Economía Solidaria

Intercooperar para politizar y fortalecer el emprendimiento en la ESS

Carlos Askunze Elizaga (activista de la Economía Solidaria y presidente de la Fundación Finanzas Éticas) comparte sus puntos de vista sobre el emprendimiento y la ESS de cara a la cercana celebración del foro sobre el tema esta próxima semana

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Encuentro de emprendimiento C2C de 2018. REAS Madrid

En la última década, aunque con distinta intensidad territorial y desigual reflejo sectorial, se ha producido un notable crecimiento numérico y también simbólico de las iniciativas de la economía social y solidaria. Las consecuencias de las diferentes crisis que el sistema capitalista sigue encadenando, la mayor sensibilidad y permeabilidad social, el posicionamiento de las redes y, en ocasiones, el respaldo de algunas instituciones locales, son algunas de las condiciones que han posibilitado este crecimiento.

Sea como fuere, y a pesar de los avances incuestionables, cabe seguir promoviendo el debate y la generación de propuestas para el fortalecimiento de sectores económicos estratégicos que, a pesar de su salto adelante, no han desarrollado todo el potencial transformador que albergan. Así mismo, es preciso desarrollar nuevos dispositivos que permitan promover un emprendimiento lo suficientemente alternativo y atractivo -además de viable y sostenible- que permita hacer crecer significativamente el número de empresas, empleos, implantación social e impacto soioeconómico del movimiento de la economía social y solidaria.

Desarrollo de sectores económicos estratégicos que aún necesitan fortalecerse

La tendencia al alza de la economía social y solidaria se ha reflejado, de un modo particular, en los proyectos de emprendimiento de carácter más contracultural: finanzas éticas, vivienda cooperativa en cesión de uso, supermercados cooperativos o cooperativas de generación, comercialización y consumo de energías renovables.

Podemos identificar, así mismo, el crecimiento de algunas iniciativas en el sector de las telecomunicaciones, la movilidad sostenible o la cultura y la comunicación, todavía con un menor desarrollo y visibilidad que las anteriores. E incluso el incipiente impulso de propuestas alternativas en el ámbito de las plataformas digitales (turismo, mensajería y reparto o carsharing), apunta también a la posibilidad de abrir, aun con muchas dificultades, algunas grietas en el pujante negocio del capitalismo de plataforma desde criterios de organización cooperativa y sostenibilidad ambiental.

Sin duda, es una buena noticia la proliferación de proyectos que operan en sectores estratégicos hasta hace muy poco reservados al ánimo de lucro y a los procesos de acumulación capitalista. Son todas ellas, en cualquier caso, experiencias que necesitan afrontar algunos retos comunes para su fortalecimiento:

  • Incrementar notablemente sus bases sociales para lograr objetivos más ambiciosos y resultados más significativos, ya que en casi todos los casos se trata de cooperativas de consumo y/o de personas usuarias o de otras iniciativas asociativas basadas en la agregación ciudadana y el mutualismo.
  • Desarrollar herramientas que faciliten la incorporación a estos proyectos de sectores de población de relativa concienciación y/o que participan en diferentes iniciativas más o menos de carácter transformador.
  • Dedicar mayores y más eficaces recursos a la sensibilización social y a ganar espacios de visibilidad de las alternativas, incidiendo en el imaginario de la población en su plausibilidad y sostenibilidad.
  • Desarrollar un modelo de crecimiento en red, a través del impulso de iniciativas autónomas en diferentes territorios y/o en diferentes escalas para, posteriormente, mancomunar a través de acuerdos de intercooperación aquellos servicios y herramientas que posibiliten multiplicar el impacto.
  • Mantener el espíritu fundacional más disruptivo que dio origen a estas iniciativas y que no siempre es fácil compatibilizar con la presencia en un mercado en el que no dejan de ser experiencias extrañas y frágiles, además de desarrollar modelos de crecimiento que, en ocasiones, pueden desembocar en prácticas poco colaborativas e incluso de competencia más propias del capitalismo.
  • Interconectar sectores, intercooperar entre iniciativas: es necesario impulsar procesos que posibiliten que los diferentes ámbitos desarrollen acuerdos de colaboración que permitan compartir bases sociales, el refuerzo de las propias iniciativas particulares, el impulso de herramientas comunes (tecnológicas, de formación, comunicación y sensibilización, etc.) o el desarrollo cooperativo de nuevos proyectos en sectores donde la existencia de alternativas es aún limitada o está muy fragilizada.

