Economía Solidaria

Más allá del techo de cristal, las mujeres en la economía social y solidaria

Las mujeres representan un 64,4 por ciento del total en este tipo de empresas frente al 43,3 de mujeres activas en el mercado laboral estatal. Pero más allá del parámetro como el salario o la representación, existen obstáculos y retos que salvar para la consolidación de empresas que cuiden de las personas y de la vida

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II encuentro entre la Economía Social y Solidaria y la economía feminista ‘Construyendo la Economía que sostiene la vida’, de marzo de 2017. | Foto: Primi Palacios Martín

Las mujeres en la economía social y solidaria representan cada vez un porcentaje mayor de las personas que forman parte de ella. Además, se encuentran en puestos de responsabilidad de manera paritaria y se muestran cada vez más activas en la promoción de los principios feministas en sus empresas y estructuras. Representan, por tanto, un desafío real a la hora de establecer un binomio que relacione los feminismos y las economías transformadoras. Este artículo se pregunta qué necesidades tienen de cara a seguir atendiéndolas para avanzar en la equidad y, sobre todo, ¿Cómo vamos a responder de manera propositiva y cooperativa a los conflictos que surjan de esta suma?

Un vistazo general a los datos de las mujeres empresarias en España arroja estos datos. Según el informe Mujeres e innovación en el Estado español, en 2018 del total del empresariado con personal asalariado, el 32,1 por ciento eran mujeres y el 67,9, hombres. Las mujeres empresarias cuentan con un nivel de formación superior, del 40 por ciento frente a un 33 por ciento en el caso de los empresarios. Sin embargo, ellas tienen más dificultad de financiación y parten de situaciones con mayor desventaja económica que sus pares masculinos.

En cuanto a la posición que ocupan las mujeres en las empresas, en el informe Women in Business de Grant Thornton, se calcula que en España la representación de mujeres en órganos de toma de decisiones en las grandes empresas es del 27 por ciento y del 16 por ciento en el caso de las empresas del IBEX 35. En la Unión europea, además, la brecha salarial se encuentra en torno al 16 por ciento. Esta imagen contrasta con los datos ofrecidos por las empresas de economía social y solidaria.

Mujeres en cifras en la economía social y solidaria

Las mujeres representan un 64,4 por ciento del total entre socias y trabajadoras en la economía social y solidaria. El porcentaje supera en más de veinte puntos la estimación de la Organización Internacional del Trabajo para España, según la cual el porcentaje de mujeres activas en el conjunto del mercado laboral es del 43,3 por ciento.

Con respecto a los cargos de responsabilidad y representación, las mujeres ocupan más del 60 por ciento de los cargos de responsabilidad y representación de la economía solidaria. Si bien es cierto que estos cargos no suponen en muchos casos una mejora en las condiciones laborales sí lo es que crea las posibilidades de desarrollar habilidades de liderazgo y negociación.

El mismo balance social donde se ofrecen estas cifras señala que, en la economía social y solidaria la brecha salarial ronda el 5 por ciento. Con base en estos datos del último informe de 2020, en relación a este sector de la economía que se enmarca dentro de las economías transformadoras, podemos afirmar que las mujeres participan mayoritariamente de ella, lo que nos podría llevar a su vez llevar a la conclusión de que se sienten más cómodas en la economía solidaria a la hora de emprender y liderar empresas pero ¿cuáles son las necesidades que tienen?, ¿cómo se puede mejorar su posición en ellas?, ¿qué medidas hay que implementar para que las organizaciones que se encuentran dentro de la economía social y solidaria favorezcan cada vez más la igualdad real de oportunidades?. El estudio publicado recientemente centra su atención en las mujeres empresarias en este tejido económico y trata de dar luz a cuáles son los retos que en materia de equidad enfrentan en este ecosistema particular.

El perfil de las mujeres en la economía social y solidaria

Para responder a estas preguntas se ha realizado una investigación en todo el Estado español que permite comprender y acercarse a cómo están realmente las mujeres que lideran empresas en este ámbito concreto de la economía. Los datos que arroja este estudio extraen varios elementos en forma de retos y desafíos al conjunto del sector.

En primer lugar, la sobrecarga en los tiempos de trabajo es uno de los desafíos con los que se encuentran las mujeres activas en ella, especialmente las empresarias. Hay que tener en cuenta que una mayor democratización de las empresas conlleva una mayor cantidad de tiempo dedicada a la toma de decisiones y a la gestión. Por tanto, cómo conciliar los tiempos de trabajo productivo y reproductivo (dentro y fuera de las organizaciones) con los tiempos dedicados a la formación, mejora la adquisición de nuevas competencias.

