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#comun_ess O de cómo politizar la comunicación para la Economía Solidaria

Por Blanca Crespo y Daniel Resón Estamos escribiendo a varias manos. Algunas de nosotras nos hemos habituado a esto: sumar palabras, ofrecer giros, marcar incisos; en documentos comunes, en procesos de trabajo. Y este uno lo hace desde un estudio destartalado escuchando a los Bonobo y aquella otra tomando un desayuno lento y anotando desde […]

21 junio 2016

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Por Blanca Crespo y Daniel Resón

Estamos escribiendo a varias manos. Algunas de nosotras nos hemos habituado a esto: sumar palabras, ofrecer giros, marcar incisos; en documentos comunes, en procesos de trabajo. Y este uno lo hace desde un estudio destartalado escuchando a los Bonobo y aquella otra tomando un desayuno lento y anotando desde el móvil, o en alguno de esos ratos de tren y estación. Las autorías se diluyen. El entusiasmo se palpa algunas veces, las mejores. Te encuentras en tu terreno social-solidario de tantas guerras, con una peña que comparte las mismas raíces, en aventuras en las que se parte del reconocimiento entre iguales, el respeto, la cooperación y el aprendizaje.

El tema es la comunicación en la Economía Social y Solidaria (ESS). ¿Recuerdas cuando nos dijeron desde REAS Aragón “hale, a montar un encuentro de comunicación y economía solidaria?” ¿Mande? ¿Por dónde comenzamos? Más allá de alguna iniciativa similar en Argentina y algún artículo de aquí y de allá cogido con precavidas pinzas, no teníamos demasiadas referencias de dónde nos metíamos, de por dónde íbamos a salir, y así hasta el propio encuentro, el foro de comunicación en ESS celebrado en Zaragoza del 11 al 13 de diciembre bajo el nombre de #comun_ess. Desde este encuentro, de sus reuniones preparatorias y desde las horas compartidas, es desde donde se va formando, a lo largo de 6 meses, una experiencia piloto, un lugar de reflexión y trabajo, de cruce y colaboración. Y en esas seguimos.

Si algún mandato nos llevamos de #comun_ess fue eso de politizar la comunicación. Aunque hay quien apuntó que no es posible no hacerlo, que la comunicación, como lo personal, es política, que aunque se quiera revestir de neutra, de imparcial, de herramienta sin alma, etc., eso es enormemente político; reservar los mensajes para ciertos agentes acreditados, intelectuales, técnicas y expertas, etc. O directamente omitirla de nuestras agendas por rechazo, desconocimiento, autocensura… ¿Pero cómo se consigue? “Rompiendo con las relaciones de competencia, huyendo de la lucha feroz por la atención, comunicando a favor de las otras, dándose con generosidad”. O haciendo como “las finanzas o la soberanía alimentaria, que no se conforman con obtener un buen producto final (alimentos o ahorro) sino que cuestionan, transforman y cuidan todo el proceso, incluso contagiando esta onda expansiva a otros sectores, y esto es lo que falta en el ámbito de la información.

Junto a este mandato (o, más bien, línea colectiva de interés), el uso acrítico o consciente de algunas herramientas comunicativas, tanto las redes sociales comerciales como conceptos en oxímoron al estilo de ‘marketing social’ (que fue punto caliente de #comun_ess), parece ser uno de los debates a plantear en los próximos meses, en los canales de REAS y la economía social. ¿Es posible recuperar conceptos y prácticas tan propios del capitalismo como “política”, “marketing” o incluso “economía”? ¿Es deseable servirse de cualquier medio para abrir brechas hacia el corazón del sistema? ¿Podemos hacer algo todavía con ideas y palabras tan vaciadas de sentido como “transparencia”, “democracia” o incluso “social”? Y un interrogante clásico en nuestros terrenos comunes de lucha, cuya respuesta dista leguas de haber sido respondida definitivamente, ¿se puede combatir la injusticia en su terreno?, ¿son las armas del bando ajeno las únicas disponibles?, ¿dónde queda aquí nuestra alternativa? Como anota la voz de alguien, allá tras el murmullo del corrillo de aquella esquina de irreductibles que se resisten a dejar el aula para ir a comer, el permitirnos la lentitud y no alejarnos de la coherencia pueden ser dos buenos puntos fijos para orientarnos.

