Feminismos

«Las empresas tecnológicas no sólo controlan el espacio digital sino que hacen lobby en el mundo real»

Entrevista de Emma Pons para PÚBLIC a la académica y activista feminista argentina Flora Partenio, que visitó Barcelona en el marco del Congreso de Economía Feminista, que reunió a más de 400 personas para debatir alternativas a la economía ortodoxa

Fuente:PUBLIC

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Foto: Gala Abramovich

«Las empresas tecnológicas no sólo controlan el espacio digital sino que hacen lobby en el mundo real para sostener sus privilegios»

La economía feminista lleva décadas poniendo sobre la mesa alternativas al capitalismo ortodoxo. La pandemia y la crisis ecológica hicieron emerger con mayor fuerza el debate sobre estas alternativas, pero la recuperación económica ha arrasado con ellas. De todo esto hablamos con Flora Partenio, académica y activista feminista, parte de la Red de Feministas del Sur Global (DAWN).

Junto con 400 feministas, Partenio participó en la 8ª edición del Congreso de Economía Feminista, celebrado por primera vez en Barcelona y que se fijó especialmente en cómo avanzar en la justicia digital dentro de una cada vez mayor digitalización del economía. La socióloga especializada en estudios laborales pone el foco en recuperar el control de Internet de manos de unas empresas tecnológicas que tienen el monopolio de las máquinas, datos y servicios ofrecidos a través de la red: «Internet nació como un espacio abierto, pero hoy está totalmente cooptado, sin opción de disputarlo como un servicio público».

¿Qué respuestas puede aportar la economía feminista frente al momento económico actual, de crisis encadenadas y aceleradas por la pandemia?

«Se vuelven a fortalecer narrativas que refuerzan el paradigma de la austeridad»

De entrada nos permite caracterizar la crisis, es decir, ver sus diferentes capas y dimensiones. Y muy importante, también visibilizar algo que ya venía diciendo la economía feminista, con voces como Amaya Pérez Orozco o Cristina Carrasco: esa idea de que la crisis de los cuidados preexistía en la pandemia. Y después hay un aspecto central, el aprendizaje que sacamos de las crisis. Yo vengo de Argentina y allí atravesamos varias. Un aprendizaje clave es entender cómo ante las salidas de la crisis y de la recuperación económica vuelven a fortalecerse narrativas y discursos que refuerzan el paradigma de la austeridad. Mirar a la economía con gafas feministas nos permite ver qué dimensiones se vuelven a quedar fuera ahora que todo aparece de nuevo. Los cuidados, por ejemplo. También se promueven paquetes concretos para salvar a las grandes empresas. El foco de salida de la crisis de muchos países del Sur es volver a reforzar los extractivismos.

¿Qué implica esto en la situación de emergencia climática?

La crisis ecológica está vinculada a la crisis socioeconómica. Argentina es parte de del triángulo del litio, junto con Chile y con Bolivia. La mirada está puesta en estas fuentes que son justamente el apoyo de la industria digital. También en Argentina la región de Vaca Muerta en la Patagonia argentina, donde se realiza la extracción no convencional de petróleo. Ante esto, la economía feminista advierte de estas dimensiones y las cuestiona por no reiterar justamente lo que fueron las salidas de anteriores crisis. O sea, dejar la vida en los márgenes, sacando los cuidados del centro, provocando la desinversión de los servicios públicos.

Al inicio de la pandemia se abrió algo más el debate de las alternativas, incluidas las que venían del movimiento feminista, pero ahora parece que las dinámicas capitalistas se han agravado.

Creo que estamos en un mundo en guerra. El avance de las dinámicas del complejo militar industrial han reforzado ciertas lógicas. Países como Argentina o Ecuador están en procesos de endeudamiento muy fuertes. Estos países deben sentarse a negociar, en este caso con el Fondo Monetario Internacional, porque el peso de las deudas es también un condicionante importante a la hora de reforzar dinámicas de explotación. La mirada en la que insistimos desde la economía feminista es que después de esta lógica agresiva también hay una captura corporativa de las áreas sensibles del Estado, como las áreas de ambiente, industria…

¿Qué consecuencias tienen estas dinámicas?

Se refuerza una matriz anclada en todos estos patrones de descuido de la naturaleza, de los bienes comunes naturales. La instalación de estos megaproyectos implica también desplazamiento de poblaciones, contaminación y otros. El poder corporativo se ha instalado en áreas clave del Estado y esto lo podemos ver en otros países del sur.

Aquí están en debate macroproyectos como la ampliación del aeropuerto. ¿Crees que el capitalismo está en una lucha contrarreloj por explotar mientras pueda?

