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La Fundación Peñascal proporciona formación profesional a personas en riesgo de exclusión

A Rubén Cosano no le fueron bien los estudios. Cuando, hace ya diez años, entró en la Fundación Peñascal su meta era aprender un oficio y, con ese fin, se inscribió en un curso de hostelería. Entonces aquel alumno sin éxito no podía imaginar que su futuro profesional se encontraba en la enseñanza y es […]

1 abril 2009

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A Rubén Cosano no le fueron bien los estudios. Cuando, hace ya diez años, entró en la Fundación Peñascal su meta era aprender un oficio y, con ese fin, se inscribió en un curso de hostelería. Entonces aquel alumno sin éxito no podía imaginar que su futuro profesional se encontraba en la enseñanza y es que hoy, paradójicamente, imparte clases de cocina en una escuela de esta institución.

[GERARDO ELORRIAGA] Ahora, el joven profesor habla de la satisfacción que proporciona comprobar los avances de aquellos que, cómo él, al principio, ni siquiera sabían empuñar un cuchillo o pelar una cebolla y ya ligan salsas con maestría. “Son todos buenos chicos, vengan del fracaso escolar o de un piso de acogida”, explica y señala que, además de conocimientos culinarios, en el aula se les inculca valores tan importantes como la responsabilidad y el respeto. “Además de dar el cien por cien en las prácticas para que aprovechen las oportunidades”.

Inclusión laboral y social

Andrés Fernández de Mendiola, presidente de la fundación, la define como una entidad independiente, aconfesional y apolítica, cuyo fin es la inclusión laboral y social de individuos en situación desfavorecida. La inauguración de un gran espacio formativo en el barrio bilbaíno de Bolueta ha centralizado buena parte de sus servicios. En sus cuatro plantas, abiertas hace un par de meses, funcionan diversos talleres industriales, un aula de informática o, incluso, un restaurante-cafetería abierto al público y atendido por los usuarios.

“Son de dos tipos”, explica. “Por un lado, están las personas que han tenido problemas con la educación formal y necesitan una formación adecuada a sus necesidades, y, por otra, los adultos, generalmente carentes de titulación alguna, que necesitan aprender un oficio”. Unos y otros podrán adquirir conocimientos profesionales.

Autoestima y motivación

Los más jóvenes también se favorecen de otros aprendizajes en torno a habilidades personales y sociales, y cultura en general. Antes de comenzar el curso una entrevista individual permite elaborar el itinerario específico. “A menudo, hay que trabajar la autoestima y la motivación”, explica el responsable. “Algunos han sufrido largos periodos de desempleo, han tirado la toalla y hay que convencerlos de que aún son capaces”.

La mayoría de los beneficiarios no ha cumplido aún los treinta y cinco años, pero muchos han sufrido ya problemas que superan el fracaso escolar, como la carga de cierta adicción, la separación conyugal o la vida en la calle. Casi la mitad se corresponde con inmigrantes en riesgo de exclusión y casi tres cuartas partes son hombres.

A ese respecto, el caso de Eider Sagredo es excepcional. No tan sólo porque se trate de una chica entre numerosos varones, sino porque ya hace cinco años que finalizó sus estudios de soldadora. “Al principio sólo sabía que saltaban chispas, pero todos mis compañeros estaban igual”, recuerda y reconoce que, a pesar de experiencia laboral, aún sigue sonando raro que una joven menuda sea diestra con el soplete. “Para soldar no hace falta chicha”, alega. Nunca tuvo problemas machistas en el aula. “Me gustó y cuando algo te interesa, avanzas”.

1.600 estudiantes al año

Cada año, por todos los servicios discurren unos 1.600 estudiantes. Lejos quedan los inicios, cuando las clases tenían lugar en los bajos de la parroquia del Peñascal, el barrio bilbaíno que da nombre a la fundación. “Fue creada por dos religiosos escolapios tras las riadas”. Eran años duros en los que, a la desolación producida por la crecida, se sumaba la crisis económica y el auge de las toxicomanías.

El primer taller de fontanería se levantó con materiales regalados. Desde aquella primera etapa, la evolución ha corrido en paralelo al crecimiento de la economía local. Además de las instalaciones en el área del Gran Bilbao, uno de los promotores creó otro pabellón en Tolosa.

Apoyo de BBK a través de subvenciones para equipamientos

Actualmente, los programas desarrollados cuentan con la colaboración de varios departamentos del Gobierno vasco, la Diputación vizcaína, el Ayuntamiento de Bilbao, el Instituto Nacional de Empleo y el Fondo Social Europeo. También colabora la BBK, entidad que ha otorgado subvenciones para la incorporación de equipamientos, programas para la integración de inmigrantes y de promotores empresariales.

El objetivo de Fundación Peñascal va más allá de generar todas las herramientas para que estas personas obtengan un espacio digno en la sociedad. También llevan a cabo cursos de reciclaje para aquellos que se encuentran ya trabajando. “Porque en tiempos de recesión, quienes poseen la peor capacitación padecen los primeros golpes del paro y nos esforzamos para que nuestros antiguos alumnos mantengan su competitividad”.

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