Y atender a los “cómos”. Integrando en esta vorágine de lo tecnológico también lo analógico, lo físico, nuestros cuerpos y sentires. Y hacerlo desde el cuidado y la alegría, comunicándonos y tejiendo alianzas, escuchando, escuchando mucho. Contrarrestar los actuales imaginarios del éxito personal y la competición con nuestros propios ejemplos vivos de cooperación y estas alegres formas de estar en el mundo sin culpabilidad ni argumentarios fascistas; ayudarse más allá del colapso, entre tránsitos a otros modos de vidas; apagar la comunicación durante un ratito de silencio; comunicar con humor, de forma libre y accesible; “queremos ser mucha gente pequeña comunicando”.

Pertenecemos, al menos una buena parte de nosotras, una buena parte de cada una, a medios asamblearios, a entornos horizontales, a espacios de cooperación solidaria, fuera de lucro las más de las veces, y estamos acostumbradas a que las dudas se comparten, a que los descubrimientos se ponen en común. Y en común nos descubrimos, y nos cuestionamos también, despertándonos algunas sospechas sobre nuestras prácticas, sobre cuán transparentes y democráticas son, por ejemplo, realmente nuestras organizaciones. ¿Lo son? Por caras, comentarios a pie de cigarro y algún tweet que
otro, es más que probable que dichas sospechas lleven su perejil, su fundamento, y que algo en ese sentido tengamos que mirarnos, que trabajarnos, que para eso hemos venido, ¿no?

Debates abiertos que hemos de seguir alimentando. No sólo por buscar respuestas, aproximaciones, desde #comun_ess, nuestras aportaciones a los grandes temas irresolubles. Ni tampoco por trazar hojas de rutas certeras que seguir. Seguir, sobre todo, porque es desde el propio debate desde donde estamos consiguiendo el mayor de los éxitos, el primer paso firme: comunicarnos. Y lo hacemos de tú a tú, a varias manos, a muchas pantallas, a menos de un boli de distancia y a más de 500 kilómetros, viéndonos, encontrándonos a veces, construyendo sujetos colectivos, hablando desde ahí, desde el plural, desde un nosotras bien nutrido, estrechando alianzas, generando comunidad a pie de calle, de asamblea, de red colectiva.

Pero no todo fueron luces bajo los cielos comunes, siempre se quedan cosas en el tintero, el tiempo es poco y las ganas más, nos cuesta aterrizar… Como dijo aquella, “somos expertas en diagnosticar, pero no tanto en hacer propuestas”. Aunque las hubo, y aunque salieron campañas con slogans tan ocurrentes como “tú comunica o ke ase” o “sal del armario, eres de REAS”, hubo cierto regusto amargo, alimentado quizás por objetivos con ambición de más. Sí, nos cuesta aterrizar, sacar objetivos y estrategias, dotarnos de una agenda de acciones compartida, y llevarnos de vuelta en el bolsillo de la chaqueta algunas pistas de camino conjunto. Aunque puede que tampoco fuera el momento, que con conocernos, ponernos cara y debatir algunos puntos y algunas íes, tengamos que darnos por satisfechas, por el momento. Será cuestión de buscar nuevas excusas, rescatar los clásicos flecos y dotarnos, por supuesto, de las herramientas de comunicación necesarias para no hacer tan evidente lo del herrero y la cuchara de palo…

Hoy, escribimos a varias manos. Es la excusa esperada para ponerse de nuevo hombro con codo, voz y voz, pregunta y respuesta, volver a leerse entre líneas, pasar por allí y dejar entre admiraciones el reconocimiento del trabajo realizado por las demás. Hablarse mucho. Entusiasmarse, las mejores veces. Y unas cierran el garito para salir de fiesta un sábado noche, mientras que la mañanita del domingo es el momento que otra elige para darle un empujón a este artículo. Y al final poco importa que una línea suene a pasodoble y la siguiente a rueda de bici, que de los debates no se salga con conclusiones marmóreas, que las cosas avancen en su onda larga y plural para entrenarnos la paciencia. Escribimos a varias manos.  Pensamos a varias cabezas. Comunicamos a todo corazón. Así nace y se presenta #comun_ess. Hacia dónde va, está aún por contar.

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