La velocidad a la que van las empresas que controlan estos megaproyectos es vertiginosa y demuestra también el nivel del lobby de captura corporativa de muchos estados. En Argentina tuvimos en el gobierno anterior el CEO de Shell; formaba parte del ministerio ambiental. Esto muestra también la inacción y la falta de regulación de los gobiernos. Y aquí existe una gran farsa con el tema de las renovables. En América Latina hemos podido ver cómo alianzas público-privadas han desembarcado en el área de las renovables, por ejemplo instalando parques eólicos en medio de las comunidades. La narrativa oficial es que esto traerá más puestos de trabajo, generará inversión. Pero, ¿de quién? ¿Para quién? ¿Dónde están las comunidades? Este análisis nos da una mirada más global respecto a quienes sólo piensan en la economía en términos ortodoxos, en términos de productividad, inversión, eficiencia.

¿Cómo se traslada esta explotación capitalista al ámbito de la economía digital?

Las empresas de plataformas desplazan la lógica de acumulación y concentración de ganancias fuera de los países en los que operan. Hablamos de plataformas de envío a domicilio, logística, transporte, cuidados remunerados del hogar… En los países donde operan no tienen regulaciones fiscales ni laborales, no tienen responsabilidad como empleadores. Y después drenan las ganancias fuera de estos países. Esto también erosiona la base imponible de los propios estados. Durante la pandemia estas mega empresas no frenaron, siguieron despojando y avanzando con la profundización de la extracción.

«En Latinoamérica cada vez más mujeres deben endeudarse para vivir»

¿La financiarización de la vida es una de las consecuencias de estas dinámicas?

Creo que en la década de los 90 un término que se había instalado sobre todo en países del Sur era el avance de la privatización. Lo que se ha profundizado en estos últimos años es la combinación entre mercantilización y financiarización. En Latinoamérica, por ejemplo, cada vez más mujeres deben endeudarse para vivir. Esto aumenta la vulnerabilidad financiera de las mujeres, es decir, se encuentran con una menor batería de ingresos para hacer frente a los presupuestos del hogar. El no tener estos ingresos laborales y no laborales para cubrir las demandas básicas de cuidado hace entrar en dinámicas de endeudamiento.

¿Cómo funcionan?
Suelen ser circuitos informales de crédito, no sólo con circuitos formales de los bancos. Son como circuitos de prestamistas, con billeteras electrónicas, que crecieron mucho en pandemia porque tienen menos requisitos para las personas que no tienen un trabajo estable… También a través de préstamos familiares, pedir tarjetas de crédito prestadas… Esas deudas lo que nos muestran es que tienen como destino el cuidado de los demás.

En España y Europa vemos cada vez más problemas con la mercantilización de la vivienda y el acceso a la salud, por ejemplo. ¿Son problemas compartidos entre el Norte y el Sur global?

Es buena esta pregunta, porque también nos da la punta de cómo desde los feminismos podemos unir o tejer estas luchas en clave Norte y Sur global. Creo que el tema de la vivienda es algo que, pese a las diferencias, es crítico. Primero por el avance de las plataformas que han logrado profundizar la gentrificación y la turistificación. La lucha por el acceso a la vivienda y por otra parte la confrontación con los sectores propietarios es un punto en común: en Argentina todavía se está luchando por una ley de inquilinos y es muy difícil porque existen serias resistencias . Por otra parte, en lo que respecta al tema de la salud, yo creo que es una de las lecciones de la pandemia. En todos los países se vio su impacto a pesar de las diferencias con los países más enriquecidos. Creo que son puntos que nos unen [a los feminismos del Norte y el Sur global] y no sólo en clave de servicios esenciales públicos, sino porque son áreas muy feminizadas, en el caso de la salud, por ejemplo.

¿Cuál es el rol de la economía de plataformas dentro de todo ese contexto?

Influye en las dinámicas del mundo laboral. Lo que se llama economía digital es un gran paquete que debemos empezar a desmenuzar. Por una parte, las plataformas se presentan como intermediarias, nunca como empleadoras. Esto las exime de cualquier obligación laboral en materia de derechos. Esto es un tema gravísimo, en varias ciudades de América Latina estamos viendo esto en sectores como el logístico, el delivery o los cuidados.

«El patrimonio de los datos no puede seguir en manos privadas de estas grandes tecnológicas»

¿Contribuyen a la financiarización que comentábamos?

Sí, porque no sólo son una plataforma online donde vendes y compras, sino que ahora ofrecen servicios crediticios financieros con requisitos muy distintos a los del banco. Así logran penetrar y extenderse en esta dinámica de la financiarización de la vida. Además, logran eludir las normas de los bancos centrales de los países, logran esquivar cuestiones fiscales y por supuesto las laborales. También existe otra cosa: la gran discusión sobre las grandes empresas tecnológicas en términos de quien controla el hardware. Las empresas que son propietarias de Internet.

