del uso de grandes maquinarias y productos químicos tan eficaces como dañinos para la vida y la sostenibilidad global.

Mientras esta llamada “Revolución” sigue en expansión imparable con la globalización agrícola hiperproductiva por todo el planeta hasta nuestros días, en los años 70 del siglo XX surgen casi en paralelo e interconectadas dos filosofías renovadoras que van calando en un cambio tan sutil como profundo. Destaca en Japón la filosofía de la no labranza e imitación de la naturaleza de la mano de Fukuoka y el diseño de permacultura con Bill Mollison David Holmgren para observar, aprender y recuperar un equilibrio y conexión con la naturaleza. La permacultura desarrolló doce principios de diseño y tres principios éticos que también se encuentran en la mayoría de las sociedades tradicionales: cuidado de la tierra, cuidado de la gente y compartir los recursos.

Recuperando espacios desérticos

En los años 80, el suizo Ernst Götsch inició en Brasil la experimentación de la Agricultura Sintrópica recuperando espacios desérticos para convertirlos en vergeles productivos y regeneradores del hábitat natural con flora, fauna y sistemas fluviales. Se basa en el diseño de ecosistemas con alta densidad y biodiversidad donde la intervención del ser humano acelera los ritmos de la fertilidad y ayuda a reproducir y regenerar los ciclos naturales.

La poda de árboles y el depósito de material orgánico en el suelo tienen un papel importante en la agricultura sintrópica (Agenda Götsch / Life in Syntropy). Imagen believe.earth/es

Estas nuevas filosofías y técnicas suponen una esperanza en la capacidad del ser humano para integrarse con los ecosistemas en una relación de respeto, armonía y beneficio mutuo. Con estos nuevos referentes y la diversidad de culturas regenerativas emergentes, la agricultura puede contribuir significativamente a la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la restauración de tierras degradadas, mientras se cultivan alimentos saludables y nutritivos.

A continuación haremos un recorrido de las diferentes fases evolutivas del desarrollo de la agricultura.

1. Agricultura ancestral: La relación productiva de las tribus indígenas

Durante siglos las tribus indígenas americanas mantuvieron una conexión profunda y sostenible con sus entornos naturales. Estas culturas ancestrales desarrollaron sistemas de producción de alimentos en armonía con la naturaleza, aprovechando la rica biodiversidad forestal y respetando los ciclos naturales.

Estas tribus forjaron una relación productiva y respetuosa con el bosque. Sus prácticas agroforestales incorporaban la siembra de cultivos junto con la gestión de árboles frutales y medicinales, creando sistemas diversificados y eficientes, mucho antes de que se acuñara el término “agroforestería”. La policultura o policultivo era fundamental para su diversidad alimentaria, cultivando maíz, frijoles y calabazas en combinación para mejorar la salud del suelo y la prevención de plagas.

La sostenibilidad era un principio rector en su enfoque. Las tribus indígenas cazaban, pescaban y recolectaban plantas silvestres de manera cuidadosa, aprovechando los recursos forestales sin agotarlos. Prácticas como las quemas controladas eran empleadas para limpiar áreas y fomentar el crecimiento de plantas útiles, además de mantener hábitats saludables para la vida silvestre.

Estas culturas respetaban los ciclos naturales, siguiendo ritmos como la migración de animales y las estaciones de crecimiento. Esta conexión con los ciclos naturales les permitía tomar decisiones informadas sobre cuándo sembrar, cosechar y realizar otras actividades agrícolas.

La relación con los bosques iba más allá de la mera producción de alimentos. Los bosques eran considerados sagrados y fundamentales para la cultura y espiritualidad de las tribus. Este profundo respeto influyó en sus prácticas agrícolas y su compromiso con la conservación y el manejo sustentable de los recursos.

