Feminismos

De las palabras a los hechos o cómo aterrizar los principios de la economía solidaria

Entendemos por “procesos de transformación organizacional feminista” mirar con gafas violeta el funcionamiento diario de nuestras organizaciones.

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Ilustración de Ana Penyas (http://anapenyas.es/) para Campaña XES RoDONES

Artículo de María Atienza de REAS Red de Redes para Píkara Magazine

Existe un alto potencial para reducir las desigualdades de género en los principios de la economía solidaria, en concreto, el principio de equidad, que supone fortalecer el carácter transformador e inclusivo de esta economía, así como priorizar la tarea de construir espacios habitables en los que cualquier persona pueda participar desde el reconocimiento de su diversidad.

Transformar nuestras organizaciones también implica incidir sobre nuestros valores y revisarlos. Por esa razón, desde la economía solidaria se ha está trabajando en los dos últimos años en una nueva carta de principios. Este proceso de revisión ha coincidido en el tiempo con el impulso de las economías transformadoras, porque “en el tejido de las economías transformadoras se puede construir una salida feminista a la crisis”. En este sentido, el relato ha evolucionado y es crucial poder visibilizar la diversidad de sus organizaciones y prácticas, la articulación con otros movimientos sociales y economías críticas y la necesidad de introducir de forma transversal la perspectiva feminista.

La interlocución con la economía feminista ha permitido, por tanto, el desarrollo de numerosas reflexiones, artículos y trabajos comunes y desde la práctica, así como avanzar en procesos de transformación organizacional feminista dentro de las empresas que forman parte de la economía solidaria. Por otro lado, también hay que poner el acento en la importancia de tejer redes con otras organizaciones y redes del sur global para ampliar la mirada e intercambiar conocimientos y buenas prácticas, como se viene haciendo especialmente desde la confluencia feminista en el marco de las economías transformadoras.

Pero, ¿Qué entendemos por “procesos de transformación organizacional feminista”? Implica mirar con gafas violeta el funcionamiento diario de nuestras organizaciones, analizando los modos de hacer y de pensar, con el objetivo de eliminar las desigualdades de género que se producen en cualquiera de los ámbitos de la entidad: las estrategias, las estructuras, los sistemas de trabajo, las políticas, etcétera.

En este sentido, la economía solidaria se concibe como un laboratorio de experiencias, un espacio en el que probar nuevas formas de organización más horizontales, en donde se favorece el acceso a las mujeres a trabajos remunerados dignos, a participar de las decisiones de la entidad y a formar parte de los puestos de responsabilidad.

Cómo aterrizar los principios en la práctica

La puesta en diálogo de la economía solidaria con la economía feminista ha permitido, a nivel teórico, la creación de nuevos relatos y marcos analíticos. Sin embargo, pese a que se haya avanzado mucho en el plano teórico, a nivel práctico las empresas siguen atravesadas por lógicas patriarcales. Sigue existiendo una mirada productivista, aunque en los últimos años esta brecha entre discurso y práctica parece que se ha ido acortando.

Insistiendo en esta lectura productivista, se podría señalar como un reto fundamental el romper con el famoso binomio productivo/reproductivo. Dicho de otra manera, la economía solidaria debería desarrollarse dentro de nuestras empresas visibilizando nuestros espacios de vida y de tiempos -que están atravesados por el género- y de nuestros hogares. Estamos hablando de las dobles y triples jornadas, por ejemplo, o de las lógicas de poder que se dan en el espacio privado (dentro y fuera de nuestras organizaciones).

Tenemos un reto importante: cómo desarrollar en la práctica todos los relatos y discursos teóricos que se han venido produciendo en los últimos años. En este sentido, la introducción de la perspectiva feminista en las herramientas de medición está permitiendo un desarrollo más práctico.

