Varios
Libros leídos, libros bienvenidos
Por Cristina Morano para el blog Murcia y aparte de elDiario.es A principios de diciembre estuve en Bilbao, cerrando el II Congreso de la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), a la cual pertenecen asociaciones como Traperos de Emaús. Fue muy emocionante comprobar el buen estado de salud de las empresas normales (algunos las […]
Por Cristina Morano para el blog Murcia y aparte de elDiario.es
A principios de diciembre estuve en Bilbao, cerrando el II Congreso de la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), a la cual pertenecen asociaciones como Traperos de Emaús. Fue muy emocionante comprobar el buen estado de salud de las empresas normales (algunos las llamarán “alternativas”, o de “economía social”, o de “comercio justo”), y ver todos los proyectos que están saliendo, o repasar la trayectoria de los trabajos de más largo recorrido.
Tengo ya muchos años, he intentado luchar contra la injusticia de muchas maneras: he votado izquierda, he manifestado, he protestado en las calles al lado de otros, me he negado a formar familias estables y vivo de alquiler. De mi propiedad solo tengo un ordenador bien equipado, dos abrigos, una tele y el respeto que espero ganar, en el futuro, de mis lectores. Por eso, cada vez estoy más convencida de que la única manera de salirse de lo establecido es construyendo una verdadera alternativa que nos permita llevar una vida al margen de la especulación, de la contaminación o de la depredación hacia los más débiles. Y hay que hacerlo ya, no esperar a ninguna etapa futura donde todos confluyamos en un idílico lugar sin ricos y sin pobres.
Debemos seguir construyendo este mundo racional, este sistema de vida mejor. Necesitamos hospitales, casas, empresas colaborativas, donde sean los propios trabajadores quienes decidan qué es lo que se hace y cuándo y de qué modo se hace. Esto que acabo de decir, ya lo decían los comunistas hace un siglo (en 2017 celebraremos el centenario de la revolución rusa), yo lo he asumido como lema propio desde que tengo uso de razón, y no lo digo desde la teoría ni desde el posicionamiento doctrinario, sino desde el íntimo y absoluto convencimiento de que la obediencia es el peor modo de tortura ideado por el ser humano.
Nada envilece más, nada humilla más, nada es peor que obedecer a otro sólo por el hecho de que ese otro haya nacido con más dinero.
Necesitamos re-unir el mundo en una ciudad sin diferencias de origen, sin contaminación, sin agresiones animales.
Dentro de esta red de economía alternativa que estamos construyendo, quiero centrarme un instante en la labor concreta de Traperos de Emaús, cuyo trabajo con el reciclado de objetos contribuye a una idea que me interesa como poeta y también como diseñadora gráfica. Es la idea del respeto al objeto, de la consideración hacia el objeto. Frente a la cosa de usar y tirar propia de la sociedad consumista, está la cosa reciclada, usada una y otra vez, vivida. Y no me refiero a los productos de la artesanía, sino a cualquier cosa, incluyendo las figuritas de StarWars o las latas de refrescos. No me importa lo que sea, cualquier cosa ha sido fabricada a partir de algo, alguien pensó en ella y la dibujó o la copió o la imaginó para que sirviera largamente.
Hoy, Traperos de Emaús tiene una sección nueva online: Libros Traperos. Se trata de una web donde los libros donados por personas o colectivos son rescatados, limpiados y catalogados a fin de llegar al público a precios muy muy reducidos. Como todas las cosas ideadas por su creador, el escritor José Daniel Espejo, ésta nace del amor. Del amor por los libros, en este caso. Aunque para mí, decir esto sea una redundancia. Lo dice el mismo Espejo: “Es un libro el amor como podría ser cualquier otra cosa atesorable”.
A-tesorable. Sí, son tesoros los objetos hechos, usados, gastados por la mano (esta vez sí) sagrada del humano.
En las cosas de segunda mano hay como un rastro del servicio prestado; tangentes a nuestra vida, las cosas sufren, se rompen. Ay, de las cosas abandonadas. Ay, también, del exiliado, que ya no está entre sus cosas. Es honorable el desgaste que sufren nuestras pequeñas posesiones, esas que no cotizan en bolsa, ni pueden ser usadas para avalar una compra de dinero (¿por qué lo llamamos préstamo? nadie nos presta nada: compramos dinero y su precio es el interés); el paso del tiempo a nuestro lado va personalizando el aspecto de las cosas, sobre todo de los libros: por ejemplo, se les modifican los contornos, sufren cambios de color, pierden piezas que son sustituidas por el ingenio de los dueños, a veces incluso cambian de función: los jerséis pasan a ser bufandas, los neumáticos pasan a ser chanclas, las botellas de agua pasan a ser lámparas, los libros equilibran mesas cojas o paran fugas de agua puestos detrás de las ventanas, etc.
También en nosotros hay ese rastro. No somos piezas en serie, sino individuos muy muy personalizados. Adornados por el paso del tiempo, cambiados por el roce con los Otros. Negándonos a obedecer.
*Cristina Morano es escritora, diseñadora gráfica y miembro de la Coordinadora de la CUP CambiemosMurcia