Debiera ser una tarea prioritaria de las diferentes redes sectoriales que operan en estos ámbitos, así como de las locales o supraterritoriales en las que se insertan, impulsar procesos que se hagan cargo de estos retos y que, con colaboración, creatividad y mucho cuidado, propongan modelos de crecimiento y fortalecimiento que permita a todo el movimiento de la economía social y solidaria ganar en significatividad y legitimidad económica, social y política.

Mirar más allá del “emprendimiento social”

También se han producido en los últimos años avances en el desarrollo de programas e iniciativas de emprendimiento por parte de entidades y/o redes de economía social y solidaria. La permeabilidad de algunas administraciones públicas (mayormente en pasadas legislaturas y con desigual impacto territorial) ha permitido, asimismo, desarrollar algunos procesos e infraestructuras que han posibilitado en buena medida estos avances.

Sin embargo, en el ámbito del emprendimiento cuyo objeto es la creación de nuevas empresas de economía social y solidaria o el fortalecimiento y crecimiento de las existentes, los resultados son más bien limitados o, al menos, menores de lo esperado y necesitado para presentarse como una alternativa consistente. No es fácil hacer un diagnóstico preciso sobre la fragilidad de estas iniciativas, pero tal vez sea posible señalar algunas tendencias y retos.

Las inercias de los modelos de emprendimiento mayormente desarrollados por agencias de desarrollo local (públicas, privadas o sociales) centradas en el emprendimiento individual, la microempresa o el comercio local, se mantienen en muchos de los itinerarios de formación y acompañamiento que aspiran a ser alternativos. La falta de personas que quieran emprender en colectivo y de modo alternativo, la limitación de llegar a públicos más jóvenes o la incapacidad de ofrecer modelos viables y consistentes pueden estar condicionando el mantenimiento de estas inercias.

Por otro lado, el movimiento de la economía social y solidaria, en su conjunto y salvo limitadas excepciones, no ha conseguido desarrollar ecosistemas de emprendimiento con rasgos suficientemente definidos ni con potentes estructuras y herramientas comunes y cooperativas. Por el contrario, nos encontramos con un sinfín de pequeñas iniciativas y programas que bajo el paraguas del “emprendimiento social” ofrecen diversas propuestas de formación y acompañamiento no siempre explícitamente basadas en los principios alternativos de la economía social y solidaria y que, en muchos casos, pueden llegar a competir por los escasos recursos públicos destinados a estas tareas.

Además, podemos encontrar otras propuestas que, con ser diferentes a las de la economía social y solidaria (como las de la economía social en sentido amplio, la economía del bien común, etc.), no siempre son fáciles de delimitar públicamente y comparten los mismos grupos objetivo a los que instituciones, organizaciones y redes se dirigen con sus programas e iniciativas.

Sin restar valor al trabajo que muchas organizaciones hacen en el ámbito general del emprendimiento (en muchos casos, además, en contextos de crisis y con población desempleada), cabe interrogarse sobre el modelo de empresa que es preciso impulsar para fortalecer el espacio de las economías transformadoras y a través de qué tipo de procesos y herramientas.

Un emprendimiento político para transformar la economía

Los seis principios de la carta de la Economía Solidaria -equidad, trabajo digno, cooperación, sostenibilidad ecológica, reparto justo de la riqueza y compromiso con el entorno- presentan los rasgos fundamentales del modelo de empresa y de economía que aspira a construir REAS Red de Redes.

