Consumo Responsable

Cuidar nuestro consumo para cuidar el mundo

Un artículo de Blanca Crespo Arnold publicado en Noticias Obreras

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Quienes nos consideramos personas con valores, buscamos en la medida de nuestra pequeña existencia contribuir a dejar un mundo mejor tras nuestro paso. Pero, cuando miramos a nuestro alrededor, puede que esta empresa se nos presente demasiado ardua; ¿cómo podemos contribuir a reducir muchas de las brechas que nos separan? ¿por dónde empezar para contrarrestar y mermar el daño del ser humano en el planeta…?

Son muchos los frentes de acción para que nuestras acciones nos permitan dormir bien por las noches. La articulación social en organizaciones que buscan la incidencia política con estos objetivos es una de ellas. Las acciones directas de solidaridad y cooperación organizadas también contribuyen, sin duda, a dar oportunidades a quienes no las tienen. Del mismo modo, tenemos en el consumo un gran poder de acción, censurando aquellas empresas cuyas prácticas no validamos (por sus políticas laborales, sociales o medioambientales) o todo lo contrario, apoyando con nuestro dinero empresas que con su actividad económica no sólo nos proveen de bienes y servicios sino que además contribuyen al bien común.

Es el caso de las empresas de la Economía Solidaria, aquellas cuyos valores se alinean con los valores de la Carta de principios de la ESS, y que apuestan, por tanto, por generar condiciones de empleo digno, por promover la equidad y la igualdad de género, o reducir el impacto medioambiental de su actividad.

 Las buenas prácticas al detalle

Los cruces de la Economía Solidaria con la Economía Feministas vienen de lejos siendo, por tanto, amplio el trabajo  para transversalizar estos postulados en las prácticas de este modelo empresarial alternativo. Podemos encontrar numerosas buenas prácticas feministas, influidas en gran parte por el trabajo analítico y de mejora que realizan anualmente estas organizaciones al realizar su Auditoría/Balance social desde una mirada de género.

Pero, ¿qué hay de las prácticas medioambientales? ¿Son igualmente responsables para con nuestro medio sus actividades económicas? Podemos también remitirnos a los resultados del Informe General de Auditoría/Balance Social para conocer sobre su sistema de gestión ambiental, las medidas que aplican para reducir su impacto o su apuesta por la energía renovable.

Estas buenas prácticas respecto de los retos que tenemos como sociedad se encuentran también alineadas con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) marcados por la ONU para erradicar la pobreza y proteger el planeta. De ello daba buena cuenta un informe recientemente publicado por REAS Red de Redes que buscaba Identificar los aportes de la Economía Social y Solidaria del Estado español en la promoción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Como establecía dicho documento, la ESS se encontraba a la vanguardia de dichos objetivos, estableciendo claras similitudes de los principios de la Carta con dichos objetivos, recogiendo, así mismo, aquellas medidas que en cada uno de los retos globales contribuía la ESS con su labor.

Este trabajo se complementa con una guía de buenas prácticas, que ilustra con acciones ejemplarizantes esos valores y postulados. Así, tenemos el caso de la Calculadora Social de AERESS, una herramienta online que ayuda a medir los beneficios sociales y laborales relacionados con la reutilización y las actividades de la preparación para la reutilización de residuos. Esta herramienta le permite a la ciudadanía, al entregar o adquirir productos de segunda mano conocer las emisiones de CO2 que evitan con la reutilización de estos productos. Gracias a la reutilización se ha conseguido evitar 42.039 toneladas de CO2 que equivale a 5.851.305 árboles absorbiendo C02 un día y 20.054 coches eliminados de la circulación un día. Por otro lado, desde un punto de vista cualitativo, esta acción tiene un fuerte impacto para la sensibilización y el conocimiento sobre las acciones para mitigar los efectos del cambio climático a través de la reutilización, labor muy extendida así mismo en el marco de la ESS.

Otra práctica ilustrativa del impacto y beneficios de las empresas de la Economía Solidaria lo encontramos en el impulso de las comunidades energéticas, que buscan garantizar el acceso a la energía como bien básico, de manera que sea la propia gente la que se organiza para generar, distribuir, consumir o almacenar energía renovable. Encontramos así el caso de las  «Comunidades Solares», promovidas por EnergÉtica, donde a través de aportaciones voluntarias al capital social, la cooperativa promueve y adquiere centrales fotovoltaicas de hasta 100 kW para el autoconsumo. Con ello más de 100 personas han podido acceder hasta el momento a energía renovable de cercanía, ahorrando en su factura.  O el caso de Ecooo, que a instalado más de 20 consumos colectivos con una potencia de más de 250kW de energía 100% renovable. Se trata tan sólo de algunas de las experiencias en este campo (muchas de ellas agrupadas en Unión Renovables) que están  haciendo partícipes la ciudadanía para lograr la soberanía y democratización energética.

La alimentación es otro de los ámbitos donde podemos encontrar múltiples y beneficiosas experiencias. El proyecto Villa Javier, por ejemplo, promovido por Fundación Tudela Comparte, cuenta con un comedor solidario, gestionado por una empresa de inserción social,  y una tienda de alimentación, cuyos alimentos son donados por el Banco de Alimentos y por numerosas empresas agroalimentarias, promoviendo el aprovechamiento de excedentes alimentarios así como la producción de hortalizas ecológicas  que cultiva la propia organización en pequeños huertos que les han sido cedidos. Experiencias como ésta de producción agroecológica encontramos múltiples en la ESS como bien muestran las experiencias de supermercados cooperativos, tiendas en formato supermercado creadas por las y los consumidores para impulsar nuestro A esta iniciativa se sumó la Cooperativa Almocafre que dió el salto de tener una tienda convencional a la apertura de dos de estos  grandes establecimientos, fortaleciendo así la economía local y sostenible, aumentando la resiliencia de la ciudad y llegando a mayor número de ciudadanas hacia un consumo sano sostenible y responsable.

Nuestro consumo, el mejor premio a estas buenas prácticas

 Como veíamos al comienzo, es justo este consumo una potente herramienta de transformación social. Al depositar nuestro dinero en una empresa, no sólo estamos adquiriendo un bien o servicio sin más, sino que estamos otorgándole poder; esto es, el ‘poder hacer’ que da el dinero en nuestra sociedad. Se trata de un acto que debería ser entendido como un aval donde validamos o reprobamos las prácticas de una determinada empresa.

Desde este prisma, quizás no sólo debamos ver las propiedades de un producto o servicio cuando lo adquirimos sino también conocer más sobre las organizaciones que lo promueven, tratando de discriminar y no escuchar los cantos de sirena de las grandes corporaciones que invierten grandes sumas de dinero en lavados de cara para parecer sostenibles y justas. Para ello, son útiles las garantías de procesos de certificación como la Auditoría o el Balance Social, que se promueve desde REAS Red de Redes (y que muy pronto publicará los datos agregados de este año) o de procesos de confianza derivados del conocimiento que podamos tener de un establecimiento o red. Leíamos en este medio hace un año sobre el mercado social:  esa red articulada de empresas y personas consumidoras alineadas con la Carta de principios de la Economía Solidaria, donde la intercooperación de las personas que trabajan en el sector y por otras personas que quieran ejercer su opción de consumo con compromiso social busca, además, compartir excedentes y recursos para promover nuevos proyectos socioeconómicos, desatando así “el círculo virtuoso de la economía”.

Podemos, pues, ser parte de este engranaje virtuoso que premie las buenas prácticas y ayude con ello a dibujar un mundo mejor.. ¿Te sumas?

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