La importancia de poner rostro a los datos

La herramienta de autoevaluación como es la Auditoría o el Balance Social permite medir cuestiones sobre el estado en que se encuentran las organizaciones en materia de equidad: nivel de brecha salarial, nivel de participación en la toma de decisiones, existencia de medidas de corresponsabilidad, utilización de lenguaje inclusivo, elaboración de planes de igualdad, entre otros aspectos. Poner en valor el uso de estas herramientas y sobre todo, el hecho de colocarles unas gafas violeta, es importante ya que ofrece una fotografía del conjunto de empresas utilizando el género como categoría de análisis. Esto permite analizar las posibles relaciones de desigualdad que se materializan en la vida diaria de las entidades, dicho de otra manera, esta foto cuantitativa permite identificar las posibles tensiones que se producen en las organizaciones y cuáles son los retos para que las empresas sean verdaderamente habitables.

Sin embargo, es fundamental poder identificar, analizar y difundir las buenas prácticas y experiencias que se están produciendo en las organizaciones y extenderlas y replicarlas a toda la economía social y solidaria, ya que es en el día a día en donde hay que poner la mirada y el esfuerzo para cambiar las lógicas patriarcales.

La economía social y solidaria: laboratorio de prácticas alternativas

Desde las organizaciones de la Economía Solidaria hemos venido “realizando experimentos” desde hace años, poniendo en práctica nuestro conocimiento, elaborando contenidos y materiales.

En este sentido, hay que destacar el esfuerzo por poner en marcha procesos para la elaboración de herramientas prácticas que están ayudando a conseguir esa foto cuantitativa con unos resultados positivos en los indicadores de género, pero, sobre todo, a promover una cultura más igualitaria y feminista dentro de las entidades.

Nos referimos a herramientas como las elaboradas recientemente por Reas Euskadi para utilizar en el trabajo de grupos o comisiones logrando así “sesiones de trabajo AEfectivas” o el manual orientado a las organizaciones más pequeñas (“Será habitable o no será: Apuntes feministas para nuestras organizaciones más pequeñas”).

Conviene señalar también la campaña realizada por la comisión de economías feministas y de comunicación de la XES en donde se puso una mirada interna a las relaciones de género para tomar conciencia y mejorar la participación y democracia internas, o su reciente publicación que recoge buenas prácticas: “Economía Solidaria y Feminista: prácticas inspiradoras que hacen saltar las costuras”.

Este conjunto de herramientas están permitiendo visibilizar el trabajo reproductivo -realizado mayoritariamente por mujeres- en las empresas (limpiar, poner orden, cuidar el grupo y el espacio…), dotarlo de un reconocimiento público y redistribuirlo para que deje de ser “una cosa de mujeres”.

Todos estos experimentos nos llevan a ejemplos y experiencias que podemos considerar buenas prácticas por su posibilidad de réplica y el impacto positivo que pueden provocar. Destacamos el proyecto piloto Vinculograma, de Agintzari, donde la concepción de familia no está basada únicamente en vínculos de consanguineidad, sino que incluye una plural y amplia gama de modelos familiares en términos de medidas de conciliación para el cuidado de personas dependientes, por ejemplo.

Otro ejemplo es la ampliación del permiso de parentalidad a 24 semanas (es decir, 6 semanas más que las instauradas por Ley en 2021), ininterrumpidas o no, durante el primer año de la criatura, o el primer año de la adopción, para cualquier persona que trabaje en Coop57. En este sentido, desde la organización aún no han llegado a cubrir lo que consideran óptimo pero sí es una mejora en los cuidados al mismo tiempo que se intentan respetar los criterios económicos y de viabilidad de la organización.

Por último, la medida implantada por Economistas Sin Fronteras, organización en donde la mayoría de personas trabajadoras son mujeres, de crear una figura de “coordi-técnica” para igualar salarios y responsabilidades y crear así una estructura más horizontal.

Cerramos con estas palabras del movimiento feminista: “La economía feminista no quiere un trozo de la tarta, quiere cambiar la receta”. Este lema resume nuestra apuesta y reto por seguir aterrizando en prácticas más feministas y solidarias.

Auditoría Social con perspectiva feminista REAS Red de Redes 2022

 

 

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