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Crece la experiencia de Fábricas Recuperadas por sus trabajadores en Europa

Hace cerca de 20 años fue en Argentina. El menemismo llevó a que miles de trabajadores buscaran nuevas salidas para hacer frente al neoliberalismo. Tuvieron que improvisar con creatividad para gambetear los años de flexibilización laboral y ajuste permanente. Luego vino el estallido de 2001: un país en llamas, sumergido en niveles inéditos de miseria […]

27 diciembre 2014

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Hace cerca de 20 años fue en Argentina. El menemismo llevó a que miles de trabajadores buscaran nuevas salidas para hacer frente al neoliberalismo. Tuvieron que improvisar con creatividad para gambetear los años de flexibilización laboral y ajuste permanente. Luego vino el estallido de 2001: un país en llamas, sumergido en niveles inéditos de miseria y desempleo. Otro golpe. Otra vez hubo que reorganizarse. Repensar el presente y el futuro. Arremangarse la camisa o acomodarse el casco para afrontar una nueva etapa. Y así, de todo ese proceso, surgió de estas tierras un nuevo concepto: el de «fábricas recuperadas». Dos palabras que, lentamente, se expandirían hacia otros rincones del mundo ante situaciones similares.

La experiencia argentina, donde actualmente hay más de 300 empresas recuperadas, se propagó primero por Latinoamérica. Poco después se convirtió en fuente de inspiración para Europa, donde por estos días la recuperación de empresas aparece cada vez más como una respuesta a las consecuencias del ajuste. Así lo indica la Confederación Europea de Cooperativas de Trabajo (CECOP), cuyos últimos informes señalan el crecimiento del fenómeno.El año pasado, más de 150 empresas que estaban por desaparecer fueron recuperadas por sus trabajadores en el Viejo Continente y volvieron a funcionar gracias a la autogestión.

«La importancia de las cooperativas fue olvidada hasta la crisis», afirmó el comisario europeo de Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión, Laszlo Andor , cuando participó en enero de este año del encuentro en Marsella que reunió a representantes de fábricas recuperadas de Europa y Latinoamérica. El hombre destacó el papel que puede jugar el modelo de recuperación de fábricas a la hora de la inserción social, en un momento «en el que el desempleo exige explorar todas las vías para crear trabajo».

Según los datos de CECOP, de las 150 empresas recuperadas el año pasado en Europa, la mitad son de España. Una de ellas es Profinox, una fábrica de aceros inoxidables de Murcia que cerró sus puertas en 2012. Los trabajadores quedaron en la calle, pero recibieron como indemnización las maquinarias de la empresa. Con ese capital en las manos, formaron una cooperativa y reflotaron el negocio. Ahora ya no habría un jefe y varios empleados con inmensas diferencias salariales, sino que todos cobrarían lo mismo.

Otro caso emblemático es el del diario Público, que al momento de su cierre, en febrero de 2012, era un periódico impreso, de tirada nacional. Cuando dejó de editarse, el 90% de sus trabajadores quedaron sin trabajo. Fueron ellos mismos quienes armaron la cooperativa Más Público y pusieron en funcionamiento el diario de manera digital.

Proyectos similares, aunque con sus matices, se repiten en muchas regiones del país ibérico. Y cada vez generan mayores beneficios. Durante el primer semestre de 2012, por ejemplo, las empresas recuperadas españolas crearon un 200% más de empleo que en el mismo período de 2011. Fueron unos 8000 puestos de trabajo en un país en el que el desempleo afecta a más de 6 millones de personas, el 26% de la población económicamente activa.

El beneficio no es sólo económico, sino también humano. «La persona se ubica en el centro. El capital es subordinado al trabajo, cuando en el resto de las empresas el capital es lo más importante», explicó el presidente de la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (COCETA), Juan Antonio Pedreño, quien además recordó que en ese esquema «una persona es un voto, independientemente del capital que tenga dentro de la empresa».

Italia es otro de los países en el que el movimiento de recuperadas crece al calor de la crisis . De la resistencia contra el neoliberalismo vernáculo surgió una empresa autogestionada que, hasta el momento de su quiebra en 2011, era un taller de reparación de trenes dirigido por su propietario. Un año después de que fundiera, los últimos 33 obreros despedidos decidieron tomar la fábrica. Consiguieron gran apoyo barrial y estudiantil. Y lograron poner en marcha el proyecto Officine Zero. «Cero explotación, cero patrones y cero contaminación», es su lema.

Francia cuenta con Fralib, una fábrica de té cerrada en 2010 bajo el nombre Elephant. Pertenecía a la multinacional Unilever, que decidió bajar las persianas en tierra gala para trasladar la producción a Polonia, donde la mano de obra es más barata. Unos 180 trabajadores quedaron en la calle, pero rápidamente ocuparon la fábrica.

El 26 de mayo pasado, tras más de 1336 días de protestas, los empleados de Fralib obtuvieron una victoria histórica en la batalla legal contra Unilever y reflotaron la producción. Además, consiguieron que la multinacional los indemnice con 20 millones de euros por los daños causados. Ahora no sólo trabajan sin patrón, sino que remplazaron las sustancias químicas por productos naturales y orgánicos provenientes de cooperativas de productores locales.

Experiencias similares se expanden hacia otros países como Grecia, donde la crisis pegó mucho más fuerte que en otros pagos. En la ciudad industrial de Salónica, los trabajadores de la fábrica Vio.Me fueron despedidos en 2011 cuando la fábrica cerró. Desesperados por la delicada situación en la que se encontraban, decidieron tomar las instalaciones y controlar la producción con sus propias manos.

A partir de entonces comenzaron a relacionarse con otras experiencias similares de todo el mundo. Dieron su fraternal solidaridad al Hotel Bauen, de Buenos Aires, recuperado por sus trabajadores y en situación de riesgo constante por una orden de desalojo que continúa vigente. Además, asumieron el trabajo con sus propias reglas. Piensan la producción en términos de necesidades de la comunidad y se manejan cotidianamente en base a prácticas de democracia directa.

«Cada día nos encontramos en la fábrica y decidimos en asamblea durante la primera hora de trabajo las actividades del día», cuenta Dimitris, un trabajador de Vio.Me , que agrega: «Una vez al mes tenemos la asamblea general de todos los integrantes de la cooperativa, en la que tratamos todos los temas de gestión, producción y las cuestiones políticas en conjunto”. Entran a trabajar a las 7 de la mañana y salen a las 3 de la tarde. «Estábamos acostumbrados a trabajar para otros. Ahora lo hacemos para nosotros», resalta Alexandros, otro trabajador de Vio.Me.

Como él, cada vez más trabajadores ven en la autogestión una forma de enfrentar las penurias generadas por el capitalismo más salvaje. Y por eso están conformando una red de relaciones que tiene consecuencias impredecibles. Quizás, como dice el antropólogo argentino y estudioso de este fenómeno Andrés Ruggeri, «la estrategia de recuperación de empresas llegó para quedarse, como una más –y cada vez más importante– de las herramientas de lucha de los trabajadores para defender sus intereses inmediatos y, por qué no, para avanzar en la conformación de una economía alternativa a la capitalista, con lógicas de crecimiento que no privilegian la acumulación sino el trabajo, que al fin y al cabo es lo único que poseen los trabajadores y, al mismo tiempo, su principal y enorme fortaleza»

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