2. Agricultura Tradicional: Raíces de la relación humana con la tierra

La transición de la recolección en los bosques a los primeros pasos en la agricultura tradicional marcó un punto crucial en la evolución de las sociedades y en la relación del ser humano con la tierra. Este cambio gradual tuvo lugar a lo largo de miles de años y se caracterizó por la domesticación de plantas y animales, la creación de asentamientos permanentes y la transformación de las formas de vida nómadas en sistemas agrícolas más sedentarios. Uno de los cambios más notables fue la transición hacia el monocultivo y la especialización en la producción de alimentos.

Algunas de las primeras plantas cultivadas incluyen trigo, cebada, guisantes, lentejas y leguminosas. Durante siglos, las comunidades humanas han practicado la agricultura de subsistencia, desarrollando técnicas que se adaptaban a sus entornos locales. En la etapa temprana, la agricultura mantenía una estrecha relación con la naturaleza, con métodos como la rotación de cultivos y la cría natural de animales.

El camino de la agricultura tradicional

A medida que las comunidades crecían y las demandas de alimentos aumentaban, las sociedades comenzaron a adoptar sistemas agrícolas que se centraban en la producción masiva de un solo cultivo en grandes extensiones de tierra. Aunque esto permitía una mayor eficiencia en términos de manejo y cosecha, también resultaba en una menor diversidad alimentaria y en una mayor vulnerabilidad ante las plagas y enfermedades que podrían afectar al cultivo dominante.

Además, la agricultura tradicional incorporó prácticas de labranza más intensivas. La preparación del suelo mediante arado y laboreo se volvió común para facilitar la siembra y el crecimiento de los cultivos. Si bien estas técnicas tenían como objetivo aumentar la productividad, también podrían tener efectos negativos a largo plazo, como la erosión del suelo y la degradación de su calidad.

Uso de insumos

Otro aspecto distintivo de la agricultura tradicional fue el uso creciente de insumos externos. La introducción de fertilizantes químicos y pesticidas permitió a los agricultores mejorar el rendimiento de los cultivos y controlar las plagas, pero también tuvo implicaciones en términos de impacto ambiental y salud humana. Estos insumos, si bien proporcionaban beneficios inmediatos en términos de producción, contribuían a la degradación del suelo y al agotamiento de recursos naturales esenciales.

Paralelamente, la agricultura tradicional también experimentó cambios en la propiedad y gestión de la tierra. A medida que las sociedades se volvían más complejas, las estructuras de propiedad evolucionaron. La tierra a menudo se convirtió en un recurso comercializable, registrado por personas o entidades que tenían la capacidad intelectual o técnica para el registro de fincas y el poder económico para sostenerlas y comercializarlas. Esto tuvo implicaciones tanto en la forma en que se manejaba la tierra como en la relación de las personas con su entorno. Estas relaciones de poder en torno a la tierra y su explotación llegan heredadas hasta nuestros días y con mayor concentración si cabe con los latifundios.

3. Agricultura convencional y Revolución Verde: Un distanciamiento de la naturaleza

El desarrollo de la agricultura permitió un suministro más estable de alimentos, lo que a su vez condujo a un aumento en la población humana. Los asentamientos agrícolas crecieron en tamaño y complejidad, dando lugar a la formación de las civilizaciones antiguas. Con el tiempo, se introdujeron herramientas y tecnologías agrícolas más avanzadas, como el arado con tracción animal. Estas innovaciones aumentaron la eficiencia de la producción de alimentos y permitieron el cultivo en una escala más grande.

La nueva industria alimentaria creció impulsada por los nuevos imperios, fomentando un modelo agrícola masificado, basado en el cereal y otras plantas anuales, que facilitaban un mayor control de la producción. Esto derivó en un cambio cultural que supuso la reducción de alimentos y frutos de cercanía, de mayor valor, sostenibilidad y autonomía para la población, como pueden ser la algarroba o la bellota.