Podemos convenir que se trata de un programa político, además de económico, que perfila cómo entender el papel de las empresas y organizaciones en el desarrollo de modelos alternativos (económicos, sociales, culturales y políticos) que hagan frente a los retos y urgencias ecosociales a las que se enfrentan las sociedades y el planeta, además de contribuir a dibujar -junto con otras economías transformadoras y otros movimientos emancipadores- un futuro (mejor) postcapitalista.

Desde esta consideración, podemos reconocer el carácter netamente político de las propuestas de la economía social y solidaria y, por tanto, la dimensión fundamental también política de la función trasformadora de sus empresas. ¿Es posible compatibilizar su dimensión política con su sostenibilidad económica? En un contexto social, cultural y de mercado en el que toda actividad se escora a la maximización de beneficios, la competencia o el individualismo ¿es viable el desarrollo de modelos empresariales (y, por tanto, de emprendimiento) que sean colectivos y transiten a contracorriente?

No es sencillo responder a estas preguntas, como tampoco lo es emprender en un medio de esas características y sostener organizativa, económica y anímicamente modelos alternativos. Sin embargo, sí que podemos apuntar algunos retos y tareas que pueden ayudarnos a plantear cómo afrontar un emprendimiento de carácter más político y transformador:

  • Profundizar en los programas de emprendimiento en la dimensión política de las empresas de economía social y solidaria. Es preciso reforzar la formación, el debate y el diálogo en torno a los objetivos políticos que estas empresas deben tener, delimitando, frente a otros, los rasgos propios de este modelo alternativo.
  • Tratar de operativizar y concretar los principios de la Carta de la Economía Solidaria en el modelo de empresa a construir (en su cultura organizacional, estrategia, misión, planificación…), huyendo de consideraciones meramente retóricas y buscando su aplicación práctica y cotidiana.
  • Orientar la producción y el objeto social de las empresas a las necesidades y prioridades de la vida. Si algo caracteriza al capitalismo es su capacidad de convertir deseos en necesidades y emociones en mercancía, además de situar el crecimiento de la producción y el consumo como ejes de la actividad económica, al margen de sus nocivas consecuencias sociales y ambientales.
    La economía social y solidaria necesita realizar “estudios de mercado” que se orienten al desarrollo de actividades económicas beneficiosas para la vida y que hagan frente a la necesaria transición ecosocial. En unos casos se tratará de promover empresas alternativas en sectores clásicos, en otros de reconvertir las existentes y, finalmente, también de crear emprendimientos en nuevos espacios de actividad.
  • Priorizar modelos de organización empresarial basados en la autogestión, la propiedad colectiva y la participación directa de las personas implicadas. El cooperativismo sigue siendo la figura más contracultural y disruptiva frente al ecosistema empresarial capitalista, pero como suele decirse, “es necesario serlo además de parecerlo”.
    Promover el trabajo y la organización cooperativa es una tarea pedagógica y permanente que debe hacer frente a muchas dificultades externas e internas. Es importante desarrollar herramientas que posibiliten mantener y fortalecer los principios y las prácticas cooperativas.
  • Organizaciones cooperativas que, además, sean habitables y sostenibles. Es preciso avanzar en la caracterización de esos nuevos modelos organizativos que la economía social y solidaria propone desde los aportes y herramientas ecofeministas: colocar la sostenibilidad de la vida en el centro de la cultura y práctica organizacional, promover la equidad y combatir las desigualdades entre mujeres y hombres en el ámbito laboral y relacional, situar el cuidado y el bienestar de todas las personas como objetivo prioritario, naturalizar espacios y ecologizar procesos y actividades, promover espacios horizontales, cooperativos e inclusivos… Trabajar este modelo, aún incipiente, debiera ser una prioridad en los programas tanto de emprendimiento como de fortalecimiento de las organizaciones existentes.
  • Promover la no lucratividad y el reparto equitativo de la riqueza frente a los procesos capitalistas de acumulación y maximización del capital, la distribución desigual e injusta de beneficios y la preminencia del lucro por encima de otras consideraciones. Es necesario mantener una propuesta radicalmente alternativa de ser empresa que no base su identidad y actividad en el lucro, la maximización de beneficios y el crecimiento económico.

