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Entender hoy la Banca Ética

No podemos olvidar que, a pesar de las consistentes y creíbles críticas a las inercias actuales del capitalismo, no es menos cierto que este capitalismo globalizado, como gran sistema económico, carece de alternativas. Por eso, es importante resaltar que no es el camino de las grandes alternativas globales el que propone, de momento, la Banca […]

29 junio 2009
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No podemos olvidar que, a pesar de las consistentes y creíbles críticas a las inercias actuales del capitalismo, no es menos cierto que este capitalismo globalizado, como gran sistema económico, carece de alternativas.

Por eso, es importante resaltar que no es el camino de las grandes alternativas globales el que propone, de momento, la Banca ética. Sí lo es, en cambio, un camino que, centrándose en el ámbito concreto de la intermediación financiera, muestra que es posible (a la par que necesario y urgente) pensar en otro modelo de conectar el ahorro y el crédito y ponerlo al servicio de la economía real.

Un modelo en el que la entidad financiera se piensa, se construye y se sostiene sobre unos principios de funcionamiento radicalmente distintos pero que, a su vez, es perfectamente capaz de operar en nuestros mercados, generando una palanca de transformación que vaya creciendo y agregándose con otras. Veamos cuáles son esos rasgos que conforman el rostro de la Banca ética.

Una reiterada exigencia: control social de la actividad financiera

Ejercer un mayor control social sobre la actividad de las empresas es una de las demandas que se plantean con más reiteración desde muy diversos lugares. Sin embargo, ese control requiere de información, de canales estables de relación, de reconocimiento de la capacidad de interlocución de quienes tengan el derecho y el deber de implicarse en esa tarea. Cuenta con la dificultad de articular a la ciudadanía en esos procesos de control, dejando a la postre a las administraciones públicas ese papel y reduciendo el control social a control legal, de cuyas insuficiencias da buena prueba la actual crisis.

Frente a estas dificultades, la Banca ética plantea como condición básica el control social, no de los resultados económicos, sino de la forma en que éstos se obtienen. En consecuencia, se presenta en sociedad como una propuesta de intermediación financiera que aporta información detallada no sólo sobre todo el circuito del dinero, sino sobre su propia estructura de propiedad, estableciendo canales regulares de rendición de cuentas.
Foto: René Ehrhardt

La negación de uno de los pilares del capitalismo: ausencia de ánimo de lucro

Cuando la Banca ética habla de ausencia de ánimo de lucro, no está negando la necesidad de ser rentable. La ausencia de ánimo de lucro en la Banca ética se vincula directamente con la estructura de poder y propiedad de la organización, y se entiende como la exigencia de que ninguna persona o grupo que participa en las tomas de decisiones se pueda beneficiar personalmente de los excedentes económicos que se pudieran generar en el proceso de intermediación financiera. Estamos por tanto hablando no sólo del reparto de los dividendos, sino de otras cuestiones como el destino de los excedentes, los salarios de los directivos, etc.

Esa es, efectivamente, una apuesta de la Banca ética que no se puede ocultar: el ejercicio responsable de ciudadanía a todos los niveles (como consumidor, como inversor, como trabajador…). Al promover esta alternativa, se apuesta por la posibilidad de pensar en personas y organizaciones que respondan a esta propuesta y que no busquen en las relaciones con su banco el mejor rendimiento económico, sino que, por encima de todo persigan un rendimiento social ofrecido por una entidad en cuyo control (y desarrollo) pueden participar.

Una cuestión de fondo: el impacto social de la intermediación financiera

A la hora de plantear cómo se entiende la cuestión del crédito en la Banca ética lo primero que hay que recordar es que las entidades financieras tienen un inmenso poder en sus manos para configurar nuestras sociedades. Es un poder que les viene de ese dinero depositado y que, en función de las decisiones que la entidad tome, puede favorecer el uso de unas determinadas fuentes de energía, promover ciertos procesos productivos, apoyar un tipo concreto de intercambios comerciales, etc.

La Banca ética es perfectamente consciente de ese poder y lo vincula a una responsabilidad que en estos tiempos no puede entenderse sino como hacerse cargo de aquello que es injusto y está en nuestras manos cambiar. De esta forma, la Banca ética restringe conscientemente su actividad de crédito, orientándola hacia la regeneración de nuestras sociedades injustas, poniéndola al servicio de la lucha contra las grandes desigualdades y los desequilibrios medioambientales.

No se trata tan solo de evitar que la actividad financiera dañe la economía real con sus prácticas especulativas o que se eviten ciertas actividades como el comercio de armas o las instalaciones productivas que dañan el medio ambiente de forma irreversible, sino que se canalice de forma efectiva ese poder para el apoyo mediante el crédito de proyectos que hagan de nuestras sociedades lugares más justos.

Mucho más que estrategia: cómo construir la Banca ética

Decíamos, al hablar del ánimo de lucro, que la Banca ética convoca a su proyecto a personas y organizaciones que no llegan movidas por el interés económico propio y ahí tenemos un primer rasgo del retrato-robot del socio. Apuntábamos también que la Banca ética orienta la actividad de crédito a aquellos proyectos que tratan de regenerar nuestras sociedades, alineándose con otras organizaciones que persiguen ese mismo fin.

Por eso, la construcción de los proyectos de Banca ética sobre la base de redes organizadas de entidades que persiguen la transformación social y que son capaces de vincular ciudadanía en torno a ellas, es una consecuencia ineludible de los pilares sobre los que se pretende asentar esos proyectos. Solo así se puede pensar en una intermediación financiera legitimada y capaz de orientarse a las exigencias de la justicia.

El Proyecto Fiare

Fiare surge en Bilbao en el año 2003, promovido por una red de 52 organizaciones vascas que se juntan para constituir la Fundación Fiare como entidad tractora del Proyecto.

El Proyecto Fiare es, sobre todo, un movimiento de agregación social, construido por organizaciones comprometidas con la transformación social. El Proyecto Fiare, por un lado, viene a añadir la intermediación financiera a ese universo de alternativas ya existentes y, por otro, se construye precisamente sobre esa base, siendo los movimientos y personas comprometidas en esos ámbitos los auténticos constructores y responsables del proyecto de banca ética.

A finales de 2008, el proyecto Fiare lo constituyen 275 organizaciones de todo el estado, agrupadas en diversas redes territoriales. Organizaciones no lucrativas de sectores como la inserción social y laboral, la cooperación al desarrollo, el comercio justo, el cooperativismo, la agricultura ecológica o la promoción de ciudadanía responsable mediante la educación, la sensibilización y la investigación.

Fiare ha venido realizando, desde Octubre de 2005, actividad financiera como agente de Banca Popolare Etica de Italia. A finales de 2008, ha recogido ahorro por encima de los 14 millones de euros, concediendo financiación a más de 50 proyectos, por un valor total superior a los 8 millones de euros. Cuenta con una base social de más de mil personas y organizaciones clientes y socias.

Para el año 2010, Fiare se plantea la creación, con Banca Popolare Etica y la cooperativa francesa La Nef, una Cooperativa Europea de Banca Ética con una base social de más de 50.000 personas y organizaciones sociales de esos tres países.

Autor: Peru Sasia para Euskonews

MAS INFORMACIÓN
www.fiare.org
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