Revolución Verde

Tras la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1940 llegó la llamada Revolución Verde. Con la herencia de la gran industria militar, la agricultura se transformó drásticamente con el uso masivo de insumos químicos y maquinaria más pesada. Los tanques derivaron en tractores y las armas químicas en fertilizantes. Aunque esta revolución aumentó la producción de determinados alimentos, en detrimento de otras valiosas alternativas, también trajo de nuevo consigo problemas en mayor escala como la degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y la dependencia de agroquímicos.

La Revolución Verde involucró el desarrollo y la introducción de variedades de cultivos de alto rendimiento, como el trigo enano y el arroz IR8. Estas variedades eran más resistentes a enfermedades y respondían mejor a los fertilizantes. Sin embargo, implicó el uso más intensivo de químicos, como fertilizantes y pesticidas, para aumentar la producción agrícola, lo que supuso la introducción de tóxicos más potentes en las cadenas biológicas de los ecosistemas y consecuencias dramáticas para la salud de las personas.

Esta dinámica ha seguido buscando el objetivo de la rentabilidad con una mayor producción de alimentos, con el control y la reducción de especies y la consecuente necesidad de aditivos de mayor toxicidad. Así se ha repetido durante las últimas décadas en la agricultura, de forma obstinada y con gran éxito económico para la industria alimenticia y agroquímica, pero se ha realizado contra las leyes naturales, en perjuicio de las personas y la vida de los ecosistemas.

4. La No Labranza de Masanobu Fukuoka: Volviendo a las raíces de la naturaleza

Masanobu Fukuoka, un técnico, agricultor japonés y filósofo, desafió las prácticas convencionales e incluso las corrientes científicas predominantes, con su enfoque de “No Labranza” o “Método de Agricultura Natural”. En 1975 publicó el icónico libro “La Revolución de una Brizna de la Paja”, donde expuso su observación, experiencia, práctica y conceptos filosóficos.

Fukuoka abogó por la no labranza. Observó que es una práctica humana contraproducente, ya que labrar el suelo perturba su equilibrio, su vitalidad natural y causa erosión. En lugar de labrar, promovió la siembra directa en suelos cubiertos con materiales orgánicos, lo que conserva la humedad, reduce las malas hierbas y fomenta el crecimiento saludable de cultivos. También introdujo el “cultivo de guerrilla”, sembrando semillas en bolas de arcilla y compost (llamadas “Seed Balls” o “Dorodango” en japonés) en áreas desatendidas para ayudar a restaurar paisajes degradados, aumentando la eficiencia de la siembra, protegiendo las semillas durante su germinación y facilitando el crecimiento temprano.

Fukuoka: trabajar en armonía con la naturaleza

La policultura y la biodiversidad eran fundamentales en su enfoque, ya que creía que cultivar múltiples especies juntas imitaba los ecosistemas naturales y disminuía el riesgo de plagas y enfermedades. Su enfoque incluía técnicas como la siembra directa y la mezcla de cultivos, y se centraba en el respeto por los procesos naturales. Fukuoka rechazó el uso de aditivos químicos y fomentó la fertilidad del suelo mediante la incorporación de materia orgánica.

Masanobu abogaba por trabajar en armonía con la naturaleza, minimizando la intervención humana y promoviendo la biodiversidad. Adoptó una filosofía holística que conectaba la agricultura con la espiritualidad y la relación humana con la naturaleza. Creía que la forma en que tratamos la tierra refleja nuestra conexión con el mundo y entre nosotros. Su enfoque trascendió las fronteras de Japón, inspirando a agricultores, ecologistas y pensadores en todo el mundo.

5. La Permacultura: Diseñando sistemas sostenibles

La permacultura o “cultura permanente” fue desarrollada por Bill Mollison y David Holmgren y difundida mundialmente con la publicación de “Permaculture One” en 1978. Esta filosofía de diseño integral natural, de la que derivan numerosas áreas y se han desarrollado múltiples técnicas, fue una influencia clave en el camino hacia la Agricultura Sintrópica.