Se trata de un principio que está en el corazón de la economía social y solidaria y que encierra, en buena medida, una parte importante de su potencial alternativo y transformador. Es necesario incorporar al emprendimiento rasgos relacionados con la suficiencia, la contención y la solidaridad económica o sobre la utilización de excedentes en proyectos de cooperación social y en herramientas estratégicas para la economía social y solidaria.

Herramientas para el fortalecimiento de las empresas de la Economía Social y Solidaria

Atender a los retos y tareas planteadas en el ámbito del emprendimiento, requiere contar con herramientas adecuadas y suficientes que lo hagan posible. El movimiento de la economía social y solidaria ya dispone de algunas de ellas, si bien no siempre se despliegan con la intensidad requerida ni cuentan con los recursos necesarios para hacerlo.

En todo caso, sea con las existentes o con las que se construyan, es necesario contar con herramientas que fortalezcan el tejido de la economía social y solidaria y que estén a disposición de las nuevas iniciativas que nazcan al calor de los programas de emprendimiento. Hemos señalado la importancia de politizar el modelo de empresas, pero ello requiere de instrumentos que lo faciliten y que hagan viables y sostenibles los proyectos:

  • Generalizar y profundizar el uso de la herramienta de balance y auditoría social. Se trata de un instrumento que posibilita concretar el desarrollo de los principios de la economía solidaria, pero, para ello, debiera ser utilizado en todo su potencial y generalizarse su uso en todo el sector. Más allá del indudable valor que tiene para las tareas de comunicación y transparencia, es importante reforzar su utilidad para reforzar el perfil identitario y la mejora de las prácticas de las organizaciones. Se trata, por ello, de una herramienta clave para los procesos de emprendimiento.

Es necesario recordar, además, que se trata de una herramienta que opera de manera limitada sobre cada uno de los principios, por lo que para profundizar en ellos será necesario acudir a otras herramientas complementarias de diagnóstico y planificación en aquellas áreas que sea necesario (cambio organizacional pro-equidad de género, gestión ambiental, fortalecimiento de la participación, etc.).

  • Compatibilizar los principios políticos con un modelo alternativo de gestión es una tarea complicada. Siguen existiendo pocos e insuficiente “manuales” de gestión empresarial que se alejen del común denominador capitalista. Las políticas financieras, de crecimiento, de relaciones laborales, de planificación… siguen colonizadas por lenguajes y propuestas ajenas a los valores de la economía social y solidaria. Además, ciertamente, no es fácil desarrollar dichas políticas desde modelos identitarios y organizativos alternativos.

Es necesario contar con herramientas propias que integren las diferentes dimensiones que se vienen trabajando en el ámbito del desarrollo cooperativo, de la construcción de organizaciones habitables o de la orientación de la producción para la vida junto con instrumentos que posibiliten la viabilidad y el sostenimiento (organizativo y económico) de los emprendimientos. Tal vez para ello se pueda empezar por sistematizar las buenas prácticas que muchas empresas están desarrollando desde esta perspectiva, tartar de “modelizar” propuestas de gestión alternativa o conectar con sectores de la investigación y la formación que pueden identificar y promover propuestas innovadoras.

  • Las estrategias y programas de emprendimiento en economía social y solidaria requieren, así mismo, de estructuras e infraestructuras que posibiliten multiplicar su significatividad e impacto. En ese sentido, es preciso reconocer que la multiplicidad de actores e iniciativas en este ámbito no siempre facilita poder actual con mayor eficacia. Es necesario aplicar el principio de intercooperación y aspirar a construir colectivamente espacios y programas que, con la participación de diferentes actores y organizaciones, aspiren a desarrollar estrategias más ambiciosas que tengan como resultado la creación de un mayor número de empresas y el fortalecimiento y mejora de las existentes.

Para ello podemos citar, entre otras, iniciativas como como los polos cooperativos, las cámaras de la economía social y solidaria, incubadoras (sociales, universitarias, públicas o comunitarias) de empresas, redes locales y supraterritoriales de nodos de emprendimiento, fondos éticos y cooperativos para la creación de nuevas empresas, servicios compartidos y comunes de formación y servicios de acompañamiento, etc.

