Varios
La economía solidaria, en el centro y no en la periferia
Por Mariana Vilnitzky de Alternativas Económicas para eldiario.es La Izquierda Unitaria Europea lleva a la economía social y solidaria a Bruselas Por fin un grupo político español lleva y defiende a la economía social y solidaria (ESS) en Bruselas. La semana pasada se llevó a cabo el primer Foro de ESS en el Parlamento Europeo, […]
Por Mariana Vilnitzky de Alternativas Económicas para eldiario.es
La Izquierda Unitaria Europea lleva a la economía social y solidaria a Bruselas
Por fin un grupo político español lleva y defiende a la economía social y solidaria (ESS) en Bruselas. La semana pasada se llevó a cabo el primer Foro de ESS en el Parlamento Europeo, con la participación de más de 250 personas provenientes de diferentes países de la Unión.
La idea la lanzaron Pablo Echenique y Miguel Urban, de Podemos (aunque hay que dar mucho crédito a Juan Peris-Mencheta, en bambalinas, sudando para que todo saliera bien, así como otras personas asistentes de eurodiputados y personal funcionario del Parlamento Europeo), con entidades colaboradoras como la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (COCETA), la Red de Economía Solidaria (REAS), la patronal de economía social CEPES y la Confederación de cooperativas de trabajo europeas (CECOP).
Pero esto va más allá. Lo importante es que habrá mucho más, porque el eurogrupo parlamentario al que pertenecen Podemos e Izquierda Unida, la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL), ha decidido colocar a la ESS como una de sus principales estrategias para la legislatura 2014/2019. Poner en primer plano la economía social y solidaria es lo que hace falta para cambiar de una vez un modelo económico que huele a rancio, centrado en el capital y no en las personas.
Para quienes no lo sepan, la economía social y solidaria pone a la persona por delante del capital, y se basa en unos criterios de responsabilidad social, medioambiental, de democracia e igualdad, que se refuerza con unas auditorías sociales que verifican que la práctica haga honor al nombre (es decir, que se cumplan los criterios).
Para quienes quieran profundizar, en el foro hubo nueve talleres y cuatro conferencias. Las conferencias pueden verse, ya traducidas al español, en la página del Foro.
CRÍTICAS
En uno de los talleres participaba, entre otros, el profesor y economista de la London School of Economics y ex miembro del parlamento griego por Syriza Costas Lapavitsas. “Lamentablemente, no puedo decir que la economía social y solidaria sea la solución a la desigualdad y a los problemas económicos”, se lamentaba Lapavitsas. “Tiene un espacio limitado. Hace falta cambiar las reglas de la banca y de los inversores…” (y otras tantas cosas).
La crítica no gusta. “Las teorías académicas tampoco son una solución”, le respondía alguien por twitter. El movimiento de economía solidaria ha hecho grandes esfuerzos, de poco dinero y mucha militancia y voluntarismo, por sacar adelante este modo de hacer empresas. Y si bien no cambia todo, al menos va, de a poco, cambiando algo.
El debate es, como mínimo, interesante. Hay que avanzar y nunca caer en lo naif. Una de las voces que se iba escuchando en este foro, y se escucha también en otros foros de economía solidaria, es que siempre se ven las mismas caras. “Nos vamos encontrando. Siempre somos los mismos”. Parece que la economía social y solidaria es un reducto de unos cuantos colgaos y colgadas pero que no la conoce ni el obrero, ni la peluquera de la esquina, ni el verdulero ni… los políticos.
En otro de los talleres, sobre comunicación y educación –en el que participó Alternativas Económicas-, también surgió desde el público esta pregunta: “¿cómo podemos hacer que la economía solidaria la conozca todo el mundo?
Tal vez Lapavitsas tiene algo de razón. Hay que cambiar todo el sistema. La idea del grupo de Izquierda Unitaria, de colocar a la economía social y solidaria como un elemento estratégico, va al fin y al cabo en ese sentido. Ojalá otros grupos políticos hicieran lo mismo. Que la economía social fuera el centro de la política económica, y no un mero accesorio. No son puras palabrerías, sino reivindicaciones muy antiguas de la economía social, y muy concretas y prácticas: que la ESS forme parte intrínseca del diálogo social (algo que las organizaciones de la economía social piden hace años); que se le tome en cuenta no en leyes apartadas sino en las leyes de la economía troncal; que los ayuntamientos y entidades públicas solo se gestionen con cláusulas sociales; que el comercio justo sea la regla y no la excepción; que sea prohibido que empresas como Zara, Nestlé o Apple, vendan en Europa con trabajo esclavo o insalubre; que las empresas –todas- tengan que rendir cuentas sociales; que desaparezcan del mapa los paraísos fiscales; que la banca no pueda servir nunca a intereses privados sino que sea un servicio público… etcétera, etcétera.
Ojalá se repitan foros como estos, no para que se vuelva a encontrar –otra vez- la militante economía solidaria, sino para que muchas otras personas, muchos políticos, y muchas personas de a pie, puedan conocer y acercarse a este otro sistema.
[Este artículo pertenece a la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]