Este sistema, que incorpora claves agrícolas, económicas, políticas y sociales, se basa en doce principios de diseño observados en la naturaleza y busca crear sistemas productivos sostenibles y armoniosos, que aprovechan eficientemente los recursos disponibles e imitan los patrones y procesos naturales. Integra principios éticos, como el cuidado de la tierra, el cuidado de las personas y el reparto justo, con principios de diseño que abarcan desde la observación detallada hasta la maximización de la diversidad, la retroalimentación y la minimización de residuos.

La visión holística de la Permacultura

La permacultura contempla una visión holística, que posee multitud de ramas entre las que se incluyen el diseño ecológico, la ingeniería ecológica, diseño ambiental, la construcción y la gestión integrada de los recursos hídricos, que desarrolla la arquitectura sostenible y los sistemas agrícolas autorregulados inspirados en los ecosistemas naturales.

En el desarrollo de la agricultura, la permacultura introdujo la idea de crear jardines y sistemas agrícolas más resilientes y autónomos. Fomentó la interacción simbiótica entre plantas, animales y microorganismos, promoviendo la biodiversidad y la eficiencia ecológica. También popularizó la agroforestería, la integración de árboles y cultivos, y técnicas como las camas elevadas, huertos en terrazas o bancales y la captación de agua de lluvia. Desde sus inicios la permacultura se ha definido como una respuesta positiva a la crisis ambiental y social.

6. Ernst Götsch y la Agricultura Sintrópica: Integrando las lecciones de la naturaleza

Ernst Götsch, agricultor, agrónomo e investigador suizo-brasileño, es la figura central en el desarrollo de la Agricultura Sintrópica. Nació el 13 de septiembre de 1949 en Schaffhausen, Suiza. Comenzó su carrera profesional como agrónomo, estudiando y trabajando en temas relacionados con la agricultura y la silvicultura en Suiza.

En 1980, a la edad de 31 años, Ernst decidió emigrar a Brasil en busca de nuevas oportunidades y desafíos. Se estableció en el estado de Bahía, en el noreste de Brasil, donde adquirió una finca de 500 hectáreas ubicada en Piraí do Norte, en el estado de Bahía, conocida como la “Fazenda da Toca” (Granja de Toca) y en la que comenzó su conexión con la tierra y la agricultura en el contexto tropical. Esta finca que ha pasado de un aspecto casi desértico a convertirse en un vergel, ha sido un laboratorio vivo donde Götsch ha aplicado y perfeccionado sus principios y técnicas agrícolas a lo largo de décadas.

Su enfoque se basa en la observación detallada de los sistemas naturales y en la creación de sistemas agrícolas que imitan la estructura y las funciones de los ecosistemas forestales. Götsch introdujo la idea de la sucesión vegetal dinámica, con la interacción de diferentes especies y la estratificación vertical de cultivos en la agricultura, así como la importancia de la acumulación de biomasa y la materia orgánica en el suelo.

7. Principios clave de la Agricultura Sintrópica: Un enfoque holístico

La Agricultura Sintrópica parte de la filosofía diseñada por Ernst Götsch que, a partir del conocimiento y combinación de las corrientes previas, nos aporta soluciones tan audaces como necesarias. Está compuesto por un conjunto de técnicas y manejos en pleno desarrollo y expansión, que evoluciona gracias al aprendizaje y la experiencia compartida. Hasta la llegada de la Sintrópica el ser humano construía ecosistemas que dependían de él mismo. La Agricultura Sintrópica diseña ecosistemas donde la intervención del ser humano acelera los ritmos de la fertilidad.

Se fundamenta en principios clave, como la diversidad vegetal, la estratificación vertical, la acumulación de biomasa, la cobertura del suelo, la rotación de cultivos, la sucesión vegetal, los sistemas agroforestales, el ciclo de nutrientes, la observación y adaptación, y el uso eficiente del agua. Estos principios se derivan de la combinación de experiencias y aprendizajes de la agricultura tradicional, la no labranza de Fukuoka y la permacultura, y se integran en un enfoque integral y regenerativo.