En segundo lugar, los desafíos con respecto a la visibilidad de las mujeres son destacables. El liderazgo femenino con el que se encuentra el estudio no tiene entre sus objetivos prioritarios la visibilidad, “por lo que frecuentemente permanecen en la sombra”; a esto se suma el hecho de que en muchos de los espacios y estructuras formales e informales de las organizaciones de la ESS se suelen observar liderazgos claramente masculinos difíciles de romper debido a la variable edad y formación. Por otro lado, es importante resaltar el hecho de que en las formas de liderar son importantes las relaciones afectivas porque estas, además, sostienen los proyectos cuando los resultados numéricos no están resueltos: es necesario lograr un equilibrio entre lo eficiente y lo afectivo sin que uno se coloque por encima del otro.

En tercer lugar, el estudio resalta la importancia de fortalecer las competencias de todas las personas involucradas en las empresas de la economía social y solidaria. Aparte de adquirir las competencias características del estilo de liderazgo femenino, se deben fortalecer las actitudes que contribuyan a lograr una mayor visibilidad de la labor de las mujeres, fomentando de forma proactiva y deliberada su reconocimiento.

Un último desafío se referiría a la inclusión de diversos perfiles de mujeres en las empresas. Como refleja el informe, es un deseo por parte de las entrevistadas que se pudiera contar con perfiles socioeconómicos y culturales entre las mujeres trabajadoras. Hoy en día los datos hablan de un perfil medio de mujeres españolas de entre 30 y 50 años y con un nivel de estudios alto. Desde una mirada interseccional es importante poner el foco en quién se queda fuera e identificar de qué forma se podrían incluir diferentes perfiles para lograr que la economía social y solidaria sea verdaderamente inclusiva, al mismo tiempo que se consolida una oferta más variada y completa dentro del sector.

Queremos el cielo violeta

La manera de interpretar a las mujeres en la economía sigue respondiendo al estándar de igualdad en que se compara a estas en relación al “homo economicus” (modelo de hombre trabajador exento de responsabilidades de cuidados). Sin embargo, como refleja el estudio de los retos que las mujeres tienen en la economía solidaria, desbancar las estadísticas de la economía tradicional con respecto a las brechas de género es necesario pero no suficiente para seguir avanzando hacia la igualdad real.

Como se ha podido observar, los datos que se ofrecen sobre mujeres y economía solidaria a nivel estatal demuestran que las brechas tradicionales de género: horizontal (techo de cristal) y transversal (brecha salarial) se han superado o apenas existen. Sin embargo, esto no nos habla del bienestar real que las mujeres puedan experimentar en su desarrollo profesional. Para hablar de esto, hay que tener en cuenta estos criterios.

Como señala el citado informe de Mujeres e Innovación, ”el futuro diseño de un sistema de monitorización del papel de las mujeres en los procesos de innovación en España requiere, en primer lugar, un ejercicio de reflexión acerca de cómo se conciben la innovación, el emprendimiento y la actividad económica en general». Por lo tanto, si queremos hacer una economía realmente inclusiva, tendremos que volver a preguntarnos ¿Qué es economía, emprendimiento, crecimiento y equidad? para darle respuesta desde otros parámetros que resulten más efectivos.

En este sentido, el autoanálisis al que la economía social y solidaria somete a sus empresas y prácticas puede servir de guía hacia algunas de las respuestas que necesitamos para caminar hacia la igualdad de facto. Esta tendencia autorreflexiva resulta esencial para los procesos de intercambio y transferencia de conocimiento tan necesarios para innovar y perfeccionar las prácticas.

Asimismo, resulta evidente que si se quiere caminar hacia otro modelo de economía y empresa los planes de formación en “competencias duras” tienen que incorporar la visión transformadora de estas economías. No sirven planes de estudio que traduzcan los estilos de liderazgo impuestos por las grandes empresas a la economía social y solidaria. Si se apuesta por otro modelo, también se trata de crear otro liderazgo y tener otra visión de la economía y la rentabilidad. En este sentido, la economía social y solidaria está tratando de “inventarse” empresas que sean equitativas y sostenibles al tiempo que económicamente rentables. Esto sabemos que no es tarea fácil pero se hace trabajando en varios niveles de subjetividad y negociación (denominadas “competencias blandas”) y también adquiriendo formación en administración y gestión económicamente (las llamadas “competencias duras»).

Si nos ceñimos a la justicia como redistribución, reconocimiento y representación al modo que sugiere Nancy Fraser, la economía social y solidaria está muy cerca de conseguir unos estándares de justicia empresarial y laboral propios de sociedades democráticas. Quizá su deuda con las mujeres esté aún en reconocer y visibilizar de manera particular las aportaciones que han realizado y realizan de cara a conseguir liderazgos y gestión de equipos basados en los cuidados y en los distintos estilos de participación.

Por último, creemos que es necesaria la complicidad y sinergia entre instituciones públicas y empresas de economía social y solidaria para que estos procesos que tienen como objetivo cumplir (y mejorar) los convenios colectivos y los planes de igualdad se vean respaldados por el reconocimiento y los avales necesarios para su sostenimiento. Esto seguro que aliviaría parte de la carga de trabajo de la que hablan las mujeres sujeto del estudio.

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