  • Sin duda, uno de los principales retos que tiene el emprendimiento y el fortalecimiento del tejido de la economía social y solidaria, así como para el desarrollo de herramientas como las citadas, es contar con los recursos económicos necesarios. Para ello, más allá de seguir exigiendo la implicación de las instituciones públicas en su sostenimiento, es necesario dar un salto adelante en el ámbito de la financiación ética, cooperativa y alternativa. Ya se cuenta con instrumentos bancarios y parabancarias, pero es importante que estos sean cada vez más potentes, se orienten a las necesidades del tejido económico transformador y posibiliten desarrollar emprendimientos e iniciativas más ambiciosas. Y, para ello, se requiere de una mayor participación de las propias entidades y empresas (y sus bases sociales) en su fortalecimiento.
  • Para fortalecer el emprendimiento es necesario contar, además de con financiación, con otras herramientas propias y alternativas en sectores económicos y sociales estratégicos como la energía, la movilidad, la alimentación, la comunicación y las nuevas tecnologías o la vivienda. Se trata de iniciativas sostenidas por la participación de organizaciones y de bases sociales amplias, por lo que habrá que seguir insistiendo en la necesidad de aumentar el compromiso y la participación en su desarrollo de todo el tejido de la economía social y solidaria. Tejido que, a su vez, se ve reforzado por las alternativas y los servicios que prestan dichas iniciativas.
  • En último término, se trata de construir esas redes del mercado social que aspiren a crear y fortalecer circuitos económicos y cadenas de valor alternativas. Producir, financiar, comercializar y consumir para este mercado es uno de los mayores retos de la economía social y solidaria. Ampliar el mercado social es posibilitar que las empresas nuevas o las existentes cuenten con opciones que fortalezcan su sostenibilidad social y económica.

Mirar comercialmente a sectores de la ciudadanía alejados de los principios de este movimiento, se antoja una tarea poco efectiva cuando no se ha conseguido todavía agotar el compromiso por parte de los propios actores que operan en el mercado social propio ni se ha logrado permear a las capas de población, organizada o no, más cercanas y sensibles a sus propuestas. Orientar y promover el mercado social como herramienta, pero también como estrategia económica, debiera ser una de las prioridades a atender.

Todos los retos y las herramientas señaladas comparten un elemento común: la importancia de la intercooperación en el desarrollo del emprendimiento y del fortalecimiento del tejido social y económico de la economía social y solidaria. Solo las prácticas cooperativas entre agentes, empresas y redes pueden posibilitar el desarrollo, en todo su potencial, de este modelo económico alternativo y transformador.

En ese sentido, cabe seguir insistiendo en la importancia de trabajar la intercooperación como un distintivo propio del movimiento y como una condición de posibilidad para su despliegue y crecimiento. Nuevas modalidades de intercooperación que permitan enfrentar las muchas dificultades y retos que emprender hoy tiene en nuestras sociedades y puedan ampliar los espacios sociales y económicos de las economías alternativas y transformadoras. Y, en esa tarea, será clave el papel que puedan jugar las redes territoriales y sectoriales de economía social y solidaria. Es necesario fortalecer estas redes y que hagan de la intercooperación su principal tarea. Intercooperar para politizar, para emprender, para crecer y para sostener. Intercooperar para transformarlo todo, también la economía.

Parafraseando a las redes de agroecología y soberanía alimentaría que promueven “una economía sostenida por la comunidad”, es necesario construir y generalizar una economía sostenida por la comunidad, al servicio del bienestar y la sostenibilidad ambiental y social de la vida. Una economía así -solidaria, feminista y ecológica-, solo será posible pensarse y construirse en comunidad. Desde esta perspectiva, el principal objetivo del emprendimiento debiera dirigirse a establecer relaciones de cooperación entre personas y organizaciones sociales y económicas que posibiliten tejer, fortalecer y cuidar la comunidad.

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