Agricultura Sintrópica: un sistema autosostenible

La Sintropía hace referencia a la acumulación, el orden y la estructuración. Se trata de generar un sistema autosostenible, potenciando el proceso de transformación energética del suelo, implantando una alta densidad vegetal con diferentes estratos que maximicen la fotosíntesis, la retención de agua y la generación de materia orgánica, que aumenta la fertilidad del suelo.

El objetivo de este sistema es producir alimentos saludables de forma que beneficie a los ecosistemas y su biodiversidad. Gracias a la gran diversidad de especies y cultivos se obtienen producciones durante todo el año. Con todo esto se elimina la necesidad de riego, de abonos industriales y tratamientos contra las plagas. Además se consiguen suelos sanos, llenos de vida y altamente productivos.

8. El Futuro de la Agricultura Sintrópica: Contribución a la Sostenibilidad Global

La Agricultura Sintrópica y los sistemas agroforestales de sucesión, con un enfoque inspirado en la inteligencia y eficiencia de la naturaleza, representa una respuesta innovadora y revolucionaria, que tiene el potencial de transformar la agricultura y aportar soluciones a los desafíos ambientales y agrícolas actuales.

La restauración de suelos, el fomento de la biodiversidad y la resiliencia son piedras angulares de la agricultura sintrópica. Al adoptar prácticas que fomentan la acumulación de biomasa y la estratificación vertical de cultivos, se regenera la fertilidad del suelo y se crea un ecosistema autosustentable que nutre la tierra y la vida silvestre.

Estas claves tienen el potencial de mitigar los efectos del cambio climático, restaurar tierras degradadas, mejorar la seguridad alimentaria y la calidad de vida de las comunidades agrícolas.

En términos de cambio climático, este enfoque funciona como sumidero de carbono, almacenando carbono en la biomasa y el suelo. Además, reduce la necesidad de agroquímicos y labranza, mitigando las emisiones de CO2 y mejorando la resiliencia de los cultivos ante eventos climáticos extremos.

Promover la producción local

La seguridad alimentaria y la nutrición también se benefician, ya que la agricultura sintrópica se adapta a diversos climas y optimiza los recursos para producir variedades de alimentos. Esto promueve la producción local y mejora el acceso a alimentos frescos y saludables, crucial en una población mundial en crecimiento y una mayor conciencia de la soberanía alimentaria, el cultivo autónomo y de cercanía.

En un mundo donde el desperdicio y la escasez de agua son problemas acuciantes, la agricultura sintrópica se destaca al utilizar recursos de manera eficiente. Al cubrir el suelo con materia orgánica, se retiene la humedad y se reduce la necesidad de riego intensivo.

Además de sus beneficios ambientales y alimentarios, la agricultura sintrópica fortalece comunidades y economías locales al generar empleo y fomentar la resiliencia económica. En esta práctica también resalta la conexión entre humanos y naturaleza, honrando principios éticos y culturales de respeto y equilibrio.

Un futuro donde la agricultura y la naturaleza trabajen en armonía

A medida que más personas del ámbito de la agricultura, la ciencia, las comunidades y las propias administraciones públicas adoptan la Agricultura Sintrópica, se abre la puerta a un futuro donde la agricultura y la naturaleza trabajen en armonía, asegurando la salud del planeta y las generaciones futuras.

Al adoptar estos principios, la agricultura puede contribuir significativamente a la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la restauración de tierras degradadas, mientras cultivan alimentos saludables y nutritivos.

La agricultura sintrópica se erige como una respuesta integral a los desafíos actuales de nuestra civilización. Con su enfoque regenerativo, este método ofrece la oportunidad de restaurar el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza, alimentar a las generaciones presentes y futuras, y trazar un camino hacia la sostenibilidad y la armonía en nuestro planeta compartido. Su adopción y promoción representan una llamada a la acción que puede moldear el destino de la humanidad y el futuro del mundo que habitamos.

 

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