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Finanzas Éticas y Economía Solidaria: una relación multidimensional

Peru Sasia En el ámbito de la Economía Solidaria estamos viviendo en estos últimos tiempos el desarrollo de propuestas de alternativa económica de gran calado. Junto a los espacios económicos que han venido construyendo históricamente la Economía Solidaria, se han incorporado en los últimos años circuitos nuevos que incluyen productos y servicios que forman parte […]

2 abril 2013

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Peru Sasia

En el ámbito de la Economía Solidaria estamos viviendo en estos últimos tiempos el desarrollo de propuestas de alternativa económica de gran calado. Junto a los espacios económicos que han venido construyendo históricamente la Economía Solidaria, se han incorporado en los últimos años circuitos nuevos que incluyen productos y servicios que forman parte del mismo corazón del entramado económico capitalista: seguros, energía, intermediación financiera… incluso estamos asistiendo a la configuración de un sólido espacio de intercambio para todo el conjunto, un Mercado Social.

Son circuitos que se desarrollan con la vocación de consolidar propuestas de alternativa de amplio recorrido, y que vienen a complementar ese rico entramado que ha venido construyéndose desde la Economía Solidaria. Entre estos nuevos circuitos nos fijaremos hoy en el ámbito de la intermediación financiera, compartiendo una reflexión sobre la relación entre las propuestas de intermediación financiera alternativa que se desarrollan en el ámbito de la Economía Solidaria y el propio espacio de alternativa que constituye todo el conjunto.¿Qué traen, y qué reciben, las propuestas de intermediación financiera alternativa a la Economía Solidaria?

Responder a esta pregunta supone interrogarse por aspectos tan importantes en la configuración de un proyecto como la estructura de propiedad, las dinámicas de desarrollo, la relación con el entorno o el tratamiento del capital. En la práctica, la pertenencia al espacio de la Economía Solidaria plantea a los proyectos de intermediación financiera alternativa una vinculación con ese espacio que se despliega en diferentes dimensiones. En primer lugar, una dimensión de pertenencia ideológica, que implica compartir con el conjunto los principios de la Economía Solidaria. Esta pertenencia define de manera muy nítida los contornos de la intermediación financiera alternativa, y su aplicación se concreta en aspectos tan importantes como la participación, la transparencia, el lugar del personal contratado en el proyecto, la cooperación, la vinculación con lo local, la perspectiva de género, la sostenibilidad medioambiental o el tratamiento del capital y de los excedentes de la actividad.

 De entre todos estos elementos, me parece importante resaltar, dadas las características específicas de la intermediación financiera, la importancia de la participación y del tratamiento del capital. No podemos olvidar que estos proyectos, especialmente los que se desarrollan con la vocación de implantarse a escala estatal como Coop57 o Fiare, van consolidando estructuras con bases sociales amplias y volúmenes de actividad económica sensiblemente superiores a los de la mayoría de las organizaciones de la Economía Solidaria. Por eso, la consolidación de una red densa de capital social en la que se articulan canales estables y permanentes que permitan la participación resulta imprescindible. Para estas realidades, la participación es mucho más que un medio. Es un fin en sí mismo, una característica inseparable del conjunto de elementos de alternativa que las configuran. Sin la participación, las finanzas alternativas pierden uno de sus pilares básicos y se debilita todo el conjunto. Sin la participación, resulta impensable entender las realidades locales y dialogar con ellas. Sin una base social comprometida, motivada y dinámica, que se siente protagonista del proyecto, es muy difícil fomentar el trabajo en red con otras organizaciones aliadas, promoviendo la acción colectiva y el intercambio de saberes y recursos a diferentes niveles. Sin la participación, esta relación entre organizaciones pierde su potencial transformador, quedando en el mejor de los casos reducido a meros acuerdos comerciales. Sin la participación, en definitiva, se debilita el “rostro social” del proyecto, que pierde su dimensión política y buena parte de su legitimidad, quedando reducido a un espacio que no convoca a construir colectivamente la alternativa, sino a consumir un producto construido y ofrecido por terceros.

Respecto al tratamiento del capital, la condición esencialmente no lucrativa de los proyectos de intermediación financiera alternativa que pertenecen al espacio de la Economía Solidaria se refleja en una dinámica de apropiación del proyecto que convoca en su estructura a personas y organizaciones interesadas en construir una alternativa por encima del retorno económico que su condición de personas clientes o socias pueda ofrecerles. Los proyectos de intermediación financiera alternativa no pueden estar de ninguna manera sometidos al yugo de la superrentabilidad, ni sus estrategias condicionadas por la exigencia de retribución, por la vía de dividendos, a aquellos accionistas que han decidido invertir en el proyecto a la búsqueda de este retorno económico. Lo que vincula a la base social es radicalmente distinta. Se nutre de una aspiración de transformación social, en un marco radicalmente contracultural que es necesario (de nuevo) construir colectivamente.  Los principios de la Economía Solidaria lo reflejan con mucha claridad: la reinversión y la redistribución de los excedentes, el valor del impacto social, la solidaridad con terceros, la ausencia de posiciones dominantes, el reconocimiento efectivo del derecho al crédito para determinados proyectos y colectivos… son todos ellos elementos que configuran una manera concreta de construir estos proyectos y que vinculan a las organizaciones de la Economía Solidaria y a las personas comprometidas con este espacio en una nueva dimensión, que añade a la pertenencia ideológica la vinculación real (y militante) en la construcción de las finanzas éticas.

 

 
Una tercera dimensión que relaciona las finanzas éticas con la Economía Solidaria viene constituida por la posibilidad de reforzar mediante el crédito el desarrollo de este espacio. La Economía Solidaria puede disponer, de esta manera, de un nuevo elemento que favorezca su autonomía y capacidad de desarrollo, sin depender de herramientas financieras capitalistas, cuyas prioridades fragilizan permanentemente sus posibilidades de consolidación. Ante esta dimensión de la relación entre las organizaciones de la Economía Solidaria y los proyectos de intermediación financiera alternativa, los retos que se plantean son evidentes: por un lado, consolidar de forma prioritaria una manera de evaluar las solicitudes de financiación que conozcan las especificidades de esas organizaciones. Por otro, la creación de circuitos de intermediación adaptados a las diferentes realidades, vinculando ahorro e inversión orientada al apoyo financiero a estos proyectos. Desde esta perspectiva se ve con claridad la necesidad de entender la intermediación financiera alternativa en el espacio de la Economía Solidaria como un Sistema complejo de herramientas financieras, que reúnan desde circuitos de proximidad hasta entidades bancarias, pasando por diferentes niveles de implantación y especialización. Y es desde esta perspectiva desde la que se entiende asimismo el valor de articular un marco sólido de relación entre las diferentes organizaciones que pertenecemos a este espacio, al que podamos llamar el Sistema de Finanzas de la Economía Solidaria. Este es nuestro reto colectivo en estos momentos.

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