¿En qué sentido lo dices?

Internet nació como espacio abierto, público, posiblemente democrático, pero hoy está totalmente cooptado, no tenemos posibilidad de disputar, incluso en las narrativas, disputar Internet como un servicio público. Después hay que pensar el espacio en la nube: como las grandes tecnológicas (Big Tech) han logrado capturar y concentrar muy fuertemente el espacio donde alojamos todas nuestras cosas, pero también donde los alojan los gobiernos, donde están las áreas más sensibles de la vida: temas de salud, temas de impactos e indicadores ambientales… Este espacio en la nube hoy el 47,6% es de Amazon. Y lo mismo los buscadores de Internet: el 64,3% está controlado por Google. Esta concentración del poder digital también se ve porque las empresas tecnológicas no sólo controlan este espacio, sino que hacen lobby en el mundo real para sostener sus privilegios y seguir concentrando y profundizando sus beneficios.

¿Y qué propone la justicia digital al respecto?

Por el 8-M sacamos un manifiesto que bautizamos como manifiesto por la justicia digital feminista. Es una declaración de principios feministas para el mundo digital. Una de las primeras cosas que hay que hacer es reclamar los datos como bienes comunes: insistir en que todo el trabajo que genera datos debe estar acompañado de derechos, que el patrimonio de los datos no puede seguir en manos privadas de estas grandes tecnológicas . Debemos reclamar la soberanía digital y la soberanía sobre nuestros datos.

«Internet nació como espacio abierto pero hoy está totalmente cooptado, sin opción de disputarlo como un servicio público»

¿Qué ocurre con estos datos?

Existe una cuestión fundamental que tiene que ver con la seguridad de las personas y la privacidad. Hoy en países que ven seriamente amenazados los derechos humanos y la democracia existen todas estas técnicas de recopilación de datos, registro de datos biométricos y reconocimientos facial y otros, que están siendo utilizados para perseguir y criminalizar las protestas sociales y los defensores de derechos humanos . En el caso de América Latina y el Caribe, existen varias defensoras que están en esta situación.

¿Y qué propone la red?

En esta declaración apostamos por pensar una nueva socialidad digital. Es el espacio en el que interactuamos, que también tiene un reflejo en la socialidad en el mundo real. Esta nueva socialidad debe liberarnos de dinámicas racistas, sexistas, capacitistas y transfóbicas, que justamente se expresan con políticas y lógicas de odio, con discriminación y violencia en las redes sociales, incluso contra jóvenes, personas LGBTIQ y criaturas . Creemos fuertemente que es necesario recuperar este espacio, esta esfera digital pública, y advertir de estas dinámicas de violencias y de violencia política para prevenirlas y para que las personas no se vean expuestas.

¿Y qué otras propuestas hacen?

Existe la posibilidad de discutir dos cosas que a mí me parecen clave: una es la inversión pública en infraestructura digital. La pandemia nos enseñó muchas cosas, una de las cuales los países del Sur no teníamos una infraestructura digital. Me refiero a la que puede soportar la gestión de servicios públicos esenciales. Tramitar una cita médica, realizar una consulta a distancia… No teníamos. En educación lo mismo, seguridad social… Es necesario que estas infraestructuras no estén controladas por el sector privado, lo que implica pagar tarifas altas y control del software. Y el otro punto es cómo pensar alternativas, cómo se está dando lugar dentro del mundo digital en el sector de la economía social y solidaria. Así como los gobiernos salen a salvar a los bancos y las grandes empresas, una política de recuperación de la crisis debería ser sostener y fomentar el espacio cooperativo de plataformas.

«Apostamos por una nueva socialidad digital que debe liberarnos de dinámicas racistas, sexistas, capacitistas y transfóbicas»

En estos últimos tiempos ha habido logros del movimiento feminista, como la legalización del aborto en Argentina. ¿Esto tiene un impacto en los sistemas políticos y económicos?

La lucha por el aborto es de muchos años. Yo siempre remarco el trabajo de las pioneras de lo que fue la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Con ellas aprendimos un montón, y creo que una de las cosas más potentes fue vincular el derecho al aborto con la justicia económica. Esto es una gran conquista, pero al mismo tiempo una gran advertencia. Ahora tenemos un gran desafío: su implementación efectiva. Esto sí tiene implicaciones económicas. Es necesario presupuesto, recursos, formación del personal de la salud… El segundo desafío es la reacción ultraconservadora antigénero que estamos viendo, y no sólo en Argentina. Es también una advertencia para nosotros: es necesario reforzar de manera muy articulada e internacional esta conquista.

(Aquí se pude ver la noticia original en catalá)

Foto cedida por Marta Ruiz

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